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Por Marta Rubio Codina.
¿Cómo sabemos si los programas de
primera infancia son efectivos y viables? ¿Qué datos necesitamos para saber si
nuestros esfuerzos están permitiendo que los niños realmente alcancen todo su
potencial? ¿Por qué son importantes estas preguntas? Porque cada vez es mayor la necesidad de identificar herramientas
que permitan construir indicadores de desarrollo infantil a escala, confiables,
válidos, sensibles, y económicamente factibles.
En ese contexto, el Banco Mundial
lanzó recientemente la segunda edición de su guía práctica (´toolkit´)
sobre La Medición del Desarrollo Infantil Temprano en Países de Renta
Baja y Media para orientar y facilitar la selección, adaptación,
capacitación y administración de instrumentos o pruebas de medición del
desarrollo infantil.
¿Por
qué es relevante y útil una guía de este tipo?
Me gustaría destacar dos razones.
Primero, el toolkit plantea las
preguntas necesarias que todo interesado en medir desarrollo infantil debe
hacerse antes de iniciar un ejercicio de medición: ¿qué es lo que interesa medir, y por qué? El abanico de
pruebas que pueden ser adecuadas se reduce considerablemente una vez que se
identifican:
1. El objetivo de la medición,
que puede ser la evaluación diagnóstica individual, la evaluación de impacto,
el diagnóstico poblacional, el tamizaje, el seguimiento y monitoreo de una
intervención y otros;
2. La población objetivo y las
áreas de desarrollo (cognitivo, lenguaje, desarrollo socio-emocional, etc.) que
se quieren analizar;
3. La necesidad de repetición de
la medición en el tiempo y su frecuencia.
Otro elemento importantísimo a
considerar es la disponibilidad de recursos monetarios y de tiempo para todo el
proceso de medición—¡sin olvidar el tiempo de los niños y familias sujetos de
estudio!— así como la capacidad existente en el equipo para la adaptación,
capacitación y administración de la o las pruebas de medición seleccionadas.
La segunda razón tiene que ver
con la necesidad de reconocer las similitudes y diferencias entre el contexto
en el que se diseñó una prueba y el contexto en el que será usada y, en
consecuencia, la necesidad de adaptarla. El proceso de adaptación va más allá
de la traducción y adecuación de léxico e imágenes poco o nada comunes en el
contexto de uso. Requiere también de un proceso de validación de la prueba adaptada en el nuevo contexto—es
decir, mostrar que ésta es confiable y se correlaciona con aquellas variables
con las que debería correlacionarse—y de la suficiente cautela en la
interpretación de los puntajes que resulten. Por ejemplo, no podemos trasladar
normas externas para la estandarización de puntajes. Tampoco se pueden
trasladar automáticamente los umbrales o puntos de corte que denotan rezagos o
riesgos de rezago en desarrollo de una población a otra sin más, con la buena
intención de facilitar así ejercicios de comparación entre países o
poblaciones. Sería como comparar peras con manzanas.
¿Quieres
conocer más sobre esta guía?
Una de las novedades que ofrece
la presente edición de este ‘toolkit’ es una revisión más detallada y amplia de
las pruebas existentes para medir el desarrollo en los niños hasta los 8 años,
incluyendo un práctico catálogo con una selección de 147 pruebas, con
información, por ejemplo, sobre:
– el área de desarrollo que mide
cada prueba específica
– el método de administración de
la misma (administración directa, reporte, etc.)
– el objetivo de medición para el
que fue inicialmente diseñada (tamizaje, diagnóstico, etc.)
– el país o contexto para el que
se diseñó, así como varios de los países en los que se ha usado
– otros aspectos ‘logísticos’
pero de suma importancia a la hora de planear un estudio, como los costos de
adquisición y las exigencias de capacitación y administración.
El catálogo incluye pruebas
diseñadas recientemente, algunas en países de renta media o baja, y un mayor
número de pruebas que miden desempeño escolar y función ejecutiva. Esto es, el
conjunto de habilidades cognitivas que permiten la anticipación, el
establecimiento de metas y la capacidad de organizarse, de planear tareas y de
autorregularse para llevarlas a cabo eficientemente, de suma relevancia dada su
capacidad predictiva de desempeño futuro en los ámbitos académicos y laborales.
Cabe destacar también la incorporación de un capítulo específico sobre
instrumentos de medición de la calidad del ambiente en el que se desempeña el
niño, ya sea el hogar o el centro de cuidado; y de un apartado dedicado a la
medición de pruebas computarizadas.
No obstante, no se debe usar la
guía ni su catálogo como un atajo para identificar rápidamente la prueba a usar
en un contexto y situación determinados. Para garantizar una medición
informativa, y evitar desperdiciar recursos, es imprescindible tomarse el
tiempo de reflexionar y responder a las preguntas que indicábamos al inicio de
este post: ¿qué es lo que interesa
medir, por qué, y de qué recursos disponemos?
Dicho esto, la guía práctica
compilada por el Banco Mundial es, sin duda, una herramienta útil con amplio
potencial de orientar los varios y necesarios esfuerzos de medición del
desarrollo que se están originando y desarrollando de forma creciente en la
región y también a nivel mundial. Motivados por la necesidad de reportar sus
avances en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cada vez más países se
preguntan cómo obtener indicadores de desarrollo infantil confiables, válidos, sensibles
y económicamente factiblesa nivel poblacional. Asimismo, un mayor número de
académicos, investigadores y hacedores/gestores de política pública se
preguntan qué prueba usar para evaluar el impacto de un programa sobre el
desarrollo infantil. El toolkit debería ayudarles a encontrar respuestas.
¿Qué herramientas para medir el
desarrollo infantil conoces? ¿Qué te parece esta guía? Cuéntanos en la
sección de comentarios o mencionando a @BIDgente en Twitter.
Marta Rubio-Codina es Economista Senior en la División
de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.
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