¿De qué viven las
personas mayores en países pobres? En África, el continente más joven, aumenta
la longevidad de su población. En Zanzíbar se ensaya un proyecto piloto para
implementar un plan de pensiones universal
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en el colegio de Bububu, Zanzíbar, presentando sus documentos para cobrar su
pensión. MYRIAM MELONI
Zanzíbar 11 SEP 2017 - 15:35 CEST
Se trata del primer
programa de África oriental financiado íntegramente por el Estado. Desde abril
de 2016, las personas de más de 70 años reciben 20.000 chelines tanzanos (unos
ocho euros) en metálico al mes. Pueden cobrarlos en uno de los 70 puntos de pago
de pensiones de las islas de Pemba y Unguja, las dos mayores que forman el
archipiélago de Zanzíbar. "No podía imaginar que me iba a pasar algo así
en la vida", comenta Fatma Hassan Makama durante una espera de varias
horas en una larga cola delante de un colegio de Bububu, en las afueras de la
capital, Stonetown. A sus 81 años, ha caminado dos kilómetros desde su casa
para cobrar su primera pensión.
El programa no ha hecho
más que empezar y muchos nuevos pensionistas aseguran que apenas cubre sus
necesidades básicas. Pero para los beneficiarios resulta algo poco menos que
revolucionario. "Hemos decidido poner en marcha este proyecto porque la
situación de la gente mayor es muy difícil. La mayoría no tiene ningún
ingreso", explica Salum Mohamed, jefe de la Unidad de Protección Social
del Gobierno de Zanzíbar.
La importancia de esta
clase de iniciativas será mayor a medida que África envejezca. Naciones Unidas
calcula que, de aquí a 2050, el número de personas de más de 60 años se multiplicará por cuatro y alcanzará los 200 millones.
Según el Banco Mundial, en los últimos 15 años la esperanza de vida ha aumentado entre un 20 y un 40%. En Tanzania pasó de 50
años en 2000 a 65 en 2014.
Sin embargo, la opinión
mayoritaria es que el continente no está haciendo lo suficiente para prepararse
para ello. Los informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
afirman que en la mayoría de los países del África oriental y occidental, menos
del 10% del total de la población activa contribuye a un plan de pensiones.
Y aunque en la cultura
africana los mayores gozan de una elevada consideración social y la familia,
consanguínea o política, cuida de ellos sin pensárselo dos veces, la presión
sobre los sistemas de apoyo tradicionales se ha vuelto excesiva. La rápida
emigración a las ciudades y la modernización han acabado con las estructuras
familiares y han dejado a los mayores sin apenas ayuda. Algunos incluso se han
quedado en la calle.
"Mis hijos no
ganan mucho y no vienen a visitarme muy a menudo. A veces me dan comida y
jabón, pero no dinero", dice Halima Sleyum Hassan, que ha venido a Bububu
desde el vecino pueblo de Kihinani para cobrar su pensión. Tras la muerte de su
hija, cuida de sus siete nietos y tiene que comprar comida, ropa y uniformes
para el colegio. Según la Organización Mundial de la Salud, en Tanzania las mujeres mayores se ocupan de alrededor del 40% de los
huérfanos y tienen a su cargo los denominados "hogares con salto
generacional", en los que la generación intermedia ha muerto o está
gravemente enferma de sida.
Maulidi Molid Mbaruk,
de 71 años, se encuentra en Bububu al igual que Halima para cobrar su pensión.
Agradece el dinero, pero reconoce que, desde luego, 20.000 chelines tanzanos
/unos 7,5 euros) no bastan para cambiar la difícil situación de los mayores.
"Un kilo de arroz cuesta 2.000 chelines; un coco, 1.000; la verdura, 800,
y una bolsa de carbón, 600. Antes de que te des cuenta, te has gastado la
mitad", se lamenta.
Salum promete que el
Gobierno hará más por ayudar a los mayores. "Esto no es más que el
principio. Tenemos que asegurarnos de que damos algo que podemos dar y
mantener. Sin duda, en el futuro aumentaremos el importe de las prestaciones, y
por otra parte, rebajaremos el límite de edad hasta los 60 años", afirma.
Pero Melis Guven, un
experto del Banco Mundial que ha publicado recientemente un estudio sobre los
beneficios y los costes de las pensiones en África Subsahariana, advierte de
que los Gobiernos deberían ser más cautelosos con esta clase de promesas.
"Los altos costes de las pensiones públicas universales también tienen
repercusiones importantes en otros gastos de protección social. En Mauricio,
por ejemplo, el programa de pensiones universales para la tercera edad
representa el 80% del gasto social", advierte.
Pero el dinero no es el
único problema al que se enfrenta el Gobierno de Zanzíbar a la hora de poner en
práctica el programa. Los funcionarios también se encuentran con dificultades a
la hora de verificar la edad de los beneficiarios. Muchos no tienen certificado
de nacimiento u otra documentación que la confirme. Y aunque la tengan, a veces
la información que consta en ella es errónea. "En esos casos tienen que
declarar ante un tribunal que tienen al menos 70 años. También pueden acudir a
un funcionario de la administración local para que hable directamente con
alguien y averigüe si es verosímil que la persona tenga 70 años", explica
Mohamed.
Al otro lado del canal
de Zanzíbar no existe ningún programa universal de pensiones, y solamente un
grupo reducido de ex funcionarios del Estado cobra dinero. El resto tiene que
pedir ayuda a sus familias o arreglárselas por su cuenta. El Gobierno de Dodoma
ha prometido introducir un programa de pensiones similar al que se está
aplicando en Zanzíbar, pero no ha especificado cuándo. Blandina Isaya Mbaji,
una exenfermera de 70 años de Mharakani, un pueblo situado a unos 40 kilómetros
de Dar es Salaam, ha intentado movilizar a los mayores para que luchen por sus
derechos. "Como es natural, envidiamos las pensiones de Zanzíbar y esperamos
recibir pronto las mismas prestaciones", remacha.
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Este proyecto ha sido
financiado por el Centro Europeo
de Periodismo (EJC, por sus siglas en inglés) a través de su Programa de Becas para
la Innovación en la Información sobre el Desarrollo (www.journalismgrants.org).
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