Belén Barreriro, en un momento de
la entrevista.
MANOLO FINISH
MADRID | 8 DE JUNIO DE 2017
Belén Barreiro (Madrid, 1968)
acaba de publicar La sociedad que
seremos (Planeta), un ensayo que desvela el nuevo modelo social, fruto
de los cambios que se han producido en los últimos años. La crisis económica,
el propulsor de cambio social más reciente, y la revolución tecnológica han ido
modificando nuestra forma de vivir y pensar hasta moldear una sociedad que
Barreiro define como cuádruple. Conviven en ella los digitales acomodados, los
digitales empobrecidos, los analógicos acomodados y los analógicos
empobrecidos, encarnados en cuatro “constructos estadísticos”: Miguel, Alicia,
Sabino y Josefa.
Cada uno de ellos es “un
artefacto” nacido de una investigación estadística exhaustiva que combina datos
cuantitativos y cualitativos y permiten ir más allá de los números y tener “una
mente abierta para crear nuevos indicadores que permitan medir mejor la
realidad social”. Así, Miguel es un hombre de 45 años casado y con dos hijos,
típico representante de los digitales acomodados. Vive en un gran ciudad,
tiene un buen trabajo y una buena posición social, está satisfecho con su vida
y es un apasionado de la tecnología. En las últimas elecciones, votó a
Ciudadanos. Alicia tiene 37 y acaba de perder su trabajo como asistente social.
No cobraba mucho pero le encantaba su trabajo. Vive con sus padres --ha roto
con el novio hace nada-- en un barrio periférico de la capital. Usa muchísimo
las redes e internet para intercambiar experiencias con gente que está en su
misma situación, gente que ha perdido calidad de vida y no espera un gran
futuro pero que se resiste a tirar la toalla. Ha votado a Podemos y representa
al grupo de los digitales empobrecidos.
Sabino se acaba de jubilar con 65
años. Tiene ahorros y sus tres hijos han conseguido buenos trabajos gracias a
la educación y a los idiomas que les brindaron. Se siente aliviado con la victoria
del PP aunque no está demasiado satisfecho con la situación del país. Aunque
sigue comprando su periódico en papel de toda la vida, sus hijos le han
iniciado en la tecnología y reconoce que le resulta útil. Por último, Josefa,
de 57 años, está asustada. A su marido le han diagnosticado una enfermedad de
corazón. Tenía que haberse revisado antes pero con tanto trabajo se les ha
pasado. A dos de sus tres hijos no les va mal, pero el mayor, con menos
formación, se ha quedado en el pueblo haciendo chapuzas y no acaba de
asentarse. Josefa sabe por el Telediario que la situación no es buena y eso le
asusta. Cree que el mundo va a peor y que la tecnología nos llevará al
desastre. El móvil que le han regalado sus hijos le sirve para muy poco. Casi
siempre lo olvida al lado del fijo. Ha vuelto a votar al PSOE, su partido desde
la época de Felipe González. Es la analógica empobrecida.
¿Qué
es lo más relevante del cambio vivido en España desde 2008 y desde el 15M en
adelante?
Creo que lo más relevante es ese nuevo modelo de sociedad que dibujo en el libro: una sociedad cuádruple producto de la crisis económica y de la revolución tecnológica. La crisis produce una división entre empobrecidos y acomodados que ahonda en la división que ya había; y la tecnología traza una clara división entre digitales y analógicos. Estos dos propulsores de cambio interactúan entre sí y producen ese tipo de sociedad que describo a través de unos personajes, inventados, pero que son constructos estadísticos: acomodado digital, empobrecido digital, analógico acomodado y analógico empobrecido. Estos cuatro personajes --Miguel, Alicia, Sabino y Josefa-- esconden una realidad mucho más compleja pero reúnen también las características del votante y consumidor tipo. El primer grupo se inclina mayoritariamente por Ciudadanos, el segundo por Podemos, el tercero por el PP y el cuarto por el PSOE.
¿Por
qué las dos mujeres representan a los dos grupos empobrecidos? ¿Esto es así,
les golpea más la crisis y la revolución digital?
Sí, esto es así. Hoy, lo más probable entre los digitales empobrecidos y los analógicos empobrecidos es ser mujer. Las mujeres desde antes de la crisis eran más vulnerables, tienen peores sueldos y peores trabajos. En este sentido este estudio no hubiera cambiado antes de la crisis. Pero lo que sí es cierto es que esta vulnerabilidad no se ha corregido.
Usted predijo en un artículo publicado en El País en julio de 2012 el surgimiento de un partido muy parecido al que hoy es Podemos. ¿Se atreve a hacer una predicción para los próximos cinco años?
No, ni idea. El libro tiene este planteamiento futurista porque sí que creo que esta sociedad que tenemos, esta sociedad cuádruple, está para quedarse y habrá una evolución. No habrá analógicos puros, pero aunque todos usen Internet la tecnología va a dividir a los ciudadanos entre los más capacitados tecnológicamente y los menos. Aquí ya los perfiles que se dibujan son clarísimos. Los más avanzados son personas con trabajos más creativos, más interesantes, de más prestigio social, economías más acomodadas; y los tecnológicamente menos avanzados tendrán trabajos menos interesantes y serán mucho más vulnerables.
¿Esos
dos grupos se corresponden con un nivel de renta o no necesariamente?
Se corresponden con un nivel de
renta porque esta España cuádruple está construida a partir de niveles de
renta y digitalización. Cruzando ambas variables tenemos ese nuevo modelo de
sociedad.
¿Cómo
se puede salvar esa brecha tecnológica entre los dos grupos, con una
alfabetización digital?
En España la digitalización ha
ido rapidísimo. Hay un uso más intenso de Internet, de redes sociales, de
whatsapp que en otros países de nuestro alrededor. En este sentido estamos muy
a la vanguardia pero sí es verdad que esa fractura se produce entre los que
están muy al tanto de la tecnología, que se convierten en los eslabones fuertes
de la sociedad, y los menos tecnológicos, que son los eslabones débiles.
Reducir esa fractura tiene remedio, claro: es la lucha contra la desigualdad.
El
retrato del país que apunta el libro es optimista y pesimista a la vez. Por un
lado se ha producido una quiebra de confianza en las instituciones, en la
monarquía, en Europa pero, por otro, hay mayor optimismo que en otros países.
Sí, bueno, el optimismo se
produce más a raíz de la recuperación. Pero hay una mezcla porque la crisis
deja un país más deprimido material y psicológicamente --hay algunos
indicadores terribles como el de que España es el país europeo en el que más se
pierde felicidad por término medio, que uno de cada dos parados tiene
depresión, más todas las renuncias materiales de ropa, alimentos, etc.-- pero a
la vez hay una parte positiva y es que esta sociedad, dañada material y
emocionalmente, se ha vuelto más solidaria --España es el país en el que más
crece la solidaridad-- y más activa, con más interés por la política. Es
una sociedad revitalizada. Como consumidores también estamos más revitalizados,
buscamos nuevas formas de consumo.
Ante la crisis, España reacciona no con
resignación sino rearmándose. Aunque esa reacción no es igual en todos los
grupos. Los analógicos empobrecidos reaccionan con resignación y aguantando el
dolor frente a los digitales empobrecidos, que reaccionan metiéndose mucho en
redes sociales y usándolas casi de forma terapeútica, y buscan mecanismos para
seguir consumiendo a bajo coste. Si se es digital es más llevadero.
En
el libro explica que España, junto con Grecia, son los dos países europeos que
peor toleran la desigualdad y que quizá eso podría explicar que el nacimiento
de nuevos partidos, Podemos y Syriza, se haya producido por la izquierda. Pero
si siguen creciendo los analógicos empobrecidos, ¿podrían surgir formaciones
por la derecha como en otros países?
Es verdad que habría un hueco por la derecha, pero eso de momento no está ocurriendo porque las personas analógicas, como fundamentalmente tienen miedo ante la aparición de partidos emergentes, se están refugiando en los partidos tradicionales. ¿Podrían haberse refugiado en un movimiento populista? Pues podrían, pero eso no está ocurriendo porque por la derecha está el PP y por la izquierda Podemos y, como los partidos tradicionales --ahora están cambiando por la elección de Pedro Sánchez, que es un factor de cambio-- vienen de una legislatura que han ejercido de partido tradicional, los analógicos se han sentido cómodos con ellos y los analógicos empobrecidos se han sentido cómodos con el PSOE y con el PP, en el que también hay muchos. En otros países como Francia, muchos analógicos empobrecidos son votantes de Le Pen, los votantes de Trump también lo son, aunque también hay analógicos acomodados; pero es cierto que en España ese hueco está copado por partidos tradicionales.
Es verdad que habría un hueco por la derecha, pero eso de momento no está ocurriendo porque las personas analógicas, como fundamentalmente tienen miedo ante la aparición de partidos emergentes, se están refugiando en los partidos tradicionales. ¿Podrían haberse refugiado en un movimiento populista? Pues podrían, pero eso no está ocurriendo porque por la derecha está el PP y por la izquierda Podemos y, como los partidos tradicionales --ahora están cambiando por la elección de Pedro Sánchez, que es un factor de cambio-- vienen de una legislatura que han ejercido de partido tradicional, los analógicos se han sentido cómodos con ellos y los analógicos empobrecidos se han sentido cómodos con el PSOE y con el PP, en el que también hay muchos. En otros países como Francia, muchos analógicos empobrecidos son votantes de Le Pen, los votantes de Trump también lo son, aunque también hay analógicos acomodados; pero es cierto que en España ese hueco está copado por partidos tradicionales.
¿Qué
futuro hay para los partidos tradicionales, cómo se pueden reciclar?
Lo que tienen que hacer es una
reflexión seria. La ideología sigue siendo fundamental pero desempeña un papel
muy distinto al que desempeñaba antes. Tienen que hacer una reflexión profunda
sobre la sociedad en la que tienen que actuar, una sociedad con una fractura
muy grande entre lo analógico y lo digital; y por tanto tienen que buscar
nuevas alianzas en una España en la que que cada uno tiene su ideología pero
que está dividida por factores que ya no son los de antes. Si antes las divisiones
eran la territorial, la ideológica, la religiosa, la social, ahora hay un
añadido que es la división digital y en su interrelación con la social produce
sociedades dentro de la sociedad que poco tienen que ver entre sí.
¿Cómo
están usando las redes los partidos políticos?
La transformación digital de los
partidos y de las organizaciones tiene que ver con su manejo en redes pero
tiene que ver, sobre todo, con cómo tienes que actuar en una sociedad digital.
La diferencia fundamental entre la sociedad digital y la analógica es que la
audiencia de la primera es muy voraz, se informa, contrasta. Hicimos un estudio
sobre reputación de alimentos y la conclusión fue que la audiencia digital es
menos manipulable. Cuando lee una noticia que es falsa, trata de contrastarla
y, a base de contrastarla, suele llegar a algo parecido a la verdad. Mientras
que el que solo ve la televisión o bien se lo cree o bien no se lo cree pero no
contrasta.
En
el libro se refiere a la posverdad y afirma que no hay evidencia empírica de
que las redes la incrementen porque antes de ellas, la repetición machacona de
algunos políticos hacían este papel.
La mentira siempre ha estado
presente pero lo cierto es que, ahora, con lo digital, en más fácil encontrar
al experto del experto que te acabe diciendo la verdad; en la audiencia
analógica no hay nada, no se indaga. Cualquier organización política o empresarial
que quiera triunfar en la sociedad digital tiene que entender que actuar mal se
paga. Antes se podía camuflar, ahora es más difícil. Luego la sociedad digital
tiene otros tintes que no tienen nada que ver con la transparencia ni con la
horizontalidad, que también la caracteriza, que es el tinte un poco infantil.
Esto lleva a que la comunicación tenga que ser más fresca, más divertida.
Belén Barreiro.
¿Más
superficial?
No necesariamente. En el libro se
desmontan bastante los prejuicios que tenemos con la tecnología. El de que
producen incomunicación por ejemplo. Hemos visto que quienes son sociables en
lo analógico lo son también en lo digital y viceversa.
Recuerdo
una entrevista con el etnólogo Marc Augé en la que expresaba sus dudas sobre la
capacidad de las redes sociales para producir grandes cambios. Hablando de la
primavera árabe decía textualmente que ‘las redes no iban a producir una
revolución’. Desconfiaba de que lo digital se trasladara a lo analógico.
Yo eso no lo creo. De ahí no
puede surgir un orden que destruya completamente el orden anterior pero a mí me
parece que el cambio de sistema partidos que estamos viendo es revolucionario.
En Francia y en España estamos viendo un cambio de sistema de partidos, en
Estados Unidos hay una orientación política muy distinta, en Gran Bretaña está
habiendo una nueva orientación política con un candidato laborista marcadamente
a la izquierda muy apoyado por los jóvenes y las mujeres. ¿Son revoluciones?
No. ¿Van a llevar a un mundo más justo? Puede que sí o puede que no. Ahora, es
muy distinto. Yo creo que sí tiene efecto pero claro, depende de las
expectativas que uno tenga de cambio.
La
teoría de Natalie Fenton es que Internet crea guetos políticos para la gente
que está muy informada porque en realidad son grupos muy cualificados.
¿Comparte la opinión?
Algo de eso ocurre y esa es una
de las causas por las que influye tanto Internet. Cuando se ven los usos
políticos de Internet son todavía muy minoritarios. Entonces, uno se pregunta
¿sin son tan minoritarios, cómo es posible que se haya producido la transformación
que se ha dado en algunos sistema de partidos? Y ahí la clave está en lo que
dice Fenton, que los que usan políticamente Internet son, con diferencia, el
extracto más educado, vanguardista de la sociedad y, por lo tanto, tienen una
capacidad de influencia que ni por asomo tiene la audiencia de otro tipo de
medios. Digamos que ahí, las capas más altas de la sociedad están en la prensa
de papel, en la digital y en Internet, con la diferencia de que en Internet son
además personas muy vanguardistas, que marcan tendencia. Son pocos pero
influyentes.
El
hecho de que en las redes se viva más ‘de puertas para afuera’, como afirma en
el libro ¿convierte a la política en espectáculo, en teatro?
Algo de eso hay.
Y
las meteduras de pata de algunos partidos…
Ese es el aprendizaje de los
partidos con ADN digital. Me da la impresión de que Macron está entendiendo muy
bien eso porque él es muy representante de la Francia digital acomodada. Él,
siendo una marca digital, entiende muy bien que un fallo de lo digital es
pasarse con ese espectáculo pornográfico de
ser absolutamente transparente y eso puede representar una debilidad. Y una
cosa es tomarte en serio que actuar bien se premia en Internet y actuar mal se
paga y que es una audiencia más vigilante y que no conviene ni decir mentiras
ni conviene hacer lo contrario de lo que dices, y otra cosa muy distinta es que
tengas que contar más de ti de lo que se debe. Es decir, que pongas en
juego tu privacidad. Y ahí los nuevos partidos han pasado una frontera que
tiene que ver con la privacidad y que es a lo que conducen a veces las redes
sociales, pero que es contraproducente para quien lo hace. Yo creo que ellos
mismos deberían hacer la reflexión y dar marcha atrás.
Antes
de terminar quería que habláramos de los jóvenes. El retrato que ofrece en el
libro presenta también una visión pesimista --han sufrido los mayores recortes,
creen que van a vivir peor que sus padres-- y, al mismo tiempo, son más
solidarios, más austeros, una buena noticia para el planeta.
Y más desconfiados.
También
dice que han pasado de ser precursores a antagonistas. ¿Qué significa y qué
consecuencias puede tener?
Los jóvenes muy azotados
desarrollan una desconfianza que no tenían los jóvenes del pasado y esa
desconfianza les hace rebelarse contra sus padres, contra el sistema político,
contra las empresas. Y de ahí viene lo de antagonistas. Habitualmente habían
sido precursores porque, por ejemplo fueron los jóvenes los que apoyaron a
Felipe González, fueron los jóvenes los que apoyaron a Zapatero, pero ahora los
jóvenes están en estas actitudes de colocarse donde no están sus padres. Se ve
en todo: en el Brexit, en el Frente Nacional, no ahora pero sí en las europeas,
cuando le votaron los jóvenes, incluso los de la periferia. Y luego, como
consumidores, resulta muy interesante porque han roto con el consumismo de sus
padres, que es percibido como nefasto. Son una generación que en vez de ser
marquista, busca, sobre todo los más acomodados, refugiarse en la normalidad.
Prefieren un vaquero barato a uno de marca. Porque son austeros y quieren
parecer lo más normales posible. Piensan que ya se distinguirán por otra cosa,
por el uso de la tecnología por ejemplo, pero no por lo material. De todas las
generaciones, es la más austera y lo son, incluso, los de rentas altas. Es una
cuestión de actitud.
Es
un dato con consecuencias para las empresas en el futuro.
Sí, puede contraer el consumo. En
su discurso lo ves, dicen: ‘Trabajar tanto para seguir consumiendo, para qué
pasarse a un Iphone 6 si ya tengo un 4.
¿Qué
pasaría si la edad del voto se redujera a los 16 años como han planteado
algunos grupos políticos? ¿Cambiaría el resultado?
Habría que ver que ver qué votan los
de 16 porque no se hacen encuestas de esas edades. Si damos por hecho que votan
como los de 18 favorecería a los partidos emergentes pero habría que
comprobarlo porque hay generaciones dentro de las generaciones. Puede haber una
vuelta a cosas diferentes, a lo mejor son anti política o podría haber mucho
voto nulo o al Partido Animalista...
En
el libro dice que ya hay más hogares con mascotas que con niños en edad
escolar.
Sí, es así y esto es
característico de la sociedad digital.
¿Hay
una brecha entre la sociedad urbana y la rural?
En las encuestas de Internet no.
Y esto es importante porque se puede pensar que el libro viene a confirmar
cosas que ya sabíamos, que hay una diferencia generacional y una entre rural y
urbano y yo insisto en que no es eso. Si vives en el campo con internet te
comportas igual que si vives en la ciudad. El problema es que en el campo hay
menos Internet. Pero en las encuestas que nosotros hacemos por internet el que
vive en el campo es igual que el que vive en la ciudad. Pasa igual con la edad.
Si tu coges a los semi jóvenes que viven fuera de internet, que son como un 5%,
estos votan a partidos tradicionales, no como los de su edad, sino como lo que
son, analógicos. Entonces no es una brecha de edad, rural/urbano. ¡Claro que
eso lo refleja! Pero tiene que haber un mecanismo explicativo y, para mi, es o
vivir aislado de internet o vivir con las puertas de tu casa abierta porque
internet es una ventana abierta al mundo.
¿Internet,
al final, provoca más cambios positivos que negativos?
Yo diría que sí pero presenta un
problema de primera magnitud que es que está ahondando en la desigualdad, y lo
va a hacer más en el futuro porque hay una división brutal en términos de
calidad de trabajo y renta.
Aunque
exceda el ámbito de su estudio ¿qué solución habría para corregir ese problema?
Habrá que hacer muchos planes de
educación digital pero, sobre todo, una reflexión seria, que se está haciendo
en algunos ámbitos pero, a mi juicio, demasiado poco en la política, sobre cómo
se prepara una sociedad. Las empresas están haciendo su propia reflexión de
transformación digital, la sociedad y los poderes públicos deberían reflexionar
sobre cómo abordamos nuestra transformación. Es un debate fundamental porque
hay que pensar qué profesiones van a desaparecer, cuáles se van a reconvertir,
quiénes van a ser las víctimas de este proceso, cómo van a quedar las mujeres,
los trabajos manuales… En Estados Unidos calculan que pueden desaparecer el 47%
de los trabajos que ahora existen. Son cálculos de economistas que se cumplirán
o no pero que hay que estudiar muy a fondo. Y, aunque lo digital presenta
muchas ventajas, también habrá que analizar si supone un gran riesgo.
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