¿Ha avanzado el mundo en la
erradicación de la miseria y la inseguridad alimentaria? Los Objetivos de
Desarrollo Sostenible pasan examen en la ONU dos años después de su aprobación
La ONU en
Malí implementa un programa de apoyo a campesinas. HARANDANE DICKO (ONU)
Nueva York 12 JUL 2017 - 12:33 CEST
"Es importante tener un
diálogo, no seguir con el 'tenemos que... tenemos que...', y compartir qué se
hace y qué podemos hacer en los próximos 13 años". Gerda Verburg,
coordinadora del Movimiento para Ampliar la Nutrición (Scaling-Up Nutrition
Movement), intentó que el examen al que se sometía este lunes la lucha global
contra el hambre en la ONU fuera, en realidad, una discusión espontánea en la
que se compartieran experiencias concretas, distintas de los tradicionales —y
muy parecidos entre sí— discursos oficiales en estas citas internacionales.
"Responda desde el corazón, no lea la respuesta que tiene escrita
previamente", llegó a pedir la moderadora a unos de los participantes en
la sesión del Foro Político de Alto Nivel en la que se escrutaba el progreso en
la erradicación de la inseguridad alimentaria. Su empeño en que los
representantes de los Estados, instituciones de la ONU y la sociedad civil se
salieran de su guion fue prácticamente en vano.
Durante la sesión matinal previa,
en la que se revisó el progreso hacia el objetivo de pobreza cero para 2030, la
tónica de las declaraciones, por momentos autocomplacientes y
autopromocionales, no fue diferente. Sin embargo, se dieron datos y lanzaron
mensajes que dejaron una fotografía de cuál es la situación de los dos
objetivos a examen dos años después de que se aprobara la Agenda 2030 de
Desarrollo Sostenible, que debe guiar la acción internacional hacia un mundo
más igualitario y justo.
767
millones de pobres, muy pobres
Stefan Schweinfest, director de
la división estadística del departamento de asuntos económicos y sociales de la
ONU (DESA, por sus siglas en inglés) fue el encargado de resumir algunos de los
datos recogidos en el informe anual de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
"Pese a los avances, todavía 767 millones de personas viven en situación
de pobreza extrema", señaló. La cifra significa que en 2013 (último año
disponible) el 11% de la población mundial sobrevivía con menos de 1,90 dólares
al día, mientras que en 1999 la tasa de miseria alcazaba el 23% (1.700 millones
de seres humanos). El progreso no se puede imputar todavía, por falta de
información actualizada, a las medidas tomadas por los países para conseguir el
primero de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): erradicar la
pobreza extrema.
Desgranó Schweinfest los
números para destacar que tener un empleo no saca de pobres a muchos. En 2016,
el 10% de los trabajadores del mundo no ganaba más de 1,90 dólares al día por
cada miembro de su familia. "La gente joven es la más afectada. El 15% de
los trabajadores jóvenes son extremadamente pobres, frente al 7% de los
adultos", profundizó. En este sentido, Deborah Greenfield, directora
adjunta de políticas de la Organización Internacional del Trabajo, puso el dedo
en la llaga de quienes defienden que cualquier empleo es mejor que ninguno para
salir de la precaridad: "No solo hay que crear empleo, sino que tiene que
ser decente. En algunas partes del mundo, el trabajo informal representa el
80%. Además, la productividad crece más que los salarios".
"El salario mínimo debería
ser con el que se puede vivir", solicitó en su turno de palabra el
representante del Grupo de Trabajadores y Sindicatos, Wellington Chibebe. Lo
que, de cumplirse, no eximiría a los Estados de proveer de la debida protección
social a los ciudadanos más vulnerables. Una asignatura pendiente, como
demostró Schweinfest: en 2016, recibieron algún tipo de prestación pública
apenas el 22% de los desempleados del mundo, el 28% de las personas con
discapacidades importantes, el 30% de los niños y el 41% de las mujeres durante
su baja de maternidad.
Además de los mencionados, el
acceso a educación de calidad hasta el más alto nivel es otro de los requisitos
para acabar con la miseria, según lo debatido. Lo decía Nelson Mandela, al que
muchos citaron en la sala: "Es a través de la educación como la hija de un
campesino puede convertirse en una médica, el hijo de un minero puede
convertirse en el jefe de la mina, o el hijo de trabajadores agrícolas puede
llegar a ser presidente de una gran nación". El ejemplo de que la célebre
frase es cierta es Suiza. "El país era pobre hace 100 años, ¿cómo llego a
convertirse en uno de los que tienen mayor PIB? ¿Y cómo podemos acelerar la
consecución del Objetivo 1 (erradicar la pobreza extrema)? La respuesta es la
misma: educación, educación y educación", relató la representante suiza en
el turno de palabra del público.
Se recordó además que la agenda
es universal por lo que, aunque 10 países concentran dos tercios de la pobreza
extrema, los ricos y de renta media también están llamados a combatir este
problema dentro de sus fronteras. "No somos inmunes a la pobreza. Una de
cada ocho personas vive en esta situación en Suiza", reconoció la
representante del país. Y los que salen de ella están en alto riesgo de volver
a caer si no acceden a instrumentos de protección social o servicios públicos
básicos. Mecanismos, en definitiva, que palíen las dificultades que enfrentan
grupos desfavorecidos o vulnerables —niños, mujeres, jóvenes, personas con
discapacidad, minorías discriminadas— para dejar de ser los miserables de
siempre.
Por parte de la FAO, su portavoz
subrayó un punto que adquiriría especial relevancia en la siguiente mesa.
"El 80% de los pobres vive en zonas rurales. La agricultura es el
principal empleador de los pobres, por lo que para apoyarles tenemos que
invertir en ella. Tenemos que asegurar el acceso a recursos productivos, al
mercado... Tenemos que darles voz", resumió.
793
millones de personas se levantan hoy sin saber si van a comer
La primera sesión de debate en
torno al ODS 1 se quedó en una exposición de datos y de los "tenemos
que..." que Gerda Verburg trató de evitar durante la mesa dedicada a la
revisión del Objetivo número dos que ella moderó. Con los datos del último
informe de seguimiento de los ODS sobre la mesa, la división estadística de la
ONU advirtió que, de seguir el ritmo actual en la reducción del hambre, no se
conseguirá alcanzar el objetivo de erradicarla para 2030.
En el mundo, la proporción de
personas subalimentadas disminuyó del 15% en el período de 2000 a 2002 al 11%
en el que va de 2014 a 2016. Alrededor de 793 millones de personas se levantan
hoy sin saber si van a poder comer durante el día y, seguramente, no lo hagan
en cantidad suficiente. Cuando esto sucede día tras día, los niños más pequeños
corren el riesgo de sufrir desnutrición crónica y retraso en el
crecimiento. En 2016, unos 155 millones de menores de cinco años eran
demasiado pequeños para su edad como consecuencia de la falta de nutrientes de
manera prolongada que tiene que ver con la privación de alimentos, pero también
con un reducido acceso a agua y saneamiento adecuados que les evitaría
diarreas, así como a atención médica en caso de enfermedad. Y ya no hay vuelta
atrás, las consecuencias son irreversibles: desde la baja estatura
hasta la menor capacidad para estudiar o trabajar. La tarea es urgente y los
progresos no van tan rápido como se había planificado, pues se ha pasado de una
tasa de desnutrición crónica del 33% en 2000 al 23% en 2016.
¿Cómo acelerar el proceso? La
agricultura es, como observó la estadista de la ONU en su exposición de datos,
"uno de los mecanismos más efectivos para reducir la pobreza y el
hambre". "Sabemos lo que hay hacer, ¿qué está fallando,
entonces?", preguntó la moderadora. La respuesta más contundente la
obtuvo de Elizabeth Mpofu, coordinadora de La Vía Campesina en Zimbabue.
"Se está metiendo el vino viejo en nuevas botellas", dijo. "Es
el momento de acabar con el business as usual. Lo que dicen los ODS
es magnífico, pero ¿se corresponde con lo que vemos en terreno? Se dice que
nadie debe ser abandonado, pero ¿cuántos campesinos son despojados de sus
tierras? Somos testigos de privatizaciones, de recortes en temas sociales o
programas contra el hambre", denunció. Su propuesta: "Tenemos que
encontrar el modo de redistribuir el bienestar".
Los ponentes y las decenas de
intervinientes del público coincidieron con Mpofu en el fondo de su discurso y
fueron muchos los que reclamaron una "transformación" del sistema
agrícola y de la economía en general. Ese cambio requiere de mayor apoyo a los
pequeños productores para que tengan acceso y derecho a la tierra, las
semillas, el agua y el mercado. Además de tomar medidas para mitigar los
efectos del cambio climático que tanto les afectan, así como los conflictos a
quienes viven inmersos en ellos y ven truncada su actividad agrícola. De no
hacerlo, la FAO vaticina malas noticias: "Los avances realizados podrían
estar en riesgo".
Y vienen (o ya han llegado)
nuevos retos, como la obesidad. Este problema, bien instalado en sociedades
avanzadas y en proceso de expansión por los países menos desarrollados, es uno
de los principales factores de riesgo de enfermedades no transmisibles
(diabetes, cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, entre otros). Cerca de
1.900 millones de adultos de 18 o más años tienen sobrepeso en el mundo, de los
cuales más de 600 millones son obesos, según las últimas estimaciones de
la Organización Mundial
de la Salud (OMS). "¿Qué están haciendo para enfrentar el
problema de la obesidad?", interpeló Gerda Verburg a la portavoz de
Estados Unidos justo antes de su intervención que versó sobre el compromiso de
su país con las naciones subsaharianas más necesitadas. Quizá todavía, el país
norteamericano no haya llegado todavía al "tenemos que..." cuando ya
va siendo hora de pasar al "hemos llevado a cabo". Al menos,
ese es el clamor desde que se aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible
en septiembre de 2015. Ya entonces, el mismo día de la Cumbre en la que se ratificaron, la primera ministra
noruega, Erna Solberg, citó un tema de Elvis Presley en su discurso para pedir
“menos conversación y más acción”.
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