Dominic Frisby
Escritor especializado en
Economía
9 julio 2017
GETTY IMAGES Quizás habría que
seguir el ejemplo de la Antigua Grecia también en esto.
Imagínate
un impuesto progresivo. En otras palabras, un impuesto para quienes tienen más
capacidad de pagar; un impuesto que los ricos no tratan de evadir sino que
pagan voluntariamente más de lo que les corresponde legalmente; un impuesto que
se gaste en lo que desee la persona que lo pagó; un impuesto que implique poca
burocracia.
Tenemos mucho que agradecerle a
los antiguos griegos, desde las matemáticas a la ciencia, el teatro y la
filosofía. Añádele el sistema de impuestos -o más bien, la falta de ese
sistema- a la lista.
Los griegos clasificaban los
impuestos en el campo de la ética: la libertad o el despotismo de una sociedad
podían medirse de acuerdo a su sistema impositivo.
Lo admirable no es tanto la forma
en que gravaban, sino que no lo hacían.
No había impuesto sobre la renta.
Los gravámenes no eran el camino por el cual era compartida la riqueza de los
acaudalados con el pueblo. Eso se hacía por medio de una alternativa voluntaria: la liturgia.
GETTY IMAGES Prometeo, el que
está representado en la estatua dorada del Centro Rockefeller de Nueva York,
dio el ejemplo dándole a la humanidad el fuego.
La palabra liturgia -del griego
antiguo leitourgia- significa 'servicio público' o 'trabajo de la gente'.
La
idea de caridad estaba incrustada en la psique griega antigua y
tenía raíces en la mitología.
El titán Prometeo creó a la
humanidad y fue su mayor benefactor, dándole el don del fuego, que se robó del
Monte Olimpo.
La diosa Atenea le dio a la
ciudadanía el olivo, símbolo de paz y prosperidad, y por eso le pusieron su
nombre a la ciudad de Atenas.
UNIVERSAL HISTORY ARCHIVE Atenea
compitiendo con Poseidón por el honor de convertirse en patrón de la ciudad de
Atenas, ella con su olivo y él con su tridente.
El filósofo Aristóteles desarrolló el tema.
Su 'hombre magnífico' dio grandes
sumas de dinero a la comunidad. Los pobres nunca podrían ser 'magníficos'
porque no tienen los medios financieros.
Pero, "la verdadera riqueza
consiste en hacer el bien", sostenía Aristóteles en "El arte de la
retórica": en dar dinero y regalos, y ayudar a otros a mantenerse.
El médico Hipócrates, el fundador de la medicina,
también creía en esa responsabilidad social, y le aconsejaba a sus homólogos: 'A veces den sus servicios a cambio de nada,
recordando algún favor anterior o una satisfacción actual. Y si hay una
oportunidad de servir a extraños en difícil situación financiera, asístelos
adecuadamente a todos'.
GETTY IMAGES Para Aristóteles, la
riqueza verdadera era hacer el bien.
Tal vez la ciudad necesitaba
algún tipo de mejora en sus infraestructuras, un nuevo puente, por ejemplo.
Quizás se avecinaba una guerra y se requería gasto militar. De pronto se
consideraba necesaria una festividad.
Era entonces cuando llamaban a
los ricos. Se esperaba que no sólo pagaran por el proyecto, sino que lo
llevaran a cabo: era su responsabilidad supervisar la obra en cuestión.
La lógica era
que los ricos debían asumir los gastos de la ciudad, dado
que disfrutaban de una porción desigual de la riqueza de la comunidad.
Las contribuciones no se hacían
cumplir por medio de la ley o la burocracia, sino por la tradición y el
sentimiento público.
La motivación del liturgista era
la benevolencia, el sentido del deber público y -significativamente- la
recompensa de honor y prestigio.
Si una asignación se llevaba a
cabo bien, la posición del patrón entre sus compañeros de élite, así como entre
la gente común, se elevaba.
Mientras que al principio en la
antigua Grecia sólo los guerreros antiguos se podían convertir en 'héroes', más
tarde, los liturgistas podrían
ganar estatus heroico, actuando en interés del público por el
bienestar de los demás.
El resultado fue que muchos
dieron más de lo esperado, tanto como tres o cuatro veces más, lo que está a
años luz de la cultura actual de pagar tan poco como sea legalmente posible.
WIN-INITIATIVE Si la ciudad
necesitaba alguna edificación, llamaban a los ricos.
Los Juegos Panateneas fueron
financiados por los ricos y donados a la ciudad, al igual que el festival
teatral de Dionisia.
La 'coregía' era la encargada de
seleccionar, financiar y entrenar a los equipos de las competiciones atléticas,
dramáticas o musicales en los muchos festivales religiosos en Atenas.
Ser
un corego era un honor. Muchos dieron más que el mínimo
requerido. Al final, compartían los elogios y los premios que ganaban sus
concursantes.
Trípodes de bronce y monumentos
de bronce fueron erigidos -muchos de los cuales sobrevivieron hasta la
actualidad- para conmemorar a los coregos que patrocinaban las mejores obras.
GETTY IMAGES Era cuestión de
ética: los que tenían más, debían dar más. Y ellos también se beneficiaban.
Muchos de las edificaciones de la
antigua Grecia también fueron construidas por benefactores que competían por
honor.
El Stoa Pecile o Pórtico pintado
de Pisianacte en Atenas, donde se enseñaba estoicismo y se exhibían muchas
pinturas, junto con botines de guerra, fue una de ellas.
Muchos trabajos en la Acrópolis,
posiblemente hasta el Partenón, también fueron financiados por la liturgia.
Aunque se carece de pruebas
firmes sobre este último, la escultura crisoelefantina (de marfil y oro) de la
diosa griega Atenea esculpida por Fidias, quien supervisó la construcción del
Partenón en el que se aloja, fue hecha gracias a la liturgia.
La liturgia más prestigiosa e
importante -y, de lejos, la más cara- era la armada, conocida como
'trierarquía'.
El trierarca tenía que construir,
mantener y operar un buque de guerra o 'trirreme'.
GETTY IMAGES Grabado
de tirreme, los barcos de guerra antiguos.
Los trirremes mantenían a la
Marina fuerte y las vías de navegación atenienses libres de piratas. Dado que
Atenas era un centro comercial (de hecho, los impuestos sobre el comercio eran
otra fuente de ingreso público), su papel era esencial.
En muchos casos, también se
esperaba que el trierarca tomara el mando de la nave, a menos de que eligiera
pagar una concesión y dejarle la lucha a un especialista.
Había
entre 300 y 1.200 liturgistas en Atenas -dependiendo de la
necesidad (en tiempos de guerra, el número aumentaba)- y la clase litúrgica era
constantemente renovada.
Los responsables de la liturgia
eran voluntarios en la mayoría de los casos, aunque algunos eran asignados por
el Estado. También había liturgias más y menos grandes, dependiendo de la
riqueza quien prestaba el servicio social.
GETTY IMAGES Patrocinar obras de
teatro en el festival en honor a Dionisio era una manera de ganar apoyo político.
Sin duda el sistema fue explotado
para el beneficio individual, en particular, en términos políticos.
Una de las formas en las que el
joven Pericles dejó su marca, antes de convertirse en general de Atenas, fue
mediante la presentación de la obra de teatro "Los persas de Esquilo"
en el Gran Festival de Dionisia, como una liturgia, para demostrar su gracia.
Su oponente político, Cimón, hizo
lo mismo, y se ganó el favor del público repartiendo generosas porciones de su
considerable fortuna personal.
Los liturgistas que no querían
participar corrían el riesgo de escarnio público.
Pero también había excepciones, en particular para los que
tenían otras liturgias en curso y para quienes anteriormente habían prestado
servicios a la ciudad.
Y había antidosis. Un liturgista podría argumentar que otro ciudadano era
más rico y por lo tanto más capaz de soportar la carga financiera de la
liturgia.
El otro ciudadano entonces tenía
tres opciones: aceptar la liturgia; a someterse a un juicio para que un jurado
determinara quién era el más rico; o intercambiar activos. Es un sistema muy
eficaz para determinar cuán rico es alguien realmente, en vez de aceptar lo que dice ser.
GETTY IMAGES La belleza del
sistema liturgia era que las obras públicas tendían a ser financiadas y
gestionadas por personas con experiencia relevante, no por algún funcionario
estatal menos responsable.
La ventaja del sistema de
liturgia era que tanto la riqueza personal como la experiencia personal eran
compartidas con la comunidad, sin la participación de la burocracia o del
gobierno.
El trabajo tendía a hacerse bien,
porque la reputación del liturgista estaba en juego.
En
esta era de los súper ricos, tal vez es hora de revivir la liturgia. Le
sirvió bien a los antiguos atenienses, y tal vez nos podría funcionar bien a
nosotros.
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