Fotografía:
Juan Zapata / Wayka.
Frente
a la violación ocurrida durante los Censos Nacionales, la población manifestó
su indignación mediante el hashtag #PerúPaísDeVioladores, evidenciando la cruda
realidad de nuestro país: Perú ocupa el tercer lugar en casos de violación
sexual a nivel mundial.
Por Servicios
Educativos Rurales (SER)
26 de octubre, 2017.-
No hay día en nuestro país en que una mujer no sea violentada o no sea violada.
No importa la edad, ni el lugar en el que viva. Tampoco si tiene o no tiene
ingresos. El hecho es tan cotidiano que ya no sorprende. Sencillamente ocurre y
se convierte en parte de un largo vía crucis que miles de mujeres peruanas
viven, y se hace más duro aún por la indiferencia de la sociedad y el maltrato
de los funcionarios del Estado que en vez de atender a las víctimas, las acusan
de ser las causantes de su tragedia.
Es en ese escenario en
el que la violación de una empadronadora del INEI en pleno desarrollo de los
Censos Nacionales ha generado una reacción en cadena, no solo entre quienes
vienen luchando por la implementación de políticas públicas que prevengan la
violencia contra la mujer, sino también en la ciudadanía que siente que ha
llegado la hora de cambiar las cosas. Lo lamentable es que hasta el día de hoy
existe un sector que se resiste a aceptar que esta violencia requiere de una
política de Estado y pretende ignorar lo que los hechos y la magnitud de las
cifras muestran de forma irrefutable: no hay mujer peruana que no esté expuesta
a las agresiones. Todas lo están.
Hay quienes argumentan
que esta violencia la cometen hombres “enfermos” que no pueden controlar sus
impulsos sexuales frente a mujeres que “los tientan con sus encantos” o “los
seducen”, o que inclusive “consienten la relación”, entre otras cincuenta
razones más que reducen todo al plano de los deseos. Quienes sostienen estas
posiciones niegan de plano que la violencia de género es la expresión de
relaciones inequitativas de poder en una sociedad como la nuestra, que
privilegia a los varones subordinando a las mujeres. Relaciones jerárquicas que
se asientan sobre un machismo profundamente arraigado donde los hombres se
sienten los dueños de las mujeres y por tanto pueden disponer de ellas como
mejor les plazca. Así somos parte de una cultura de la violación, instalada y
normalizada: desde el acoso que no se percibe como tal, la exposición de las
mujeres como objetos en los medios o la manera en que se culpabiliza a las
víctimas, entre otras.
En Noticias SER
consideramos que la resistencia a enfrentar el problema de la violencia contra
la mujer es ante todo un problema político, porque cualquier política pública
que busque prevenirla o enfrentarla, pone en cuestión los cimientos de una
sociedad jerárquica que considera que la vida de los peruanos vale más que la
vida de las peruanas. Y esto implica enfrentar a sectores profundamente
conservadores y autoritarios que enarbolan las banderas contra las políticas
que buscan reducir la desigualdad entre hombres y mujeres. Contra esa coalición
de poderes eclesiásticos, políticos y empresariales que con sus acciones se
hacen cómplices de violadores, acosadores y agresores, es contra quienes
seguiremos dando la batalla.
#PerúPaísDeVioladores
es un llamado urgente al Estado y a la sociedad en su conjunto.
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Editorial del boletín
de Servicios Educativos Rurales (SER), publicado el 25 de octubre.
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