Lliuya pretende que una empresa
que emite gases contaminantes que, según él, afectan a su valle de los Andes le
pague una indemnización por los daños
Berlín 13 NOV 2017 - 20:51 CET
El agricultor peruano Saúl
Luciano Lliuya espera al inicio de su juicio contra la compañía energética
alemana RWE en el Tribunal Supremo Regional de Hamm (Alemania). FRIEDEMANN
VOGEL EFE
La lucha de Saúl Luciano Lliuya
es la de David contra Goliat. La de un campesino de los Andes peruanos contra
una gran compañía eléctrica alemana. Pero es sobre todo, la vivencia de un
habitante del planeta más al que el cambio climático amenaza su modo de vida y
que ha acabado convertido en un referente de la llamada justicia climática.
Lliuya ha comparecido este lunes ante la corte de Hamm, en el noroeste de
Alemania, donde ha logrado superar un nuevo escalón judicial en busca de
compensación por parte de un gran emisor de gases contaminantes, para paliar
los estragos que el calentamiento del planeta está causando en su valle.
“Vivo en la Cordillera Blanca y
allí, el deshielo de los glaciares es imparable y eso es muy peligroso”,
explica por teléfono desde el norte de Alemania Lliuya, campesino y guía de
alta montaña de 38 años. Por su profesión observa a diario el medio natural del
que vive y en el que se mueve. Asegura que los cambios de los que ha sido
testigo a lo largo de su vida son “preocupantes”. Si mira un poco más atrás, su
realidad se vuelve casi irreconocible. “Mi padre me explicaba cómo era la
cordillera, los animales que había, la producción y la diferencia con la
situación de ahora es enorme. Si desaparecen los glaciares, va a haber un importante
problema de falta de agua y las lagunas se van a desbordar provocando
inundaciones”, estima Lliuya, quien busca en los tribunales ayuda para costear
obras para prevenir desbordamientos de agua.
De
que el cambio climático está provocando desde hace años daños tangibles en todo
el planeta abunda a estas alturas la certeza científica. El paso que
aspira a dar sin embargo Lliuya es un terreno mucho más inexplorado. Porque
probar que las emisiones que provoca la mayor empresa productora de
electricidad de Alemania tienen un impacto concreto, en este caso en el
deshielo andino, se perfila complejo. Hacerlo en los tribunales parecería a
primera vista misión imposible. La corte de Hamm sin embargo, ha considerado la
demanda “coherente”, según el comunicado posterior a la audiencia y se
pronunciará sobre la probable apertura de la fase probatoria a finales de mes.
“Es un precedente muy
importante”, estima Noah Walker, un antropólogo que ha viajado con Lliuya desde
Perú para asesorarle y que se muestra optimista ante lo que considera un revés
judicial para la compañía en un caso que dura ya dos años, apadrinado por Germanwatch, una ONG alemana. Si en la
primera instancia, un tribunal de Essen desestimó la demanda, ahora, en la fase
de apelación, los jueces han decidido de momento seguir adelante con el
proceso. Walker reconoce sin embargo que la fase de pruebas va a ser complicada
y que serán peritos independientes como geólogos y científicos climáticos los
que tengan que desplazarse hasta Huaraz para hacer las mediciones.
Causa-efecto
Desde RWE, la gran eléctrica
alemana, un portavoz explica que ellos no dudan de que “el cambio climático es
una realidad contra la que luchamos” y de que “el señor Luciano está sufriendo
a causa de ello”, pero también cree el representante de RWE Guido Steffen que
“el cambio climático es un fenómeno demasiado complejo, que depende de muchos
factores como para encontrar una causa-efecto con una sola empresa”. “Todos
contribuimos a las emisiones y eso supondría que todos podríamos acusar a
todos. A una aerolínea, a una empresa de transportes…”.
A dos horas en coche de la sala
en la que Lliuya defendía su caso, representantes del mundo entero se reunían en Bonn en la
conferencia del clima de Naciones Unidas que pretende sentar las bases
para aplicar el Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático. Allí, por
la vía política reman en la misma dirección que el campesino peruano para
buscar soluciones, pero también para convencer a los inconvencibles de que la
pasividad no es una opción. “Yo lo que quiero es que se frene el cambio
climático”, concluye Lliuya.
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