domingo, 29 de octubre de 2017

Familias pequeñas con grandes problemas


Ocho de cada diez núcleos monoparentales están formados por madres solas con hijos



Las mujeres sostienen la mitad del cielo, porque con la otra mano sostienen la mitad del mundo” decía Mao Zedong. Quizá el líder comunista chino se quedó algo corto. Las familias monoparentales, formadas en un 80% por mujeres, ya son 1,9 millones de los hogares según el INE, y son las que más crecen en España. De hecho son las únicas que aumentan tras el colectivo de mayores de 65 años. Con rentas menores, tienen más dificultades para llegar a fin de mes, pero empiezan a salir del anonimato para las empresas, porque representan un 10,7% de los hogares y cada año arañan unas décimas a ese porcentaje. Sin apenas atención por parte de las políticas públicas, el colectivo soporta importantes cargas y figura en todos los estudios como una masa social heterogénea especialmente vulnerable por tener, normalmente, una única fuente de ingresos y muchos problemas. “Ni siquiera poseen una definición legal clara, al contrario de lo que ocurre con las familias numerosas”, lamenta María García, presidenta de la fundación Isadora Duncan, una entidad nacional que defiende los intereses de este colectivo.

LUIS TINOCO

Los hogares monoparentales (o monomarentales), formados por una persona adulta con uno o más hijos a cargo, tienen en su origen realidades muy diferentes, como el fallecimiento de la pareja, una ruptura o, en una minoría de casos, la elección individual de asumir en solitario la maternidad. Según el último informe Foessa elaborado por Cáritas, mientras que la exclusión social afecta al 21,9% de las familias de forma global, este porcentaje se eleva al 34% de los hogares monoparentales cuya sustentadora principal es una mujer. El informe Arope (At Risk of Poverty and Exclusion) presentado el mes pasado eleva ese porcentaje a la mitad.

Las empresas, sin embargo, se están dando cuenta de que no pueden ignorar las necesidades de personas que viven una realidad distinta a la mayoritaria. “Me ocurrió personalmente: hace diez años era un padre divorciado con hijos. Cuando llegaba el fin de semana no sabía qué hacer”, narra Ernesto Daubar, fundador de la agencia Contuhijo. Creó grupos de Yahoo, movilizó a todos sus contactos y en un par de días cientos de personas se habían apuntado a sus planes de viajes para familias monoparentales. “Hoy somos la principal mayorista de viajes con niños, organizamos más de 10.000 al año”. El 65% de sus clientes son mujeres solas con menores a cargo.

Nuevas viviendas

Desde el sector inmobiliario las cosas también se empiezan a ver de forma muy distinta. “Detectamos que hay una multitud de fórmulas diferentes porque las familias están cambiando. En la época del boom, de 2000 a 2007, a medida que aumentaba el precio del metro cuadrado las casas se iban reduciendo. Llegamos a tener una sobreproducción de pisos pequeños, incluso de un dormitorio. Ahora se está regulando la oferta con la demanda. La mayoría de las personas solas con hijos no quieren viviendas de una habitación y demandan pisos de dos y tres habitaciones”, explica Rubén Cózar, director del área residencial de Foro Consultores. La empresa de estudios de mercado Kantar WorldPanel ha analizado al detalle los pasos de las madres y padres solos. Sus hogares son responsables del 5,9% del gasto en el segmento de gran consumo, con un desembolso medio anual de 3.944 euros frente a una media de 4.155 de los hogares en general. Realizan unas 226 compras al año en el supermercado, 24 menos que el global, y son el cliente más interesante para lo que se conoce como tiendas de surtido corto (supermercados con descuento tipo Dia, Lidl o Aldi).

EL PUNTO MÁS DÉBIL, LOS NIÑOS

Varios estudios señalan que la posibilidad de que los hijos de familias monoparentales caigan en la pobreza es muy superior al del conjunto de familias. Pero eso no ha hecho reaccionar a los poderes públicos. “El Estado de Bienestar español no dispone de suficientes mecanismos para evitar situaciones de pobreza infantil. Pero además, una vez que los niños están en situación de pobreza (sea cual sea su hogar y situación) les va a costar más salir que a los niños de otros países europeos”, señalaba esta semana Irene Lebrusán, investigadora del departamento de Sociología de la Complutense, en un artículo publicado en el foro de análisis Agenda Pública. Piensa que “hay cierta resistencia a creer que 70.510 personas residen en viviendas que no tienen acceso al agua corriente, que 39.766 mayores de 65 años no tienen inodoro en el interior de su vivienda o que haya crecido en un 56% el número de hogares conformados por dos adultos y dos niños que viven con menos de 700 euros al mes”.

En Ikea también lo tienen muy estudiado. “Somos una marca para todo el mundo, así que nos interesan las familias monoparentales porque viven de forma muy diferente”. Ana García, responsable de Investigación de la marca sueca en España, asegura que constituyen un nuevo patrón de consumo. “Por ejemplo, hay personas que no tienen toda la semana a los niños, sino en ciertos momentos, y necesitan soluciones distintas y flexibles”, como camas que se escondan o muebles que se transformen en mesas de trabajo o comedores. La empresa organiza entre 20 y 40 visitas anuales a las casas de sus clientes cerca de los 16 centros que tiene en España. “Se ven variaciones bastante importantes de situaciones de vida”, añade Manuel Delgado, responsable de Interiorismo. Por descontado, una familia de la cuenca minera asturiana tiene necesidades distintas que otra de los suburbios de Madrid. Pero algunos aspectos son comunes. “Los lugares donde poder compartir momentos, ya sea jugando, comiendo o leyendo, son muy importantes”.

El problema es de tiempo, o más bien de la falta de él. Raúl Flores, miembro del equipo de estudios de Foessa, recuerda que la alta precariedad laboral que hay en España se ensaña con los hogares de una sola madre o padre. “Con eso me refiero a la intermitencia de los trabajos, a las jornadas partidas… Estas familias tienen menos capacidad de resistencia y adaptación”. Desde Randstad Research, su director Valentín Bote asiente. “Solicitan empleos que permitan una flexibilidad de horarios, que tengan jornada parcial o admitan jornada reducida. Pero vivimos en un país con unas reglas laborales donde la interpretación del concepto de empleo es binaria: a jornada completa o nada. Hace falta desarrollar muchas más opciones. Porque se puede trabajar de manera presencial, a distancia, durante unos cuantos días a la semana… de muchas formas”.

Por desgracia la realidad es otra muy distinta. Susana García, nombre ficticio, sabe perfectamente que sin un empleo por horas no va a poder atender a su bebé de pocos meses. Comparte un piso con otras mujeres gracias a un programa de la Cruz Roja y el Ayuntamiento de Móstoles. “A veces tengo que llevarme a la niña al baño para no perderla de vista mientras me ducho a toda prisa”. Una de sus compañeras de piso, nigeriana, tiene dos carreras y habla perfectamente inglés, pero mientras tramitan sus papeles no puede acceder al mercado laboral. También es madre, igual que la tercera integrante de la vivienda, que tiene contrato indefinido por el que ingresa, con pagas prorrateadas, unos 900 euros mensuales para atender a sus dos niños. La guardería donde deja a los menores para ir a trabajar (pública) tiene unos gastos de 247 con comedor (una comida al día). Por un piso en alquiler en Madrid le han llegado a pedir un depósito de 3.000 euros, aval, un año de contrato, seguro de impago y 1.800 euros de nómina. “Incluso los movimientos de mi cuenta bancaria de los últimos tres meses”, relata con impotencia. “Y el alquiler de una habitación es prácticamente imposible si tienes hijos”. Más allá de opciones, lo que buscan estas tres madres con situaciones económicas distintas son estrategias de subsistencia, porque apenas perciben que las empresas se esfuercen por ofrecerles alternativas. Y a nivel público, las opciones también son muy escasas.“Hay que reforzar las ayudas complementarias”, reclama Arantxa Larriba, de Cruz Roja.

Ayudas escasas

Cada autonomía legisla en función de sus necesidades, pero el resultado es que las ayudas son dispersas. En Aragón hay subvenciones específicas para alquiler, pero la demanda supera con creces la oferta. Cataluña expide un carné de familia monoparental que otorga algunas ventajas fiscales y bonificaciones: es la única comunidad que reconode al colectivo como un grupo. En otras comunidades también hay ayudas aisladas, al igual que en los Ayuntamientos. El de Madrid rebajó esta semana un 30% el precio de las instalaciones deportivas para las familias monoparentales, que pagarán casi 25 euros menos al mes. El de Valencia facilita el alquiler de viviendas sociales. Empresas como Bankia también lo tienen en cuenta a la hora de otorgar becas.

Cuanto más vulnerable es un colectivo, más susceptible de ser víctima de abusos. En la fundación Isadora Duncan tienen un programa específico de educación financiera por el que han pasado 6.000 mujeres con cargas familiares. “Hay muchos problemas de desinformación, la gente no sabe que tiene derecho a muchas cosas pero no sabe dónde ni como exigirlas. Ocurre con el consumo y las tarjetas revolving: ciertas empresas de distribución las han suministrado a personas que no podrían hacer frente a los intereses que supone un impago”, detalla un portavoz. También habla de graves problemas añadidos para muchas personas que han recurrido a micropréstamos con intereses de usura; de impagos de hipotecas y de crecientes dificultades para soportar los cada vez más altos costes de la energía.

“Tenemos que hacer un esfuerzo mayor”, reconoce desde CC OO su secretaria de Mujeres e Igualdad, Elena Blasco. “El trabajo que aportan las mujeres a todo el sistema económico del país es un elemento fundamental para que el resto de las personas puedan desempeñar otras tareas, y eso hay que reconocerlo”. Opina que el problema de los núcleos monoparentales hay que abordarlo con políticas trasversales, sociales, económicas y laborales. “Hay medidas, como la renta mínima garantizada, que facilitan el camino”.

Pero incluso desde la calle se cuestionan cómo están diseñados los subsidios. Volviendo al piso de la Cruz Roja de Móstoles: la mujer con contrato indefinido se vio en la encrucijada de aceptar la renta de inserción de poco más de 400 euros y trabajar en la economía sumergida o renunciar a la ayuda. “Muchas personas eligen la primera opción”, confiesa. Desde el sindicato, Blasco reconoce que el trabajo remunerado dificulta el acceso a las ayudas tal y como están concebidas actualmente.

En UGT, su vicesecretaria Cristina Antoñanzas tira de estadística. “Dos de cada tres familias monoparentales están compuestas por una madre y un solo hijo. A las dificultades que tenemos por ser mujeres se añaden los problemas derivados de esa situación. De hecho, el 31% de la renta mínima de inserción la perciben en hogares monoparentales”. Para ella todo se resume en algo que no se lleva a la práctica: una política social “más firme y coherente. Tenemos un montón de prestaciones, pero tenemos que mejorar la protección. Las medidas deberían alcanzar a todos los miembros de la familia, teniendo en cuenta la carencia de recursos, la intensidad de las cargas que soportan… las personas que cobran prestación no pueden verse abocadas al trabajo sumergido”.

Raúl Flores recuerda que en Cáritas atendieron el año pasado a casi 1,8 millones de personas. “De todas ellas observamos que dos tercios eran hogares con cargas familiares. Los monomarentales se encontraban en peor situación”. Otra vez, cuestión de dinero. “La etapa de crianza incrementa los costes. Un solo salario no suele ser suficiente”. Señala el mismo obstáculo con la renta de inserción. “El problema es cómo se ha legislado, haciéndola incompatible con cualquier otro ingreso. Hemos creado sistema que está dificultando la aceptación de trabajos formales. Estamos empujando a la gente a la economía informal, donde no se respetan los derechos”. Su receta pasa por afrontar el problema desde un punto de vista global. “Desde Cáritas apostamos por ayuda generalizada y universal en la etapa de crianza. No es lo mismo un hijo que cuatro, un progenitor que dos, cada ayuda debería estar adaptada a cada uno de los hogares”.

El problema de este colectivo silencioso se hace cada vez más grande. Para elaborar el informe Monomarentalidad y empleo presentado hace algunos días, la fundación Adecco entrevistó a casi medio millar de mujeres. La mitad estaban en paro o trabajaban en negro; el 65% tenían dificultades para llegar a fin de mes; tres de cada cuatro han tenido que reducir gastos fijos en casa y el 37% no puede mantener el hogar a una temperatura adecuada. Pero solo un tercio recibe algún tipo de prestación, mientras que el 67% ya ha agotado todas las posibles ayudas. El desempleo tiende a cronificarse: el 53% superaba los dos años en paro mientras que un 16% llevaba entre uno y dos años en esa situación.

Lacra del paro crónico

Francisco Mesonero, director de la fundación Adecco, apunta a que el desempleo de larga duración es un indicador del elevado riesgo de exclusión que planea sobre el colectivo y habla de los dañinos tics culturales que se manifiestan en forma de prejuicios. “Se tiende a pensar que, por el cuidado de sus hijos, el compromiso con la empresa de una mujer será menor y causarán una mayor rotación y absentismo. Sin embargo la tendencia es justo la contraria, pues precisamente por sus hijos sabrán aprovechar la oportunidad laboral y su compromiso será el doble”. Eso sin contar con que la exclusión del mercado laboral de las madres que cuidan solas de su familia es una enorme pérdida para la competitividad de la economía. “La solución pasa por flexibilizar el mercado, reforzando las medidas de conciliación, especialmente en aquellos sectores que tradicionalmente emplean más a mujeres”, aseguró durante la presentación del documento.

De la estadística forman parte otro grupo de mujeres, por ahora minoritario, que han elegido su camino solas y que a menudo cuentan con economías más desahogadas, lo que no significa que tengan que superar obstáculos diarios. Desde el ámbito académico, un estudio de la Universidad Complutense señalaba hace unos años la “invisibilización” de las madres solteras por elección en la medida que “no responden a las condiciones socioeconómicas, psicológicas y demográficas atribuidas a la mayoría de esas familias”. María García también señala lo negativo de ese sesgo. “El problema de las familias monoparentales siempre se aborda desde la óptica de la pobreza absoluta”, pero como señalan desde el ámbito académico, hay situaciones que conllevan “cierto empoderamiento que, precisamente, permite la elección de un determinado proyecto de vida, lo que no quiere decir que deban quedar apartadas de las políticas públicas”.


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