domingo, 26 de noviembre de 2017

Gasoducto del Sur: un proyecto que comienza a oxidarse


Postergaciones. Traer el gas para el sur se ha vuelto un dolor de cabeza. Después de 10 años, el proyecto sufrió una nueva estocada con el anuncio del Gobierno de relicitarlo a fines del próximo año.

26 Nov 2017 | 6:25 h
Abandonado. En Pampallaqta (Cusco) se encuentran en deplorables condiciones los ductos que llevarían el gas natural a la zona sur del Perú. Foto: Melissa Valdivia

Redacción:
Luis Alvarez

Emiliano Ccasa tiene 47 años. Vive en la comunidad de Pampallaqta, a dos horas de la ciudad de Cusco, donde están tendidos dos kilómetros de las tuberías. Ductos que iban a transportar el gas natural de la selva de Camisea a los puertos de Arequipa y Moquegua para la fabricación de energía. Desde que se predecía la cancelación del contrato al consorcio constructor, Gasoducto Sur Peruano (GSP) integrado por las empresas Odebrecht, Graña y Montero y Enagás, los trabajos comenzaron a abandonarse.


Ccasa trabajaba en la obra, tenía un ingreso económico mensual. “Solo nos dijeron que había problemas con el Gobierno. No pensé que nos despidieran tan pronto”, señaló.

Justo Rosas vive en la provincia cusqueña de Calca. Ahí Odebrecht montó un campamento para la obra. Desde ese lugar se trasladaban decenas de obreros a Pampallaqta. Rosas se encargaba de hacerles movilidad en su vehículo. “A mí también me perjudicó la paralización”, agregó. Los despidos han sido el primer impacto de la suspensión de este megaproyecto que tenía previsto generar más de 2 mil 500 empleos directos y más de 6 mil indirectos en las regiones por donde recorrería el ducto: Cusco, Arequipa y Moquegua. Representaba el 50% de la ejecución de obras de infraestructura en el sur.

Diez años de mecidas

Con el reciente anuncio de la ministra de Energía y Minas, Cayetana Aljovín, para postergar la nueva licitación a fines del 2018 (el plazo inicial era inicios del próximo año) algunos analistas ya dudan de que se concrete el proyecto. El especialista en temas energéticos Carlos Gordillo Andia sostiene que las mecidas se remontan a hace diez años. Recordó que el gobierno aprista de Alan García firmó el contrato con Kuntur para hacer la obra, pero esta empresa no era especialista en el rubro. Además se dudaba de su solvencia económica. La obra tenía un costo de casi US$ 1.400 millones y lo asumirían ellos.

Sin embargo, una de sus grandes dificultades eran las reservas. Comprometido el gas para la exportación y el mercado limeño, Alan García solo había asegurado un millón de Trillones de Pies Cúbicos (TCF). Cantidad insuficiente pues el proyecto del sur necesitaba por lo menos de 5. En el gobierno de Humala se inició la renegociación del contrato para liberar el Lote 88 de los compromisos de exportación. Esto se logró, pero nuevos nubarrones asomarían en el frente. Pese a que Ollanta Humala hizo una inauguración simbólica en marzo del 2012, colocando un tubo en la plaza de Quillabamba (Cusco), meses después hubo cambio de planes. Kuntur pretendía que el gobierno le preste el dinero para empezar los trabajos hasta que encuentre aval de los bancos. No era la única dificultad.

El gasoducto encareció a más de US$ 5 mil millones. La razón, planteaban un proyecto integral para tener gas domiciliario, vehicular, abastecer a la industria petroquímica y trasladar líquidos.

El humalismo preparó un globo de ensayo que reventó en el camino. Propuso un ducto de Ica para transportar solo etano a los puertos del sur. La iniciativa recibió duras críticas. Con el etano solo se pretendía hacer una petroquímica y no masificar el consumo domiciliario.

Después de marchas y contramarchas, el 23 de julio del 2014 el gobierno firma un contrato con el consorcio Gasoducto Sur Peruano que tenía como finalidad transportar el gas para la generación de energía eléctrica en dos plantas termoeléctricas ubicadas en Mollendo e Ilo. Cabe recordar que estas obras ya están listas. La obra iba a costar US$ 7 mil 400 millones para una longitud de 1.050 kilómetros desde Malvinas hasta Ilo. “No se contemplaban los gasoductos regionales, solo la troncal”, refiere Gordillo. La inversión servirían también para el mantenimiento y supervisión del GSP durante el tiempo de la concesión (34 años).

Estallada la corrupción del caso Lava Jato, Odebrecht no pudo conseguir dinero para continuar la obra. Ningún banco quería prestarle plata y el actual gobierno canceló el contrato. Actualmente, una comisión define si el avance de la obra tiene 35% como lo sostienen los constructores.

Entre Pampallaqta y Acchahuata (Calca) existe un tramo de dos kilómetros donde los tubos ya están soldados pero comienzan a oxidarse, como la ilusión de los sureños de beneficiarse también de un combustible barato para impulsar su desarrollo. La única alternativa es el gas virtual, el traslado del combustible de Ica en camiones. En Arequipa, Moquegua y Tacna ya existe una infraestructura desarrollada pero para un consumo muy limitado.



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