BBC
Adaptación
del documental "Viajes egipcios con Dan Cruickshank"
9
julio 2017
GETTY
IMAGES Akenatón, también conocido como Neferjeperura Amenhotep, Ajenatón,
Akhenatón, Amenhotep IV o Amenofis IV y su esposa Nefertiti.
Desde
el principio de su reinado, el faraón Akenatón y su hermosa esposa Nefertiti
decidieron desafiar todo el sistema de fe del Antiguo Egipto.
Estaban
dispuestos a sacudir las bases mismas de la visión del mundo egipcia. Y sus
ideas llevarían a la nación al borde del abismo.
Empezó
a reinar durante los años dorados del Imperio egipcio, hace casi 3.500 años.
Egipto
era el más rico y poderoso del mundo.
Su
ejército derrotaba a cualquier otro que lo enfrentara; sus cosechas eran
abundantes y su población bien alimentada; sus suntuosos templos y palacios
reales estaban colmados de tesoros y todos estaban convencidos de que su éxito se
debía a que mantenían a los dioses contentos.
Fue
entonces cuando Akenatón llegó al trono con ganas de cambiar una religión de
unos 1.500 años de antigüedad.
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IMAGES Amón-Ra era el rey de los dioses, pero eso no lo protegió de la
modernización que se propuso Akenatón.
Solamente el Sol
La
idea de Akenatón era dramática y revolucionaria: por primera vez en la
historia, un faraón quería reemplazar el panteón de los dioses egipcios con uno
solo, el creador de todo: el Sol o Atón, como se llamaba.
Era el
décimo faraón de la dinastía XVIII de Egipto y reinó empezó alrededor de 1353
a. C., una época que lo que estaba proponiendo era herejía.
Sin
embargo, él era un faraón, un dios viviente y podía cambiar todo: la religión,
la política, el arte y hasta el lenguaje. Y vaya si lo hizo.
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IMAGES El Sol era para la pareja dorada el único dios necesario.
Decretó
que los 2.000 dioses tradicionales que habían protegido a Egipto por más
de mil años quedaban eliminados.
Es
difícil imaginar lo que sintieron los egipcios del común. El concepto debió ser
inconcebible.
Sorprendente
Los
dioses en formas animales y humanas fueron reemplazados por un dios abstracto,
el Sol que iluminaba con sus rayos al rey.
Para
los sacerdotes tradicionales, quienes habían dedicado sus vidas enteras a los
antiguos dioses y habían sido extremadamente poderosos hasta entonces, era
una catástrofe.
Prácticamente
habían gobernado el país y de repente eran redundantes. Akenatón empezó a
adquirir peligrosos enemigos.
Y el
siguiente anuncio de la pareja real fue igual de sorprendente.
Dejarían
la antigua y sagrada ciudad de Tebas, el corazón de toda la nación, y se
dirigirían hacia el norte por el río Nilo en busca de una nueva utopía.
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IMAGES Lúxor, en la ribera del río Nilo, fue construida sobre las ruinas de la
ciudad de Tebas, la capital del Imperio Nuevo de Antiguo Egipto y del IV nomo
(distrito) de Alto Egipto.
Con destino al futuro
Era el
5º año de su reinado, y Akenatón claramente quería romper con el pasado.
A
Nefertiti le dio el título de Gran Esposa Real e igualdad de poderes.
Juntos
viajaron unos 320 kilómetros hasta llegar a lo que en la actualidad es Amarna,
donde construyeron una ciudad.
En una
roca que todavía está en una de las lomas está escrita una proclamación pública
compuesta por Akenatón que explica la razón que lo llevó a escoger precisamente
ese lugar.
Según
dice, el gran dios sol les dijo: "Construyan aquí".
¿Cómo
se los dijo? Con una señal.
El
lugar está rodeado de lomas y en ciertos momentos del año el Sol sale entre una
grieta creando la forma del jeroglífico del horizonte.
Arriba,
la grieta entre las lomas y el Sol saliente. Abajo, el jeroglífico del
horizonte, con el Sol en medio.
Atón,
interpretó el faraón, le estaba indicando dónde debía construir su ciudad
sagrada.
Y así
lo hizo, a una velocidad vertiginosa.
Horizonte
de Atón
Miles
de personas de la lejana Tebas fueron traídas para construir, decorar y
administrar la nueva capital en la que llegaron a vivir hasta 50.000 personas.
Excavaron
pozos, plantaron árboles y jardines; el árido desierto floreció.
Construyeron
casas y palacios bellamente decorados, así como templos al dios único.
La
visión de Akenatón de una utopía religiosa se fue convirtiendo en una
realidad.
La
ciudad a la que llamó Ajetatón -que significa Horizonte de Atón- se volvió el
nuevo corazón político y religioso de la nación, el centro de un nuevo culto.
Ternura
No
sólo la capital y la religión cambiaron.
Su
revolución trajo otras novedades que podemos ver miles de años más tarde.
Grabados que revelan cómo vivía la familia real.
GETTY IMAGES A un
nivel de intimidad no visto antes.
Detallados
grabados encontrados en Amarna revelan cómo vivía la familia real.
Imágenes
como estás muestran a Akenatón y Nefertiti abrazando a sus hijas.
Hasta
entonces, ninguna familia real egipcia había sido retratada mostrando
afecto.
Comparadas
con el arte egipcio anterior, que tiende a tener una cualidad estática y
monumental, como si diseñado para durar una eternidad, estas representaciones
son espontáneas y llenas de vida.
No
sólo eso. Fíjate en esta estatua de Akenatón, una de las pocas que aún existen.
GETTY IMAGES Parecida a las anteriores pero tan
distinta.
La
pose es estándar: de frente, con sus brazos cruzados sosteniendo insignias
reales, la doble corona y falda corta.
Pero
su fisonomía es completamente distinta a la de los faraones que vinieron antes
y después.
Usualmente,
los faraones eran representados de manera que parecieran convencionalmente bien
parecidos, fuertes y varoniles.
Akenatón
por el contrario tiene un rostro estirado, con una nariz alargada que apunta a
su puntiaguda barbilla.
Sus
inusuales labios carnosos le hacen eco a la sensualidad femenina de sus caderas
anchas, mientras que su barriga poco halagüeña cuelga sobre su cinturón.
Es una
pieza de arte sagrado asombrosamente expresionista.
Rezar al aire libre
Otra
forma de demostrar la ruptura con el pasado fue a través de la
arquitectura.
Los
templos tradicionalmente eran cerrados: al entrar al complejo, el piso se
levantaba gradualmente, el techo caía y había muy poca luz.
El
culto al Sol trajo santuarios al aire libre, algo que se hacía antes pero nunca
a tan gran escala.
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IMAGES La pareja real empezó a creer que era divina.
Sin
embargo, eventualmente los únicos fieles que podían entrar en esos templos eran
el faraón y su esposa.
Por
escritos y grabados, sabemos que Akenatón y Nefertiti empezaron a creer que
sólo ellos se podían comunicar con Atón, que Akenatón era el hijo de Dios y
Nefertiti también era divina.
Sus
súbditos tenían que adorarlos como dioses.
Ese
fue el pináculo del fabuloso sueño de la pareja real.
Del
éxtasis a la agonía
Akenatón
había logrado establecer una nueva ciudad, un paraíso religioso en el desierto.
Se
había declarado hijo de Dios y parecía que su revolución religiosa en Egipto
era exitosa.
Pero todo
empezó a derrumbarse.
Sus
súbditos, incluso los que vivían en su ciudad, realmente no habían abandonado a
los otros dioses y el faraón se enteró de la traición.
Ordenó
buscar todas las imágenes de los antiguos dioses y destruirlas, especialmente
las del rey de todos los reyes Amón-Ra.
Si te fijas, la inscripción a la derecha está casi
borrada: esta roca estaba encima de un obelisco de 27 metros de altura. Hasta
allá tuvieron que subir los hombres de Akenatón a borrar el nombre de Amón-Ra.
El
faraón se tornó intolerante. Envió a sus soldados a borrar la memoria de
los dioses en todas sus tierras. A finales de su reinado, su revolución se
amargó.
Además,
como se rehusaba a salir de su amada ciudad, era visto como débil y el país
vulnerable a invasiones.
Tabletas
de arcilla encontradas en Amarna revelan la naturaleza del problema.
La tableta más cercana es la del rey de un estado
vasallo pidiéndole ayuda.
Una de
ellas es del gobernante de uno de los estados vasallos de Akenatón, uno de los
países vecinos protegidos.
Le
ruega al faraón que envíe tropas para ayudarlo a mantener en raya a los
hititas, los archienemigos de Egipto.
"Se
lo pedí pero no me respondió. No me ha mandado la ayuda que necesito", se
queja el gobernante desesperado, en vano, pues Akenatón nunca envió la
ayuda y el estado cayó en manos de los hititas.
Tenía
al ejército estaba demasiado ocupado persiguiendo dioses, aunque Egipto
perdiera territorios, poder, posesiones y su estatus en el mundo.
Eso
era muy grave. Fue entonces cuando sufrió tragedias personales.
Todas
juntas
En las
paredes de la tumba de Akenatón está grabado el drama de la familia.
GETTY IMAGES Muertes en la familia, un golpe que lo
debilitó aún más.
Aunque
están muy dañadas, se puede ver una escena de luto. Una de las princesas murió
y sus padres aparecen llorando.
Eso es
algo sin precedentes: las familias reales nunca mostraban públicamente
emociones.
Hay
además evidencia que indica que Akenatón perdió más de una hija, probablemente
víctimas de la peste, que en esas época arrasaba con el país.
Una
epidemia de ese tipo podía matar al 40% de la población y, como era
el faraón, Akenatón era considerado personalmente responsable por la desgracia.
Era
obvio, para sus súbditos, que la catástrofe se debía a que había ofendido a los
antiguos dioses.
Cuando
parecía que la situación no podía ser peor, perdió a la mujer que lo
acompañó desde el principio: la reina Nefertiti.
GETTY IMAGES Su belleza es legendaria pero también
sus dotes de gobernante. Su nombre Neferu Atón Nefertiti significa "Bondad
de Atón, la bella ha llegado".
Paraíso perdido
El
paraíso de Akenatón estaba al borde del colapso.
Para
sus asesores y cortesanos seguro era un lastre peligroso. El país estaba
perdiendo su riqueza y poderío.
13
años después de la fundación de su ciudad, Akenatón murió.
Hay
quienes creen que fue asesinado para que su reinado terminara.
La
ciudad fue abandonada y más tarde sistemáticamente destruida, borrada de la
memoria, junto con el culto a Atón y el mismo Akenatón, quien por mucho tiempo
fue sólo recordado por ser, probablemente, el padre del gran Tutankamón,
su sucesor.
GETTY IMAGES Tutankamón es quizás el más famoso de
los 170 faraones que se estima gobernaron Egipto.
Fue
Tutankamón quien rescató a los antiguos dioses, y restauró el poder y la
prosperidad de Egipto.
Los
sacerdotes regresaron, más poderosos que nunca. Y la vida volvió a la
normalidad.
Ningún
faraón egipcio volvió jamás a tratar de cambiar el orden establecido o a
desafiar a los dioses.
Los
que vinieron después de Akenatón se esforzaron por destruir cualquier
rastro de él y de su culto hereje.
Sus
estatuas fueron derribadas y, para despojarlas de significado, las piedras de
sus templos usadas como material de construcción de otros nuevos.
Esas
rocas talladas quedaron ocultas para que nadie las volviera a ver.
La
ironía es que eso las preservó para la posteridad: en la década de 1920
empezaron a emerger y mucho de lo que sabemos de Akenatón y el culto de Atón
viene de ellas.
GETTY IMAGES Sólo quedan huellas de la ciudad que
fue el sueño realizado de Akenatón y Nefertiti.
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