El mercado laboral ha cambiado y ya se habla de una cuarta
revolución industrial en la que primará la flexibilidad y el conocimiento.
Adiós oficina, bienvenida movilidad: así será el empleo del futuro
Así han
evolucionado los trabajos con el tiempo. Pincha en la imagen para ampliar y más
información. CATHERINE MADDEN Y R. J. ANDREWS BID
Madrid 1 MAY 2017 - 20:06 CEST
No hablamos de Uber, Airbnb o Amazon. O
sí, pero más salvaje. Los negocios tradicionales –como el transporte privado,
el alojamiento hotelero o las librerías– ya se han enfrentado a un nuevo
paradigma. Sin intermediarios, ni gestiones físicas, ni esperas. Ni siquiera la
necesidad de salir de casa. Todo es realizable desde el dispositivo en el que,
quizás, esté leyendo este artículo. Ahora le toca a más sectores: si primero
fue la mecanización de la industria y después se empezó a ver la robotización
en los servicios, le llega el turno a oficios más técnicos, como la
biomedicina. Los ecos de este fenómeno han llegado hasta al Foro Económico
Mundial, donde lo
tildan de Cuarta Revolución Industrial. No se sabe qué implicará, pero va a
requerir una mayor flexibilidad y creatividad.
Así lo ha previsto el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), creador de una suerte de guía
rápida del trabajador del futuro donde se incluyen los gráficos que
acompañan a este texto. El estudio huye de recetas mágicas y se centra en la
evolución laboral desde la primera revolución industrial, de finales del siglo
XVIII y principios del XIX. Entonces se pasó, resumiendo, de una rotación de
cultivos y de una producción artesanal a la maquinaria pesada, a la
automatización. Después se precipitó un segundo avance, marcado por la
expansión de infraestructuras y telecomunicaciones. Entrábamos en el siglo XX y
se le acuño el sobrenombre de Revolución Técnica. Esta dio pie a la Digital, a
partir de los años 70.
Conocimiento
¿Hacia dónde vamos? ¿Ganaremos o perderemos? Estas cuestiones
son algunas de las que lanza al aire Laura Ripani,
especialista de la División de Mercados Laborales y Seguridad Social del BID.
“No conocemos las consecuencias, pero lo seguro es que va a haber una gran
transformación”, contesta esta argentina de 43 años. De momento, la
agricultura, las competencias manuales de las factorías o el aprendizaje en
torno a los servicios se van quedado atrás, dejando espacio a una supuesta era
del conocimiento: “La inclusión en este nuevo modelo va a demandar un
desarrollo de las habilidades socioemocionales: flexibilidad, trabajo en
equipo, iniciativa, idiomas (fundamentales ya en la economía global) y no solo
uso de la tecnología sino creación”, enumera Ripani.
Cambio constante
Y cada vez más rápido. En menos tiempo. Gasolineras sin
personal, recepciones con robots o líneas de cajas autoservicio en
supermercados. Lo estamos viviendo. A pesar de que la población activa mundial era,
en 2016, de 3.422 millones de personas y crecen a un ritmo de 25 millones
por año. “Si trabajas en algo rutinario, lo más probable es que desaparezca”,
avisa uno de los responsables de comunicación del organismo. “Conjeturamos
porque no podemos hacer algo más profundo, pero, si tuviera hijos, les diría
que se tienen que mover”, concede. La adaptabilidad y la formación continua,
por encima del nivel de estudios, se erigen como centro de todas las miradas.
“Va a ser un mercado extremadamente cambiante”, cuenta Carmen Pagés, jefa de la
División de Mercados Laborales y Seguridad Social del BID. “Habrá nuevas
ocupaciones de las que no hemos oídos ni hablar y en las que muchos seremos
obsoletos”, añade. En este sentido, la perspectiva que dibuja se parece a la
volatilidad que vivimos en la actualidad. Como los mencionados Uber, Airbnb o
Amazon, la nueva etapa llega sin avisar. Pocos sabrían responder a lo que eran
estas marcas hace unos meses. Muchos no sabrían vivir sin ellos en este mismo
instante. “Con lo digital, vivimos con la sensación de que de repente nos
invade algo y desaparece a la vez que vino”, anota Pagés.
Adaptación
La fórmula: el darwiniano "adaptarse o
morir". O la máxima techie de Silicon Valley: Think different
(piensa diferente. En realidad, lema de un anuncio de Apple). “Muchos vamos a
sentir que se acaba el mundo, pero hay que ver qué sale”, calma Pagés, que
habla con Ripani de una polarización laboral: “Por un lado, habrá demanda de
una mano de obra que supla a los robots con emociones: puede que la educación o
la salud se controlen con un aparato, pero seguirá haciendo falta la persona
que dé cariño, empatía, lo que no tiene una máquina. En el otro extremo se
situarán los que aprovechen algo muy cualificado y específico. Los de la franja
central son los que más van a sufrir”.
Trabajadores a la carta
Como han ilustrado, ni una formación superior derrumba la
barrera de acceso a un empleo ni la agricultura o la manufacturación alzan el
vuelo. “Ambos casos no son nuevos. Llevamos tiempo viendo el declive. Lo que
llama la atención es que el sector servicios, que llega a ser el 70% de la
ocupación en algunos países, pueda ser eliminado”, afirman. E introducen la
idea de una economía uberizada: no hay un trabajador fijo, sino alguien
que cumple encargos concretos y de cuya responsabilidad se desliga la compañía.
Ya ocurre, señalan, con decenas de oficios: lavanderías, diseñadores o
fontaneros.
Oficina móvil
“Entramos en otro de los puntos clave”, adelantan. “No es solo
en qué se va a trabajar, sino cómo”. La oficina, aducen, tiene pinta de
desaparecer. Y con ella, los horarios. También, claro, las relaciones
interprofesionales o incluso la manera de ser. Pudiéndose ahorrar un local o tener
que soportar horas muertas de nueve a cinco, los empresarios y los asalariados
contarán con –de nuevo- flexibilidad para elegir no un equipo sino personas
particulares y contratar ‘on demand’, es decir, a la carta: “Ahora, una entidad
paga un sueldo a un equipo en el que cada uno tiene un papel. En el futuro, la
actividad será personalizada, pidiendo cosas puntuales. Ni siquiera se
necesitará un almacén o inventario”, sostienen.
Reducción de la desigualdad
¿Lo bueno? Se equilibrará la desigualdad de género. Las
mujeres podrán formar parte de trabajos pensados secularmente para hombres,
como las fábricas: “Las máquinas ya no supondrán ese esfuerzo físico que se les
reservaba a ellos”, contesta Ripani. “Y tendrán más facilidad de combinar con
el cuidado de los hijos”. Lo que se
ha llamado teletrabajo o empleo inteligente no será una
alternativa, sino la norma. “Ya se está viendo en los nativos digitales”,
apuntan, “que tienen una actitud mucho más independiente”.
Pérdida masiva de puestos de trabajo
Sin límites. Sin fronteras. La tecnología –global e imparable–
es la mayor culpable de esta metamorfosis. Para mal o para bien. El Foro Económico Mundial(WEF, en
sus siglas originales) cifró
el pasado mes de enero en cinco millones los puestos de trabajo que se
perderán de aquí a 2020. Nacerán otros dos, pero serán insuficientes. Sobre la
mesa están las actuaciones pensadas por gobiernos y patronales antes los retos
que conllevan: desempleo masivo, merma de recaudación impositiva o
insostenibilidad de las pensiones, básicamente. Se barajá la dotación de una
renta básica para aquellos expulsados del sistema o una concentración de horas
laborales, como
propuso el empresario mexicano Carlos Slim (y hombre más rico del
mundo, según la revista Forbes) para acabar con el paro.
Tecnología cotidiana
Proveerá también este cataclismo de
enormes ventajas, como vemos en la nanotecnología o la inteligencia artificial.
Lo hará, no obstante, a diferentes ritmos. En Estados Unidos ya es palpable la
asimilación del nuevo modelo (véase la procedencia de los aludidos Uber, Airbnb
o Amazon). En Sudamérica se escuchan voces
que claman por la urgente inversión “tecnológica, socioemocional y física”
entre los jóvenes. En Europa hay cierta resistencia por “vallas
culturales”. Y en África o Asia existe una aceleración inclasificable que, en
algunos casos, ha omitido algún paso de la historia (se ha pasado de lo manual
a lo digital casi sin periodo técnico).
“Hasta la alimentación puede cambiar”, anuncian desde el BID.
“Porque habrá aparatos que customicen tu dieta y te digan en cada
momento qué necesitas. Y puede que se traduzca en estar más contento, porque
hasta ahora parecía a menudo que el trabajo era el que te había tocado y tenías
que aguantarlo. En el futuro, la parte emocional va a ser muy fuerte,
decidiendo qué es lo que nos gusta”, concluyen.
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