La teoría de Laclau y Mouffe es
incompleta para avanzar en la igualdad-libertad-solidaridad; o, para conseguir
hegemonía y conquistar el poder
ANTONIO ANTÓN
Grafiti en un muro
de Cleunay (Rennes).
TANGI
BERTIN
19
DE JULIO DE 2017
-------------------------------------------------------------------------
Hace casi una década se inició
una crisis sistémica (socioeconómica, política, territorial y europea), con un
amplio movimiento de protesta social (2010-2014) y un prolongado ciclo
electoral (2014-16), con una recomposición del sistema político y la
consolidación de las llamadas fuerzas del cambio. La interpretación de este
proceso, por su novedad y la profundidad de sus cambios, es compleja. Ha
requerido dar un paso más en la reflexión teórica: revisar las teorías
convencionales que presentan diversas insuficiencias y limitaciones. En
particular, las más influyentes en el seno de las izquierdas y fuerzas
alternativas como el marxismo, las teorías sobre los movimientos sociales y la
contienda política y el discurso populista.
El presente trabajo es un paso
más en esa dirección de aportar reflexiones para avanzar en una teoría
alternativa desde la valoración crítica del populismo como doctrina influyente
en dirigentes de Podemos, eje de las fuerzas del cambio. Las necesidades
prácticas y estratégicas de las fuerzas alternativas son muy grandes y la
capacidad teórica pequeña; además, está acompañada de una gran fragmentación e
inadecuación con la realidad actual, con la correspondiente dificultad para
ejercer una función de ‘desvelamiento’ o interpretación crítica que sirva para
la transformación.
Parto de la exigencia colectiva
de una elaboración y un debate teórico específico, vinculado con el cambio
político pero superador del inmediatismo de la acción social y política
cotidiana. Nos atañe, particularmente, a la intelectualidad progresista,
lamentablemente, la mayoría de ella condicionada por esquemas del pasado e
intereses del presente. El objetivo no es elaborar una teoría completa o una
mezcla ecléctica de las teorías disponibles. La oportunidad es dar un impulso a
la teoría social y política que favorezca la transformación sociocultural,
económica e institucional y facilite la cohesión de las fuerzas del cambio. La
interpretación la hago desde la hermenéutica
social y el realismo analítico e histórico.
Aquí, resumo tres aspectos, las
aportaciones e insuficiencias de la teoría populista de Laclau, una valoración
general como teoría política y la necesidad de un pensamiento crítico
transformador.
Ambigüedad
ideológica e idealismo discursivo de la teoría populista
La teoría populista de Ernesto
Laclau y Chantal Mouffe, como teoría del conflicto, aporta, respecto de las
teorías funcionalistas y el consenso liberal o el determinismo economicista,
criterios interpretativos más realistas para analizar el proceso de crisis
sistémica, protesta social y conformación de un sujeto sociopolítico de cambio,
experimentado esta última década en España. Pero presenta importantes
limitaciones, no solo para interpretar el proceso sino, sobre todo, para
facilitar una orientación estratégica al mismo.
La primera insuficiencia de la
teoría populista es su ambigüedad ideológica: El populismo es, simplemente, un modo de construir lo político (Laclau,
E., La razón populista, 2013:
11). O bien: Por ‘populismo’ no
entendemos un ‘tipo’ de movimiento –identificable con una base social especial
o con una determinada orientación ideológica- sino una ‘lógica política’ (ídem.:
150).
Hay una diversidad de movimientos
sociales con rasgos comunes de tipo ‘populista’ (polarizado) pero son muy
distintos, incluso completamente opuestos, por su carácter ‘sustantivo’, su
sentido respecto de la libertad y la igualdad de las capas populares. Ese
carácter ‘indefinido’ del papel y la identificación ideológico-política de un
movimiento popular es el punto débil de esa teoría populista. Es incompleta
porque infravalora un aspecto fundamental. Vale poco una teoría que es solo una
‘técnica’ o una lógica procedimental (antagonismo) compatible con movimientos
populares contrapuestos por su contenido. La garantía de basarse en ‘demandas’
salidas del pueblo, sin valorar su sentido u orientación, es insuficiente. Ese
límite no se supera en el segundo paso de unificarlas, nombrarlas o resignificarlas
(con significantes vacíos) con un discurso y un liderazgo cuya caracterización
social, política e ideológica tampoco se define. El ‘momento’ populista es
secundario; lo principal es si hay crisis política por y con dinámicas
igualitarias-emancipadoras.
La particularidad en España es
que los límites de esa teoría se han superado y completado por el contenido
cultural, la experiencia sociopolítica y el carácter progresista y de
izquierdas de unas élites asociativas y políticas, dentro de un movimiento
popular democrático con valores de justicia social; es decir, por el tipo de
actor (o sujeto) existente.
La segunda insuficiencia de
Laclau es el ‘idealismo discursivo’, la sobrevaloración del papel del discurso
en la construcción de la realidad sociopolítica.
La teoría populista es
incompleta, como análisis y ‘orientación’ para avanzar en la
igualdad-libertad-solidaridad; o, para conseguir hegemonía y conquistar el
poder.
Laclau engloba o clasifica a
todos los movimientos populares bajo el mismo concepto de ‘populistas’,
atendiendo a una particularidad: su polarización con el poder… para alcanzarlo.
En consecuencia, ese punto de partida es insuficiente y no desvela o critica lo
principal: el papel sociopolítico-cultural o sentido ético-ideológico de un
movimiento popular (y el poder). El aspecto fundamental de la realidad
sociopolítica sobre la que clasificar e interpretar a los movimientos populares
debe ser su significado en el eje igualitario-emancipador o
autoritario-regresivo. No es sobre la vieja tipología izquierda/derecha dada la
confusión sobre el significado de izquierda; pero sí sobre su sentido
político-ideológico e histórico en relación con la
igualdad-libertad-fraternidad o las relaciones de dominación. El análisis
(científico) de la ‘realidad’ se debe complementar con una actitud
política-ética transformadora. Además, esa realidad se debe seleccionar e
interpretar desde un enfoque social y crítico o, si se prefiere,
ético-normativo.
LO SUSTANTIVO: SU SENTIDO POLÍTICO LIBERADOR"
En ese autor hay también una
infravaloración del contenido político-ideológico o ético de un movimiento
popular y, en consecuencia, del tipo de cambio político que promueve. Esa
pluralidad de realidades en que se concretaría su teoría demuestra una
desventaja, no un elemento positivo o conveniente. Es incoherente al juntar
tendencias con diferencias y antagonismos de sus características principales.
Esa comparación basada en el ‘mecanismo’ común refleja su ambigüedad ideológica
y confunde más que desvela la realidad tan diferente, incluso opuesta, de unos
movimientos u otros (ya sea Le Pen con Podemos, el nazismo con el PCI de Togliatti,
el populismo latinoamericano con la Larga Marcha de Mao o los Soviets, o el
etnopopulismo y el racismo con los nuevos movimientos sociales y de los
derechos civiles).
¿Para qué sirve meterlos todos en
el mismo saco de ‘populistas’? ¿Para destacar la validez de una teoría por su
‘universalidad’, su amplia aplicabilidad histórica? Pero, esa clasificación,
qué sentido tiene; ¿solo el de resaltar un ‘mecanismo’ constructivo, el del
conflicto nosotros-ellos, en oposición al consenso liberal y en vez de la clásica
lucha de clases? Esa diversa y amplia aplicabilidad no demuestra una teoría más
científica (u objetiva) sino menos rigurosa y más unilateral respecto de lo
sustantivo: su sentido político liberador.
Esa ambigüedad
político-ideológica refleja su debilidad, su abstracción de lo principal desde
una perspectiva transformadora: analizar e impulsar los movimientos
emancipadores-igualitarios de la gente subalterna. Para ello la teoría
populista sirve poco y distorsiona. Como teoría del ‘conflicto’ (frente al
orden) es positiva en el contexto español, con actores definidos en ese eje
progresista-reaccionario. Partir de los de abajo le da un carácter ‘popular’.
Pero lo fundamental de su papel lo determina según en qué medida conecta y se
complementa con un actor sociopolítico concreto, con su cultura, experiencia y
orientación sustantiva… igualitaria-emancipadora (como en España). Aquí, sus
insuficiencias se contrarrestan con el sentido progresivo (justicia social,
democracia…) de la ciudadanía activa española y sus líderes, incluido los de
Podemos, que se han socializado en la cultura progresista, democrática… y de
izquierda (social).
Laclau pone de relieve algunas
deficiencias de la clásica interpretación estructural-marxista y su lenguaje
obsoleto. Pero tampoco es realista; comparte su idealismo, aunque se va al otro
extremo constructivista. Y, sobre todo, infravalora elementos internos
sustantivos (éticos o ideológico-políticos) para evitar su conexión con actores
autoritarios-regresivos. Es su inconveniente y la crítica principal.
En definitiva, dada la
importancia de las necesidades políticas y estratégicas del movimiento popular
en España, la diversidad de corrientes de pensamiento entre las fuerzas
alternativas y, específicamente, la tarea de cohesión y consolidación de la
nueva representación en torno a Podemos y el conjunto de sus aliados y
confluencias, es imprescindible un esfuerzo cultural y un debate teórico para
avanzar en un pensamiento crítico que favorezca la transformación social. Aun
sin luces largas (estrategia global) hay que enfocar mejor con las luces cortas
(análisis concreto, arraigo con la gente), contando con la experiencia y las
mejores tradiciones de los movimientos emancipadores de los dos últimos siglos.
La
teoría política como análisis y guía para la acción
La teoría de Laclau no solo
interpreta dos tipos (y otros intermedios) de populismos similares (en la
lógica) y antagónicos (en su contenido, significado y orientación), sino que
sirve para construirlos y transformar las relaciones de poder. Este pensador no
valora solo el análisis, sino la conquista de la hegemonía y el poder. Su
teoría es, fundamentalmente, normativa. Pero sin caracterizar el poder y el
sujeto transformador, así como su interacción, se queda incompleta, indefinida
o ambigua sobre su significado sustantivo. Su teoría ‘procedimental’, con
parecidos mecanismos de amigos-enemigos a los del hobbesiano y proto-nazi Carl
Schmitt, puede servir para transformar la realidad en los dos (o más) sentidos:
autoritario-regresivo y emancipador-progresivo. Es incompleta para la función
principal de orientación, pero también para la de análisis, al no clarificar
(desvelar) las dos dinámicas contradictorias, claves para la contienda
política. No digo que sea antipluralista (crítica convencional desde ámbitos de
la derecha y la socialdemocracia) sino ambigua, es decir, que su función
depende de según qué contexto, dinámica popular, liderazgo y pensamiento la
acompañe.
No se trata de que esa teoría
pueda interpretar la pluralidad de formas como se pueden configurar
las dinámicas populistas (el antagonismo). Laclau admite la posible
construcción no unívoca del pueblo o su posible fracaso hegemonista. Pero
englobarlas bajo el mismo rótulo es problemático. De lo que se trata es de
explicar e impulsar la dinámica popular emancipadora-igualitaria, renovando las
expresiones convencionales (gramscianas) del conflicto social, acumulación de
fuerzas transformadoras y cambio hegemonista de las relaciones de poder.
Este pensador reconocería la
construcción ambivalente o contradictoria de un ‘pueblo’ desde el punto de
vista ético-político-ideológico (su crítica al etnopopulismo lo refleja). Pero
infravalora sus límites interpretativos y normativos en ese campo. Su teoría
aporta el análisis de unos mecanismos constructivistas de hegemonía (cultural)
pero no se centra en lo principal: la orientación ideológico-política o ética
de ese movimiento popular en el plano principal emancipatorio-igualitario-solidario
y, por tanto, del tipo de cambio político y su modelo socio-económico. Eso es
lo que defino como ambigüedad ideológica e insuficiencia sustantiva de la
teoría de Laclau.
Como dice Fernández Liria: Más Kant y menos Laclau. O como señala
Villacañas, menos populismo y más republicanismo. Ambos en el sentido de
priorizar no el antagonismo como lógica política sino el republicanismo
ilustrado como contenido emancipador con un sesgo institucionalista. Por otro
lado, Monedero critica la ineficacia transformadora de su idealismo: “Laclau
quiere convertir el cambio social en un discurso y, con bastante probabilidad,
lo desactiva”.
La discusión sobre la validez de
una teoría ‘social’ o ‘política’, de sus criterios analíticos y valorativos, incluye
su objeto, enfoque y prioridad, que deben ser ‘conocer para transformar’… en un
sentido igualitario-emancipador de las capas oprimidas frente a las oligarquías
opresoras. No obstante, este autor clasifica a los movimientos populares según
su vinculación con sus criterios procedimentales, no sustantivos, de ‘lógica
política’: antagonismo y hegemonía de un sujeto construido discursivamente.
Pero el resultado de ese cajón de sastre ‘populista’ es heterogéneo o
contradictorio según su contenido u orientación sustantivos
(ideológico-políticos o éticos). No clarifica sino obscurece la realidad.
Esa clasificación populista es
secundaria (y contraproducente) al asemejar movimientos distintos u opuestos
con una particularidad supuestamente común (antagonismo hegemonista mediante
unificación discursiva ‘vacía’). No nos sirve como principal guía u opción
política, ética o normativa. No podemos decir, sin más, que queremos construir
(‘pueblo’), apoyar movimientos ‘populistas’ o defender el populismo, sin
precisar su contenido, su papel y su contexto. Promovemos el ‘empoderamiento’
cívico o poder popular… en un sentido ético-político progresivo. Favorecemos
movimientos populares… igualitarios-emancipadores; estamos en contra de
algunos movimientos ‘populistas’ autoritarios-regresivos (aunque encajen y
estén embellecidos o ‘velados’ en la teoría de Laclau de lógica antagonista del
pueblo).
Esa ‘pluralidad de formas’
populistas no valida esa teoría, sino la invalida como análisis y guía
adecuados para la acción transformadora… igualitaria. Hay que tener elementos
críticos suficientes (ideas, valores, enfoques) para cuestionar esa ausencia
‘sustantiva’ en esa teoría y poderla criticar o completar.
Un
pensamiento crítico transformador
La diferencia con Laclau no es
que él considere a su teoría solo como ciencia analítica, sino que en su
componente orientador, de guía para la acción, se queda corta, es ambigua,
polisémica y confusa. Le quito validez porque no aporta suficiente orientación
en el aspecto más crucial para el cambio político, su sentido
democrático-igualitario. Aporta un mecanismo (polarización como identificación
del pueblo y construcción de hegemonía y poder) pero no precisa el carácter de
los dos polos (pueblo-oligarquía) y su interacción, el contenido o componente
principal de esa guía (estrategia o programa) y su impacto ‘sustantivo’ (no
procedimental de la simple hegemonía) en las relaciones de dominación.
La elección del llamado
significante (nominación) se realiza por esa supuesta eficacia articuladora
contra-hegemónica (culturalmente), en cómo conseguir apoyo popular y ganar
poder; pero se relativiza el carácter de ese sujeto (y del poder) y el para
qué. Ese contrapoder es frágil si no está enraizado en una función
(ética-ideológica) liberadora de la gente subordinada. Al desconsiderar este
aspecto, Laclau llama ‘vacío’ a su significante, porque es independiente de la
realidad material de subordinación y de los valores de igualdad, libertad o
democracia. A efectos discursivos, puede escoger alguno de ellos, pero solo si
cumple coyunturalmente con esa función identificadora del pueblo.
Ese espontaneísmo seguidista de
la opinión del pueblo es positivo frente al elitismo de las oligarquías
regresivas y autoritarias, desligadas y en contra de las demandas populares;
pero todavía es insuficiente y manipulable para determinar el papel y los
objetivos del movimiento frente al poder. El proceso ‘articulador’ es más
complejo y ‘mediado’ y, sobre todo, debe definir el horizonte en diálogo con la
dinámica real. No al estilo de la estrategia y la ideología comunista, determinista
y global, pero sí con una guía de alcance medio y principios o valores
democráticos e igualitarios. Es la línea para discernir los distintos tipos de
populismos y construir un pueblo libre e igual.
En definitiva, la cuestión
analítica y política principal es si un movimiento popular es reaccionario o
progresivo, autoritario o democrático (y democratizador), opresivo o
emancipador, etc., y adoptar una posición política sobre ese eje
político-ideológico. Son secundarios otros rasgos como el emocional o el
liderazgo; importa escuchar, dialogar y representar bien a la gente. La teoría
populista de Laclau es una teoría del ‘conflicto’, más adecuada que el
‘consenso’ liberal, respecto del carácter de la actual pugna sociopolítica… en
España. Pero tiene unos inconvenientes de fondo, particularmente su ambigüedad
ideológica, que no le permiten aportar suficiente claridad interpretativa y
orientación política a las tareas estratégicas del movimiento popular (en
España, Europa o Latinoamérica). La reafirmación en ella (salvando aspectos
parciales) no es un avance respecto de un pensamiento crítico sino un lastre
teórico a superar. Su déficit hay que corregirlo con una teoría política que
priorice un enfoque social y crítico, un proyecto sustantivo para un proceso
emancipador-igualitario. Es una tarea difícil y compleja, la mejor
intelectualidad europea está, cuando menos, perpleja, pero dadas las
necesidades del cambio político es necesaria abordarla. Esa es la pretensión de
estas reflexiones.
-------------------
Extracto de la
Comunicación: Globalización,
desigualdad y nuevas insurgencias, presentada en la III Conferencia
Internacional de Sociología de las Políticas Públicas y
Sociales. Zaragoza, 1 y 2 de junio de 2017.
Antonio
Antón. Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de
Madrid. Autor de Movimiento
popular y cambio político. Nuevos discursos. UOC.
--------------------------------------------
AUTOR
Antonio Antón
No hay comentarios:
Publicar un comentario