Paul CooperBBC Culture
10 febrero 2018
GETTY
IMAGES La fascinación por las ruinas tiene que ver con esa conexión cultural
con nuestro pasado.
La humanidad siempre ha vivido
entre sus propias ruinas.
Desde los principios de nuestra
historia, hemos explorados sitios arqueológicos y hemos buscado inspiración en
los restos de civilizaciones anteriores, con una compleja relación de temor y
fascinación que ha quedado plasmada en el arte y la escritura.
Un artefacto antiguo y singular,
un mapa del mundo babilonio que data del siglo VI antes de Cristo, marca el inicio de esta obsesión.
El mapa, sobre una tableta de
arcilla, muestra cómo se imaginaban nuestros antepasados los distintos puntos
de la Tierra —tal cual se conocía hasta entonces— e incluye una curiosa
referencia. Describía "ciudades en ruinas vigiladas por dioses arruinados".
Para ese tiempo, las ruinas de
grandes ciudades como Ur, Uruk y Nínive dibujaban el paisaje, tras haber sido
destruidas y abandonadas por guerras o causas naturales.
Eran considerados lugares llenos
de magia, terribles presagios para los vivos y guaridas de fantasmas y
espíritus malignos.
En el siglo V a.C., cuando el
escritor y soldado griego Xenofón regresó
a Grecia después de una fallida campaña militar en Persia, él y sus compañeros
marcharon a través de las ruinas de estas ciudades.
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IMAGES Las imágenes de los artistas respecto a las ruinas que dibujaban, tenían
muchos elementos cargados de imaginación.
"Nínive es una gran fortificación desierta. Los cimientos de
sus murallas están hechas de roca pulida, 15 metros de ancho por 15 de
alto", describió Xenofón a la antigua ciudad persa.
Le había llamado poderosamente la
atención el vacío desolador de aquellas ruinas, y el miedo que los pobladores
cercanos le tenían por considerar que por allí merodeaban fantasmas.
Tal vez porque las piezas rotas requieren
de nuestra imaginación para juntarlas y armarlas de nuevo, las ruinas siempre
han estado asociadas con el ocultismo y los sueños.
Descubriendo
el pasado
Los antiguos poetas hebreos
hallaron inspiración en las ruinas de Sumeria, Asiria y Babilonia.
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IMAGES Roma ha sido una fascinación constante en los artistas que han volcado
su oficio a las ruinas.
Contaron historias acerca de la
ira de Dios, de la torre de Babel y de Sodoma y Gomorra para explicar las
ruinas que todavía marcaban el suelo.
En el primer milenio, las ruinas
tomaron un papel predominante especialmente en la poesía del mundo árabe.
En esos poemas, escritos por
poetas preislámicos como
Tarafa e Imru' al-Qais, las
ruinas son objetos espectrales y efímeros, como en las palabras de Tarafa:
"Aparecen y desaparecen, como el trazo de un tatuaje en el dorso de la
mano".
En tanto, descripciones
medievales de las ruinas de la Edad de Piedra en lo que es hoy Reino Unido
hablan de lugares asociados a la magia y las leyendas arturianas.
La primera descripción que se
tiene de Stonehenge, por
ejemplo, señala que el sitio fue construido por el mago Merlín con la ayuda de
los gigantes.
Pero la representación artística
real de las ruinas comenzó en el Renacimiento. En este período en el que
floreció el arte y la ciencia, las ruinas de las antiguas civilizaciones se
convirtieron en un símbolo de ilustración y en repositorios de un conocimiento
perdido.
Image caption Un dibujo de un libro de
anatomía de 1543 muestra al cuerpo humano frente a unas ruinas, que eran vistas
en ese entonces como un signo de decadencia. Crédito foto: Wikipedia
El mayor atractivo para los
artistas fascinados por las ruinas durante este período fueron los restos
desmoronados de Roma. Los pintores viajaban en masa a pintar el Foro y el
Coliseo, el Panteón y la vía Apia.
Imaginación
al vuelo
Las primeras representaciones
fueron bastante realistas, pero poco a poco la imaginación de los artistas
comenzó a tomar vuelo.
Frustrados por la distancia real
que existía entre los hitos históricos desperdigados por Roma, artistas
como Panini comenzaron a
incluir en sus dibujos algunos "arreglos" —como condensar varios
restos de edificios en un único lugar— que los hacían ver mucho más
deslumbrantes.
Una tendencia que hasta tuvo
nombre propio: capriccio, escenas imaginarias de ruinas y edificios que
guardaban una relación lejana con la realidad.
La asociación primitiva de las
ruinas con los sueños alcanzó así su natural conclusión: los artistas
simplemente comenzaron a imaginar sus propias escenas dentro de las ruinas.
Lo que, por supuesto, llevó a
confusiones.
Uno de los maestros de esos
dibujos irreales pero alucinantes fue Piranesi,
que logró crear imágenes tan llamativas y hermosas de Roma que los turistas que
llegaban a la Ciudad Eterna, entre ellos el poeta Goethe, quedaban
decepcionados al descubrir que las ruinas no tenían nada que ver con los
dibujos que habían visto antes de su viaje.
Image caption Los primeros mapas ya
marcaban las ciudades que estaban en ruinas. Crédito foto: Museo Británico.
Pero las ruinas han sido más que
espacios para el romanticismo ocioso.
Mientras algunos imperios
europeos aumentaban su poder durante los siglos XVIII y XIX, muchos sentían que en las ruinas de grandes ciudades
del pasado podían leerse los augurios para el futuro: "Si Roma cayó, ¿por
qué no le puede pasar lo mismo a Londres
o París?"
Uno de esos ejemplos es el pintor
francés Hubert Robert, famoso por pintar sobre las ruinas de Roma durante 11
años.
Tras esto, Robert regresó a París
y apuntó su imaginación hacia su propia ciudad. Uno de sus cuadros más famosos
es una pintura del museo del Louvre en ruinas.
La tendencia se replicó pronto.
En 1872, el famoso grabado de Gustavo Doré "The New Zealander" mostraba a un turista del futuro
observando las ruinas de Londres, como en ese tiempo hacían los visitantes con
las ruinas de Roma.
Image caption En el siglo XX, los pintores
comenzaron a mostrar las ruinas producidas por el horror de la guerra. Crédito
foto: Tate.
Pero esa premonición de avistar
las propias ruinas se haría realidad también por esa época: en 1865, la ciudad
de Richmond, en Virginia, sería arrasada por las llamas iniciadas por el
ejército confederado en retirada durante la Guerra Civil estadounidense.
Las imágenes de la devastación,
las primeras fotografías de unas ruinas durante una guerra, serían el aperitivo
de lo que vendría después en ciudades como Dresden, en Alemania, la japonesa
Hiroshima o Estalingrado, Rusia.
Pasado
y profecía
Mientras las bombas caían sobre
las ciudades europeas durante las dos guerras mundiales, las pinturas sobre las
ruinas tomaban un nuevo camino: la expresión del horror.
Pintores como Graham Sutherland y John Pipper documentaron
los destrozos del bombardeo alemán en varias ciudades británicas, utilizando
técnicas modernistas para expresar la oscuridad de la nueva era bélica.
Antes de la Primera Guerra
Mundial, el artista australiano Arthur
Streeton pasó gran parte de vida dibujando ruinas como el
castillo Corfe, en Dorset,
Reino Unido.
Pintaba las ruinas antiguas como
partes sólidas del paisaje, como una presencia tranquilizadora.
Image caption Esta es otra muestra de cómo
las ruinas eran mostradas de una forma onírica y un poco fantasiosa. Esta es
una obra de Giovanni Paolo Panini. Crédito foto: Wikipedia.
Sin embargo, cuando comenzó a
trabajar como pintor paisajista oficial durante la Gran Guerra, presenció la
devastación de ciudades como Péronne,
cerca del campo de batalla de Somme, y su estilo cambió para siempre.
Sus nuevas pinturas reflejaban
las ciudades destrozadas como entidades fantasmales.
"Las fotos reales de los
campos de batalla son imágenes bastante quietas. No hay mucho para ver, todas
las personas y los objetos están escondidos o camuflados", dijo sobre sus
dibujos.
Actualmente, los artistas continúan
buscando vías para representar las ruinas de nuestras guerras modernas.
Y las ruinas que dejan también
las crisis económicas.
Fotógrafos como Rebecca Lilith Bathoryor, Yves
Marchand y Romain Meffre han
volcado sus lentes hacia lugares vacíos y olvidados en el mundo, una vez más
hallando belleza en el abandono.
Más allá de los cambios en cómo
la gente reacciona e imagina las ruinas a través de los años, la fascinación de
los artistas por ellas nunca se ha desvanecido, tal vez porque esas ruinas nos
hacen sentir conectados con la historia y la memoria cultural.
Mientras las ruinas modernas se
han convertido en un contenedor de recuerdos traumáticos y horrorosos, las del
pasado son espacios donde el tiempo no corre, donde la presencia fantasmal de
la historia se puede sentir y donde los artistas pueden perderse en los sueños.
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