Ceferina Banquez es una
de las últimas voces de la tradición afro del caribe colombiano
Bogotá 26 AGO 2017 - 19:01 CEST
Ceferina
Banquez, cantadora del caribe colombiano. MARÍA FERNANDA CARRILLO
Ceferina Banquez lleva
72 años sintiendo el bullerengue. Lo lleva en la sangre porque nació en familia
de cantadoras del caribe colombiano. A los nueve años hizo su primera
composición sin saber leer ni escribir. Ella compone en la cabeza. “Yo me
levanto pensando en algo y me van saliendo los versos”, dice un día antes de
presentarse en el festival de música Colombia al parque,
en Bogotá. “Yo represento a la tradición de cantadoras del caribe, aunque cada
vez seamos menos”. No cree que el legado se mantenga, no ve niñas soñando con
ser cantadoras. “Ahora crecen escuchando reguetón, no les gusta esto",
apunta.
Banquez es una
de las ocho millones de víctimas del conflicto en Colombia. Su nombre figura en la abultada lista de
desplazados por la violencia. “Nos tocó irnos para que no nos mataran”. Los
paramilitares la obligaron a agarrar a sus seis hijos y salir corriendo de
Montes de María. Encontró un trabajo en un pueblo a unas horas de su casa y se
dedicó por varios años a recoger pepas de corozo. No cantaba en público porque
se había cansado de hacerlo gratis y necesitaba dinero para levantar a sus
hijos. Su primer esposo murió y del segundo se separó porque le prohibía que
estuviera en fiestas, cantando. "Me decía que las cantadoras siempre
terminaban enamoradas del tamborero, no le gustaba que yo estuviera en esos
bailes". Ella prefirió quedarse con el bullerengue. “Yo sabía que esto me
iba a hacer feliz para siempre, él tal vez no”, afirma convencida. Desde el
2010 de vez en cuando abandona sus jornadas en los sembrados de maíz, yuca,
plátano y ñame para subirse a un escenario. La primera vez fue en el
emblemático teatro Heredia de Cartagena. “La música me hizo olvidar el pasado,
fue como volver a empezar”, dice.
Perdió la cuenta de las
personas de su entorno que fueron asesinadas por la violencia paramilitar que
se ensañó con el caribe. Sus letras son un lamento a lo que vivió su pueblo. Su
canto es memoria. A comienzos de agosto su nombre apareció en varios periódicos
mexicanos porque fue la protagonista del documental Cantadora: memoria de vida y muerte en Colombia, producido por la
UNAM. Ceferina es una de las mujeres que personifica la resistencia de los
pueblos afro y la importancia de la mujer en la construcción de memoria. Estuvo
en México para hablar de su raza, de la marca que dejó la guerra y de cómo
trata de sanar el dolor a través de su voz.
Pasaron varios años
antes de poder regresar a su pueblo. A veces dudó si podría volverlo a hacer.
Tuvo que esperar a que el grupo armado que lo tenía tomado entregara las armas
para volver a recorrer los caminos en donde nacieron sus primeras
composiciones. “Tenía que regresar al origen, a la tierra en donde nací”. Su
voz representa una parte de la historia del país. La diosa del bullerengue, Petrona Martínez, más de una vez ha destacado la
versatilidad de sus letras. Ceferina Banquez fue nombrada reina del Festival de
bullerengue de Maríalabaja en el año 2009 y es considerada una maestra. Habla
del bullerengue sentao, el chalupiao y el fandango. “Una cantadora tradicional
se reconoce si maneja esos tres tonos”, explica. Agradece haber podido volver a
su tierra y descansa cuando piensa que ni la violencia ni la imposición
machista que le prohibía cantar, la detuvieron. Ha grabado dos discos y es
invitada frecuente a festivales folclóricos. “Esto era lo que yo quería. A mí
el bullerengue se me metió cuando era niña y nunca se me salió”.
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