Fuente: http://www.dw.com
Somos
más sensibles a los sonidos cuando nos molestan, es decir, cuando se convierten
en ruido. Como consecuencia muchas especies pueden perder el equilibrio. ¿Cuán
grande es el problema?
A principios del siglo XX, el
microbiólogo Robert Koch, ganador del Premio Nobel, descubrió la causa de
enfermedades infecciosas como la tuberculosis y el ántrax. El hecho de que
también identificara una epidemia que mucho más tarde afectaría especialmente a
quienes viven en una gran ciudad, quizás no sea nada sorprendente.
"Algún día el hombre tendrá
que combatir el ruido de forma implacable como ha combatido el cólera o la
peste”, escribió el científico alemán en 1905. Por aquel entonces, los motores
de combustión y las máquinas de vapor ya existían, pero el ruido artificial
todavía no desempeñaba el papel de hoy en día.
En aquella época, era más probable
que Koch escuchara el traqueteo de las pezuñas de caballos contra los
adoquines, que el rugido acelerado de los motores por las calles de Berlín. En
pocos años, el famoso Potsdamer Platz de la capital alemana se ha convertido en
el cruce de tráfico más concurrido de Europa, con más de 33.000 vehículos
circulando cada día.
Probablemente alto: no todos los
sonidos que generamos son ruido, pero cualquier sonido puede convertirse en
ruido.
Desde aviones en lo alto hasta el
metro que retumba bajo los pies, pocos lugares en la tierra están libres de los
sonidos creados por el ser humano. Sin embargo, no todos los sonidos son malos.
"El ruido es un factor
ambiental muy extendido”, dice Dorota Jarosińska, de la Organización Mundial de
la Salud, a DW. Pero "vale la pena hacer una distinción entre sonidos,
porque estamos rodeados de sonidos naturales y artificiales, y no todos son
ruido”.
Son los "sonidos no
deseados”, repentinos, estridentes y a menudo dolorosos, según Jarosińska, los
que pueden causar problemas tanto para las personas como para los animales.
Factor
de estrés en humanos
No obstante, el ser humano no
siempre es fuente de disturbios. La música clásica es tranquilizadora, mientras
que "un pájaro graznando a primera hora de la mañana cerca de la ventana
del dormitorio puede ser percibido como perturbador”, dice Maxie Bunz de la
Agencia Alemana del Medio Ambiente.
Aun así, "generalmente los
sonidos naturales los asociamos con algo positivo, por ejemplo, el sonido del
mar y de las olas en la playa”, añade Bunz. "Por esa razón, tienen un
impacto negativo menor que, por ejemplo, un vehículo mecanizado de limpieza de
calles, que pasa junto a nosotros a toda velocidad", explica Bunz.
Dormimos con una oreja alerta,
"para poder reaccionar rápidamente y luchar, o correr, en una situación de
emergencia”, aclara Bunz. Eso significa que en un mundo lleno de ruidos, nos
encontramos en estado de alarma permanente. De acuerdo con varios estudios, el
ruido de fondo continuo estresa a las personas, provocando hipertensión
arterial, accidente cerebrovascular y ataque cardíaco.
"La exposición al ruido en
nuestro entorno privado y profesional puede tener graves efectos no sólo en
nuestra salud física, sino también mental y en nuestro bienestar”, afirma
Jarosińska.
Un
tsunami de ruido en mamíferos
Lo mismo ocurre en animales,
según escribe el naturalista Charles Foster en su libro "Being a Beast”
("Ser una Bestia”). Más poeta que científico, Foster trabaja en el Green
Templeton College de la Universidad de Oxford donde investiga cuestiones de
identidad y personalidad.
En su trabajo intenta comprender
lo que es ser un animal. En su libro, por ejemplo, trata de introducirse en las
garras de un tejón. Con este fin, Forster vivió en una cueva subterránea
durante semanas, comiendo gusanos y aprendiendo a sentir el paisaje a través de
su nariz, más que con sus ojos. Una experiencia aparentemente muy iluminadora,
también en relación con el ruido artificial.
Si a los humanos nos molesta el
ruido constante, ¿cómo deben sentirse los animales?
Los tejones tienen una
sensibilidad mucho mayor que nosotros al ruido. "Se cree que pueden oír el
raspado de las cerdas de las lombrices de tierra mientras cavan”, escribe sobre
el tejón. "Imagínese lo que puede provocar el tsunami del sonido de un
vehículo cercano a un animal con tal sensibilidad auditiva”, añade.
Pero no sólo los tejones están
dominados por sonidos artificiales. Andrew Radford, profesor de Ecología del
Comportamiento en la Universidad de Bristol, ha llevado a cabo estudios sobre
mangostas enanas comunes en Sudáfrica. En las pruebas de campo, su equipo de
investigación presentó a los pequeños carnívoros muestras de heces fecales de
sus depredadores, mientras los exponía a ruidos producidos por el ser humano.
En esas condiciones, las mangostas
perdían la capacidad de olfatear y responder adecuadamente al peligro
potencial. "Estaban distraídas y menos alerta”, dice Radford. "El
ruido puede enmascarar señales acústicas y estímulos. Por lo tanto, uno puede
no enterarse de nada o recibir únicamente una parte de la información, o
malinterpretarla. Cuando se está distraído por una fuente de sonido, disminuye
la concentración”, explica.
Además de las mangostas, Radford
y su equipo también estudiaron varias especies de peces en condiciones
similares y registraron resultados sorprendentemente semejantes. Los
investigadores observaron que los animales pasaban menos tiempo buscando
alimento, tenían menos éxito cazando y menos capacidad para cuidar a sus crías.
Si a esto añadimos el hecho de que los peces estresados se aparean menos, el
número de individuos disminuye.
Las mangostas pueden distraerse
fácilmente con el ruido artificial. Al hacerlo se ponen en peligro a sí mismas
y a su descendencia.
Ondas
sonoras mortíferas bajo el agua
Para los habitantes marinos es
muy difícil escaparse de las ondas sonaras molestas. Esto se debe a la
naturaleza física del agua. Las ondas sonoras viajan cinco veces más rápido a
través del agua que del aire, lo que significa que un ruido perturbador es un
problema aún mayor para la vida marina. Además, esas ondas viajan mucho más
lejos, según Alexander Liebschner de la Agencia Alemana para la Conservación de
la Naturaleza (BfN, en sus siglas en alemán). Liebschner describe que el sonido
tiene menor amortiguación en el agua, es decir, se absorbe menos, por lo que
puede propagarse a zonas alejadas del lugar de emisión.
De este modo, la perforación mar
adentro para la construcción de aerogeneradores marinos puede ser
particularmente mortal para las especies subacuáticas. La situación es similar
en el proceso de perforación submarina para buscar materias primas, petróleo o
gas natural. La perforación se realiza con "pistolas de aire” sísmicas.
Dependiendo de la profundidad, el ruido resultante es el sonido más fuerte que
se puede producir técnicamente bajo el agua.
"Se cree que estas
perforaciones sísmicas se están llevando a cabo de forma casi permanente en el
mar, y que las señales viajan a través de cientos de kilómetros”, aclara
Liebschner. El ruido generado desplaza información vital para la supervivencia
de los animales marinos, al igual que ocurre en tierra, tanto para el ser
humano como para la mangosta.
"Los mejores ejemplos son el
delfín o la ballena”, menciona Liebschner. "Estas especies se orientan con
el oído a través de la ecolocalización, que se apoya en ondas sonoras. También
lo emplean para atrapar presas y escapar de depredadores”.
El sonido se propaga cinco veces
más rápido bajo el agua que en tierra, lo que hace aún más difícil de ignorar
un estruendo subacuático.
¿Cuál
es la solución al ruido?
¿Es posible, en palabras de
Robert Koch, luchar contra el ruido como podemos combatir el cólera y la peste?
La contaminación acústica es multifacética, no todos los animales o humanos
reaccionan de la misma manera a los mismos ruidos, según los expertos.
Hay cosas que la gente puede
hacer por sí misma, como ponerse tapones para los oídos por la noche. Pero la
política también puede intervenir: hay límites máximos de ruido para las
industrias que trabajan bajo el agua, por ejemplo.
"Las diversas industrias
intentan respetar estos límites y han pensado mucho en cómo reducir los ruidos
de construcción de los aerogeneradores marinos”, afirma Liebschner. Sin
embargo, puede pasar un tiempo hasta que se implementen dichas soluciones en
todo el mundo.
Mientras tanto, las ballenas y
otros mamíferos marinos sufrirán, al igual que el ser humano y la mangosta.
Cuando Koch describió el ruido como un problema urgente hace algo más de cien
años, abordó un tema que sigue vigente hoy, pero que avanza muy lento en la
búsqueda de soluciones.
Autor:
Klaus Esterluss (AR/EL)
No hay comentarios:
Publicar un comentario