Este artículo es parte
de la cobertura de IPS sobre el Día Internacional de las Mujeres Rurales, el 15
de octubre
Por Mariela Jara
Por Mariela Jara
Bonificia
Huamán, segunda a la izquierda, realiza una faena comunal junto a otras
mujeres, en Llullucha, una comunidad quechua situada a 3.553 metros sobre el
nivel del mar donde 80 familias se dedican a la agricultura de subsistencia,
venciendo al inclemente clima en la región andina de Cusco, en Perú. Crédito:
Mariela Jara/IPS
LIMA,
10 oct 2017 (IPS) - En una remota localidad de los
Andes peruanos, Bonificia Huamán logró vencer las inclemencias climáticas con
un pequeño vivero, en el que cosecha hortalizas a 3.533 metros sobre el nivel
del mar. Gracias a ello, mejoró la alimentación de su familia, algo de lo que
se siente muy orgullosa.
La contrapartida es que
Alina, su segunda hija, de 17 años, dejó la escuela antes de terminar la
educación secundaria para apoyarla con la enorme carga de trabajo que como jefa
de hogar asume cada día en su unidad agrícola y en el cuidado de su familia. Es
el sustento de tres hijas y un hijo, además de un nieto de la hija mayor.
“Mucho dinero cuesta la
escuela, el uniforme, los útiles, no me alcanza”, explicó con tristeza Huamán,
de 47 años, a IPS, durante una jornada compartida con ella y otras productoras
agrícolas en Llullucha, donde viven unas 80 familias quechuas, dentro del
municipio rural de Ocongate , en el suroriental departamento de Cusco.
“Los Estados de la
región deben asumir nuestra existencia como mujeres indígenas rurales y tomar
las medidas para que se cumplan nuestros derechos en todos los espacios donde
nos desenvolvemos. Y para eso hay que romper con las barreras del patriarcado”:
Ketty Marcelo.
“Esta es una realidad
de las mujeres rurales de América Latina frente a la que los gobiernos tendrían
que actuar con mayor énfasis para avanzar hacia el desarrollo sostenible, que
es un compromiso de los Estados de la región”, señaló a IPS la
representante en Perú de la Organización de Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO), María Elena Rojas.
En este 15 de
octubre, Día
Internacional de las Mujeres Rurales, el acceso a educación de calidad, a
los recursos productivos, a la capacitación técnica y a la participación, son
parte de los desafíos comunes de las mujeres rurales latinoamericanas para
cerrar las persistentes brechas de género y desarrollar todo su potencial en
igualdad de condiciones.
“Mujeres rurales,
mujeres con derechos”, es el lema de la campaña que impulsa la FAO en la región
con ocasión de esta fecha instaurada en 2008 por Naciones Unidas, una jornada
antes del Día Mundial de la Alimentación.
La iniciativa que se
extenderá hasta el mes de noviembre, se enmarca en los Objetivos
de Desarrollo Sostenible (ODS), cuyo número cinco es el de la igualdad
de género, y donde la paridad de oportunidades para hombres y mujeres atraviesa
también los otros 16.
Se estima que en la
región con algo más de 640 millones de personas, 48 por ciento de la población
rural es femenina, lo que equivale a 60,5 millones de mujeres.
De ellas, 40 por ciento
se encuentra en pobreza, la que se profundiza por los efectos del cambio
climático en la agricultura, actividad de la que dependen, y que impactan en su
salud, bienestar y seguridad, según estudios de
la FAO.
Pese a su trabajo
productivo y sus labores para sustentar la vida como la crianza, asegurar el
alimento, y cuidar enfermos, no reciben remuneración y carecen de ingresos
propios, se resalta.
María
Elena Rojas, representante en Perú de la FAO, en su oficina en Lima, ante una
imagen de una mujer andina arando la tierra y con un documento en sus manos,
con el significativo título de “Mujeres rurales, mujeres con derechos”.
Crédito: Mariela Jara/IPS
Bolivia, donde según
el Instituto Nacional de
Estadística viven en zonas rurales 1,6 millones de mujeres, es uno de
los países latinoamericanos donde se registra una feminización de la
agricultura.
“Con su trabajo estas
mujeres producen cerca de la mitad de los alimentos que consumimos en el país”,
indicó Wilfredo Valle, responsable del área de planificación en el boliviano y
no gubernamental Centro de Capacitación y Servicio para la Mujer (Cecasem).
En diálogo con IPS
desde La Paz, agregó que pese a ser un pilar de la productividad en el campo,
ellas no son remuneradas. Y que cuando generan algunos ingresos, no intervienen
en la estructura del presupuesto familiar, que sigue siendo definida por los
hombres. Esta situación es un obstáculo para salir del círculo de pobreza.
A este problema se suma
el desigual acceso de las mujeres a la propiedad y uso de las tierras. Las
estadísticas de la región dan cuenta que los campos a su cargo son de menor
extensión, pobre nivel productivo y con inseguridad jurídica.
El III Censo Nacional
Agropecuario de Ecuador registra que solo 45,4 por ciento de las unidades de
producción agrícola son conducidas por mujeres, las que en 62,8 por ciento de
los casos tienen una extensión menor a las dos hectáreas.
Esta tendencia
inequitativa en el acceso y control de los recursos productivos se manifiesta
también en Perú, donde según cifras oficiales las mujeres rurales están a cargo
de predios de 1,8 hectáreas en promedio, mientras que los hombres manejan
extensiones de tres hectáreas.
¿Cómo iniciar la ruta
para enfrentar la complejidad de discriminaciones que enfrentan las mujeres
rurales? Para Ketty Marcelo, del pueblo amazónico asháninka y presidenta de la
Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú, es
necesario partir por reconocerlas como sujetas de derechos.
“Los Estados de la
región deben asumir nuestra existencia como mujeres indígenas rurales y tomar
las medidas para que se cumplan nuestros derechos en todos los espacios donde
nos desenvolvemos. Y para eso hay que romper con las barreras del patriarcado”,
señaló a IPS esta lideresa originaria de la comunidad de Pucharini, en la selva
central peruana.
Agricultoras
de la localidad rural de Tapila Florida, en el departamento boliviano de La
Paz, venden sus productos recién cosechados en un centro de acopio, gracias al
apoyo del Centro de Capacitación y Servicio para la Mujer para que desarrollen
la agroecología. Crédito: Cortesía de Cecasem
A su juicio, la
Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, con sus ODS y las metas incluidas
dentro de ellos para lograr la igualdad de género, es un mandato para los
Estados, pero es también un doble reto para las mujeres rurales de la región.
“Nosotras somos
invisibilizadas y será necesario mucha incidencia para que se evidencien
nuestros problemas; los ODS son una oportunidad para colocar nuestras agendas
en las políticas nacionales”, precisó.
En esa línea, el
boliviano Valle dio prioridad a tres desafíos para el Estado en el marco del
cumplimiento de los ODS.
Son ellos: “mejorar los
índices de alfabetización de las mujeres rurales porque a mayor educación menor
discriminación, garantizar su acceso y titulación de tierras, y asegurarles una
vida libre de violencia”.
América Latina y el
Caribe, considerada la región más desigual del mundo, cuenta con la Agenda
Regional de Género para 2030, establecida en 2016 por la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (Cepal).
Constituye una hoja de
ruta, destaca la Cepal, para que los Estados cumplan con los derechos
humanos de las mujeres “independientemente de su edad, sus ingresos, su
orientación sexual, su identidad de género, los territorios en los que viven,
su condición migratoria, étnica y racial, y su capacidad física y mental”.
Está además en
concordancia con los ODS y a través del cumplimiento de sus 10 ejes debe situar
a la igualdad de género en el centro del desarrollo sostenible.
Pese a que existe en la
región un marco normativo internacional que ha aterrizado en planes y políticas
nacionales orientadas a alcanzar justamente el ODS referido a la igualdad de
género, urgen acciones para hacer una realidad este derecho humano de las
mujeres rurales, coincidieron los especialistas.
“La Agenda 2030 le da a
los países la oportunidad de empoderar a las niñas y mujeres, erradicar el
analfabetismo, asegurarles títulos de propiedad y créditos, para que
desarrollen su potencial, salgan de la pobreza y ejerzan plenamente cada uno de
sus derechos”, analizó Rojas, de la FAO.
“Las brechas las
conocemos pero falta que las políticas públicas las visibilicen”, remarcó. Para
eso, detalló, “se necesita trabajar las estadísticas con enfoque de
género para que las intervenciones estatales contribuyan realmente a mejorar la
realidad de las mujeres rurales”.
Una mezcla de voluntad
política y fortalecimiento de las capacidades institucionales que transformaría
las vidas de las mujeres rurales de la región, como Bonifica Huamán y su hija
Alina, en el sur andino peruano, para que el disfrute de sus derechos llegue a
ser un ejercicio cotidiano.
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Editado por Estrella
Gutiérrez
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