Marcos
Loayza da rienda suelta a la mitología andina en su nuevo filme
Averno, un lugar del imaginario
de los habitantes andinos donde conviven vivos y muertos y donde todo encuentra
su cara opuesta. Muchos han oído nombrarlo, pero muy pocos verlo. Tupah, un
joven lustrabotas, debe hallarlo para rescatar a su tío Jacinto. El director
boliviano Marcos Loayza da
rienda suelta a la mitología andina en su séptimo largometraje. En su nuevo
filme se libera creativamente y propone un viaje al Manqha Pacha, el submundo en la cosmovisión aimara, "pero
que no es el infierno", explica. La noche bohemia y misteriosa de la
ciudad de La Paz, Bolivia, llevará el hilo conductor de esta aventura, que
encontrará al protagonista con leyendas urbanas y los seres mitológicos
andino-amazónicos que merodean las calles de la sede de Gobierno de este país
andino.
Loayza, de amplia trayectoria en
el cine boliviano, trabajó en la creación de Avernodurante 10 años. En
este, su séptimo largometraje, se metió de lleno en el estudio de la
cosmovisión andina. Cuenta que pasó más de dos meses en la Biblioteca Nacional
de la República Argentina, allá por 2007, revisando material bibliográfico.
Además se nutrió del relato oral de especialistas en la materia, cuentos,
leyendas y el Vocabulario de la Lengua Aymara (1612),
del sacerdote jesuita Ludovico Bertonio, para tratar de encontrar el
subconsciente de los andes. “Ha sido un trabajo de investigación y también de
cariño. Fue como armar un rompecabezas. He tenido que llenar una cantidad de
piezas vacías y después se han ido juntando”, explica el director.
Veintitrés años han pasado desde
que Loayza hiciera su debut en la dirección con Cuestión de Fe, película con la que fue reconocido en festivales
como los de Biarritz, La Habana y Cartagena, en Francia, Cuba y Colombia,
respectivamente. Después del primer pase que realizó de Averno para invitados, se
encontraba más relajado. No puede encajar a su filme en un solo género, pero
eso no lo estresa. Lo considera en parte como una road movie –un género que ha acompañado a algunas de sus
anteriores producciones–, pero con toques de aventura, terror y elementos
barrocos. Dice que es un largometraje "más ambicioso, más trabajado",
respecto a sus producciones anteriores.
Loayza hace hincapié en las 36
nacionalidades indígenas reconocidas en Bolivia y cómo estas, a pesar de estar
divididas en la parte andina y amazónica, tienen muchas coincidencias. Fue así
que dio con las criaturas mitológicas que retrata en su filme. Personajes como
el anchuanchu (una
divinidad que habita en el subsuelo y las tinieblas), el kusillo (personaje mítico de
apariencia bufonesca), o las kataris
(serpientes en aimara, identificadas en el mundo andino con la luz) se juntan
con la noche y la vida bohemia de La Paz.
El fallecido escritor paceño
Víctor Hugo Viscarra, en su obra Borracho
estaba, pero me acuerdo – Memorias de
Víctor Hugo, recuerda a El Averno, el verdadero y mítico bar, así: “Es una
de las cantinas con categoría, en sus buenos tiempos era una verdadera antesala
del infierno, allí hubieron infinidad de asaltos, violaciones y peleas, atracos
y uno que otro asesinato (…) Don Víctor, dueño de El Averno, se esmeró en
decorar apropiadamente su local haciendo pintar en sus paredes escenas sacadas
de la Divina Comedia”.
Un
espejo distorsionado
Parte del reto y desafío de
Loayza y su equipo fue recrear estos sitios que ya no existen, pero que se
mantienen como leyendas urbanas en el imaginario colectivo. Uno de los aciertos
del director es mantener este misticismo mágico gracias a una destacada
dirección de arte y búsqueda de locaciones. "Se han recreado una cantidad
de lugares a partir de cierta información que había en la literatura y en gran
parte en la imaginación, para que quede esa incertidumbre, para que el
espectador no sepa dónde se encuentra", agrega Loayza.
La propuesta fantasiosa, según
cuenta el realizador, también se nutre de obras cinematográficas como El mago de Oz y literarias
como Alicia en el país de las
maravillas. "Generalmente en todas mis películas yo ponía un espejo de
la realidad al espectador para que se pueda reconocer. Este es un espejo
totalmente distorsionado, que no te muestra la realidad, sino más bien los
sueños del espectador o le invita a hacer eso", afirma el director.
Con Averno, Loayza se aleja de lo que había hecho tradicionalmente en
su filmografía. Eso le ha permitido sentirse "liberado", sin temor a
lo que pueda opinar la gente. "Tenía un cine muy contenido. He dado un
giro porque he empezado a prodigarme, llevar todo hacia fuera sin mayores
miedos", añade el realizador paceño.
Loayza apostó por el estreno
primero en Bolivia, antes de pensar en llevar su filme por eventos
cinematográficos en el extranjero. Cree que antes los festivales necesitaban de
los directores y las películas, ahora es al revés. Y eso "no le agrada del
todo". Prefiere que Averno pueda
tener su propio público y que vaya a las citas que mejor le puedan convenir.
Averno, como muchas
otras producciones de países que no tienen una industria cinematográfica
consolidada, batalló con el tema presupuestario. Es un mal recurrente que
continúa afectando a las producciones bolivianas, según Loayza. "Este no
es un país para artistas. La idea es que la sociedad, el Estado —en todas sus
instancias—, pueda valorar el arte y dejen de pensar que es un gasto. Cuando
eso pueda cambiar, va a ser el paso más importante para la cultura y el cine
nacional", finaliza.
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