13/06/2017
Opinión
Foto:
www.alainet.org
Definitivamente, el futuro de la
alimentación no es lo que era. Al menos en lo que agricultura industrial se
refiere. Monsanto, el villano más conocido de la agricultura transgénica,
podría pronto desaparecer del escenario con ese nombre, si se autoriza su
compra por parte de Bayer –aunque sus intenciones serán las mismas. Las
fusiones Syngenta-ChemChina y DuPont-Dow siguen también bajo escrutinio de las
autoridades anti-monopolio en muchos países. Si se concretan, las tres empresas
resultantes controlarán 60 por ciento del mercado mundial de semillas
comerciales (incluyendo casi 100 por ciento de semillas transgénicas) y 71 por
ciento de los agrotóxicos a nivel global, niveles de concentración que superan
ampliamente las reglas antimonopolio de cualquier país.
Estas megafusiones tendrán muchas
repercusiones negativas a corto plazo: aumento notable de precios de insumos
agrícolas, más disminución de innovación y de variedades a disposición del
mercado, mayores limitaciones al fitomejoramiento público y aumento de
agrotóxicos en los campos –y por tanto en alimentos- para poder seguir
vendiendo semillas transgénicas, aunque hayan provocado resistencia en decenas
de plantas invasoras y haya que subir dosis y agregar mezclas con agroquímicos
aún más tóxicos. Para esas empresas, su mayor negocio es vender veneno, o sea
que si no se lo impiden, este será el curso de acción.
Las fusiones tendrán también
fuertes impactos sobre las economías campesinas y de agricultores familiares, aunque
estos en su mayoría usan sus propias semillas y pocos o ningún insumo químico,
porque el poder de presión de estas megaempresas frente a gobiernos e
instancias internacionales aumentará con su tamaño y por monopolizar los
primeros eslabones de la cadena agroalimentaria. Aumentarán la presión
para obtener leyes de propiedad intelectual más restrictivas; para restringir o
ilegalizar los intercambios de semillas entre campesinos –por ejemplo con
normas “fitosanitarias” y obligación de usar semillas registradas–; para que
los programas para el campo y los créditos agrícolas sean condicionados al uso
de sus insumos y semillas patentadas; para que los gastos en infraestructura y
otras políticas agrícolas beneficien a la agricultura industrial y desplacen a los
campesinos.
Como si no fuera suficiente, hay
otros factores muy preocupantes. La ronda de fusiones no finalizará con esos
movimientos, sino que apenas empieza. Lo que está en juego a mediano plazo es
quién controlará los 400,000 millones de dólares (mdd) de todos los
insumos agrícolas. Actualmente, el valor conjunto del mercado comercial global
de semillas y agrotóxicos es de 97,000 mdd. El resto, tres veces mayor,
está controlado por empresas de maquinaria y fertilizantes, que también se
están consolidando. Las cuatro empresas de maquinaria más grandes (John Deere,
CNH, AGCO, Kubota) ya controlan el 54 por ciento de ese sector.
El sector maquinaria ya no son
simples tractores: han adquirido un alto grado de automatización, integrando
GPS y sensores agrícolas a sus máquinas, drones para riego y
fumigación, tractores no tripulados, así como un acúmulo masivo de datos
satelitales sobre suelos y clima. A su vez, Monsanto y compañía, las seis
grandes “gigantes genéticas”, también se han digitalizado y controlan una
enorme base de datos genómicos de cultivos, microorganismos y plantas de
agro-ecosistemas, además de otras bases de datos relacionados.
Ya existen entre ambos sectores
contratos de colaboración y hasta empresas compartidas para la venta de datos
climáticos y seguros agrícolas. Monsanto, por ejemplo, adquirió en 2012 la
empresa Precision Planting, de instrumentos y sistemas de monitoreo
para “agricultura de precisión”, desde siembra a riego y administración de
agroquímicos. En 2013, compró The Climate Corporation, para registro y
venta de datos climáticos. John Deere acordó posteriormente comprar Precision
Planting a Monsanto, pero las oficinas antimonopolio de Estados Unidos y
luego Brasil, objetaron la compra, por considerar que John Deere pasaría a
controlar un porcentaje monopólico del sector. Aunque finalmente la venta se
canceló en 2017, es una muestra de la tendencia. Existen varias otras empresas
de base digital-instrumental (Precision Hawk, Raven, Sentera, Agribotix)
compartidas o en colaboración entre las transnacionales de maquinaria agrícola
con las de semillas-agrotóxicos. Ver al respecto el documento “Software
contra Hardware” del grupo ETC (http://tinyurl.com/y9dnpano).
Todo indica que las grandes
empresas de maquinaria se moverán para comprar a los gigantes genéticos, luego
de finalizada la primera ronda de fusiones. Esta segunda ronda tiene el
objetivo de imponer una agricultura altamente automatizada, con muy pocos trabajadores,
que ofrecerá a los agricultores un paquete que no podrán rechazar: desde qué
semillas, insumos, maquinaria, datos genómicos y climáticos hasta qué seguros
tendrá que comprar, además de que buscarán que se condicionen los créditos
agrícolas a la adquisición de este nuevo paquete, así como ahora ya se hace con
semillas y agroquímicos.
Es fundamental entender y
denunciar los impactos de las megafusiones desde ya. Muchas organizaciones se
han movilizado para protestar en Estados Unidos, Europa, China, y varios países
de África y América Latina, incluso ante las oficinas anti-monopolio, lo que al
menos ha retrasado su aprobación. De fondo se trata de impedir que los
agronegocios se apropien de todo el campo y la alimentación, también una forma
de proteger la producción campesina y agroecológica, la única forma para poder
comer sano y para la soberanía alimentaria.
- Silvia Ribeiro investigadora
del Grupo ETC
http://www.alainet.org/es/articulo/186139
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