El director Andrés
Ramírez presenta un documental sobre la vida del fallecido rapero aimara
Abraham Bojórquez
De la felicidad a la
tristeza existen apenas unos minutos de diferencia. Primero se puede ver al
rapero boliviano Abraham Bojórquez, líder y vocalista de la banda de hip hop
Ukamau y ké (así es y qué), como telonero de la banda Bersuit Vergarabat en 2008. El cantante oriundo de La
Paz se ve exaltado ante las miles de personas frente al escenario. Esa noche
interpretó una versión en aimara de uno de los éxitos de la agrupación
argentina. Gustavo Cordera, el entonces vocalista, despide a Bojórquez con un
abrazo efusivo. En la siguiente imagen solo hay llanto y desconsuelo. Menos de
un año después, el espíritu de quien fuera considerado el pionero del hip hop andino y aimara ha
pasado a la otra vida.
Así presenta el
director ecuatoriano y amigo íntimo de Bojórquez, Andrés Ramírez, el documental Ukamau y ké. Un filme que trata de
saldar las cuentas pendientes y revisar la amistad de ambos, además de abordar
las convicciones del rapero boliviano desde el activismo musical como
herramienta social. El director inició con el proyecto en 2012. Cinco años
fueron necesarios para terminar la producción, colectando fondos, endeudándose
y poniendo de su propio bolsillo. La película tuvo dos presentaciones
especiales en La Paz, Bolivia, y ahora se prepara para encontrar su camino en
festivales y citas cinematográficas en el extranjero.
Bojórquez falleció en
2009, a sus 27 años, atropellado en la caótica urbe de El Alto. Fue difícil
para Ramírez no poder asistir a su funeral. El realizador ecuatoriano cuenta
que se sentía en deuda con su amigo por no haber estado cerca el día de su
entierro. Narrativamente la película da la sensación de que existe un vacío,
algo inconcluso respecto a la vida del rapero boliviano y las personas que lo
conocieron.
Volver a hablar de
Bojórquez y su obra fue para muchas personas, según el realizador, un
catalizador que les permitió expresar sentimientos que quedaron pendientes.
“Creo que en definitiva es un compromiso para seguir adelante. Con Abraham
existían profundos compromisos, sociales y políticos y espirituales también,
con nuestra gente, con su música. Lo que el hablaba en su música era eso, un
compromiso con su pueblo”, explica Ramírez vía telefónica.
Bojórquez, huérfano de
madre y al cuidado de un padre alcoholico, sobrevivió en la calle. Fue llevado
a sus 11 años a São Paulo para trabajar en un taller de costura en condiciones
de casi esclavitud, según explicó él mismo en varias entrevistas. Fue ahí donde
entró al mundo del hip hop, gracias a los jóvenes de las favelas. El rapero
boliviano, aparte de Bersuit Vergarabat, compartió escenario con Manu Chao.
En
2006 publicó su disco debut, Para la
raza, que hacía énfasis en el uso de sonidos propios de Bolivia, mezclados
con bajos de jazz y su lírica rebelde reivindicando el orgullo de su
ascendencia aimara. “Hay que estar orgullosos de ser hijos de pollera [vestido
utilizado por las mujeres mestizas], de ser hijos de mineros, de campesinos, de
fabriles, soy orgulloso de eso. Cuando me dicen indio, me siento orgulloso,
porque eso es Bolivia, nada más. Hay que sacar la raza adelante”, afirmaba
Bojórquez en una entrevista.
Un
gran esfuerzo de búsqueda
El documental funciona,
explica Ramírez, como un referente para que las personas que no conocieron a
Bojórquez puedan descubrir su obra. El director da un toque de atención a las
autoridades bolivianas del área cultural, ya que no apoyaron al proyecto en
ninguna de sus etapas. Ahora, les pide colaboración para distribuir y difundir
el documental. “Es una suerte de documento histórico. Abraham es un patrimonio
de Bolivia, fue un líder nato, con una energía muy especial, alguien que
trascendió el tiempo, que supo encaminar su color, su historia, para hacer algo
por los demás. Ese es el camino de la película”, precisa el también rapero
ecuatoriano.
La película también se
apoya en el basto archivo que existe de entrevistas e intervenciones que
Bojórquez realizó en vida. Para Ramírez fue un gran esfuerzo poder acceder a
todos esos materiales. A sus grabaciones propias, le añadió videos
proporcionados por familiares, conocidos y por el centro cultural Wayna Tambo, una institución que
frecuentaba el rapero paceño. “El indicio fue saber que ya había un material
audiovisual en el mundo. Se podía ordenarlo, recuperarlo. Fue una locura de
cinco años”, agrega el director.
Ramírez considera que
el discurso de Bojórquez está más vigente que nunca. En tiempos de Donald
Trump, supremacía entre razas e intolerancia, la idea de levantar la voz,
reivindicar la interculturalidad y defender las diferencias de las personas es
un mensaje que él siempre sostenía. “Es una visión que él tenía [Bojórquez].
Daba un mensaje que reta a muchos en el poder, e incluso a muchas practicas
cotidianas que no nos permiten avanzar hacia una sociedad más justa. Lo que
podemos hacer a través del hip hop es amplificar las voces, hacerlas llegar a
mayores lugares y seguir creyendo que podemos cambiar las cosas”, finaliza.
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