Nalu
Faria
Las mujeres están demostrando una
fuerte capacidad de resistencia y movilización frente a la contra-ofensiva de
la derecha en todo el continente. En muchos países, miles de mujeres se
movilizaron en octubre de 2016, en adhesión al Paro de Mujeres en Argentina,
como protesta por el femicidio de Lucía Pérez. Fueron grandes manifestaciones
en respuesta a la violencia patriarcal como dimensión estructurante del actual
modelo. En enero de 2017, el mundo entero fue impactado por la fuerza de la
movilización de la Marcha de las Mujeres en Estados Unidos protestando contra
la posesión de Trump y sus políticas. Hay un amplio reconocimiento del
protagonismo de las mujeres en la resistencia al golpe en Brasil, y a la agenda
de retrocesos impuesta desde entonces.
Recomposición
de las fuerzas conservadoras
Vivimos un momento complejo y aún
no es posible tener una caracterización nítida. Hay un proceso de disputa,
donde inclusive en el campo de la derecha se enfrentan propuestas sobre los
sentidos de la recomposición frente a la crisis global del capitalismo. En
particular, en América Latina y el Caribe, se trata de una reacción
conservadora a los procesos de cambio impulsados en la región desde hace más de
una década. La agenda conservadora que hoy es aliada de la contraofensiva
neoliberal, se inició incluso con ataques a la agenda feminista, por ejemplo,
con la cuestión de la ideología de género utilizada para imponer retrocesos.
Los sectores conservadores e incluso fundamentalistas están organizados, pero
encuentran la resistencia de sólidos movimientos sociales.
Evidentemente la situación de
nuestra región tiene que ser mirada a partir del proceso que se ha desarrollado
en los últimos 20 años. En él hay que destacar la lucha contra el
neoliberalismo hegemónico en los años 90 y las alternativas impulsadas a partir
de lo que se conoció como el ciclo de gobiernos progresistas en los años 2000.
La dimensión del feminismo es
bastante paradigmática. Fue en la resistencia al neoliberalismo que se dio una
recomposición de espacios en el movimiento feminista, rompiendo la hegemonía de
un proceso de institucionalización y pérdida de radicalidad que marcó a este
movimiento en los años 1990.
Las mujeres se posicionaron con
más fuerza en el debate económico e impulsaron una lucha articulada contra la
mercantilización del cuerpo y de la vida de las mujeres. Esta lucha se basó en
la auto-organización, en la reanudación de la movilización en las calles, en
prácticas feministas de ocupación de espacios públicos y en las alianzas con
los movimientos sociales.
Toda la lucha contra el ALCA y el
neoliberalismo significó mucho en la construcción de una fuerza común,
auto-organizada, articulada desde el ámbito local, pasando por lo regional e
internacional. Esta es una marca de la recomposición de un campo feminista y
anticapitalista en aquel momento y que dio base a la agenda que fue
implementada en la región por los llamados gobiernos progresistas.
Los cambios concretos en la vida
de las mujeres en síntesis fueron: 1) disminuyó la desigualdad económica y se
amplió la autonomía de las mujeres; 2) hubo un impacto positivo en la
representación de las mujeres en la política, por la presencia de las presidentas
y las ministras, y los liderazgos sociales; y 3) se definieron instrumentos de
institucionalización de las políticas para la igualdad de las mujeres dentro de
los gobiernos, con legislaciones, políticas y programas específicos,
articulados por procesos participativos.
Estas cuestiones confluyeron con
la trayectoria de crecimiento de la organización de las mujeres quienes se
vieron cada vez más como sujetos activos. La participación de las mujeres
creció, incluso en temas conflictivos y contradictorios de las políticas de
tales gobiernos, como por ejemplo en la agenda de despenalización y
legalización del aborto. Otra contradicción marcada fue que no se interrumpió
la ofensiva de las empresas transnacionales sobre los territorios en todo el
continente, frente a la cual hubo un crecimiento de la resistencia de las
mujeres, así como el aumento de la criminalización e incluso el asesinato de
mujeres líderes.
Ampliación
del feminismo frente a la reacción patriarcal
Es innegable que hoy hay una
ampliación del enraizamiento del feminismo en varios sectores. Esta se ha
convertido en una agenda general en la sociedad y no sólo de los movimientos
feministas organizados. Hay una multiplicidad de agendas y sectores, pero
también hay sentidos comunes y convergentes, como por ejemplo, en el
reconocimiento: de la dimensión patriarcal y racista del capitalismo, de la
necesidad de enfrentar los rasgos androcéntricos del actual modelo, de la
importancia de defender la diversidad y disidencia sexual, de la necesidad de
afirmar otros valores y formas más democráticas y horizontales de ejercer el
poder, así como el reconocimiento de la centralidad de la agenda del cuidado y
de la necesidad de auto-organización de las mujeres.
La lucha contra la violencia
patriarcal aparece como la cuestión que involucra a todas. A primera vista,
podría parecer que es una reedición de una agenda anterior. Pero hubo una
politización en la forma cómo se enfrenta la violencia, marcando su papel
estructurante del modelo de dominación en nuestra región, que no se resuelve
sólo con leyes. Con ello hay una conexión profunda entre las dimensiones
patriarcales, racistas, capitalistas y coloniales de la violencia, que coloca
la centralidad de este enfrentamiento en la lucha antisistémica.
El proceso de reorganización de
la izquierda necesita reconocer la ampliación y la acumulación política del
feminismo y asumirlo como estructurante, y no sólo como una cuestión
identitaria o un tema específico. Esta forma de reducir la lucha de las mujeres
sólo refuerza las visiones de que el feminismo es sólo un estilo de vida, o
concepciones extremadamente liberales y centradas en las decisiones
individuales, sin una perspectiva colectiva y social. Esta visión abre aún más
espacio para los intentos de los sectores dominantes y del mercado de maquillar
su actuación incorporando enunciados de empoderamiento de las mujeres, al
tiempo que impone un patrón de sobreexplotación del trabajo, de violencia
brutal sobre los cuerpos de las mujeres y sobre los territorios de los pueblos.
La incorporación de forma
permanente de la pauta feminista radical y libertaria es una cuestión clave
para que se efectúen los cambios que queremos y para recorrer los caminos de la
igualdad.
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Nalu
Faria es coordindadora de la SOF - Sempreviva Organizacion
Feminista e integrante del Comité Internacional de la Marcha Mundial de las
Mujeres.
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