Redacción
BBC
9 horas
GETTY IMAGES Torridon, en el
noroeste de las Tierras Altas de Escocia, es el paisaje más antiguo de Gran
Bretaña.
El
paisaje de Escocia oculta en las montañas y valles la historia de nuestro
planeta. Pero no fue sino hasta la década de 1750 que un hombre pudo leerla.
Ensambló pruebas desconcertantes y descubrió las fuerzas que le dan forma a
nuestro mundo.
Se llamaba James Hutton. Era
divertido, obsceno y un poco rudo. Le encantaba el whisky, las mujeres y
debatir nuevas ideas.
Y tuvo una idea revolucionaria
que cambió la forma en que pensamos sobre el planeta e incluso la manera en que
pensamos acerca de nosotros mismos.
Fue quien nos dio el concepto de tiempo profundo.
GRAEME MCNEE
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El hombre que inició esta
revolución científica creció en la capital de Escocia, Edimburgo.
Cuando era joven James Hutton,
las colinas alrededor de su ciudad natal le despertaron la curiosidad acerca de
cómo se formó la Tierra.
En 1747, Hutton era un joven
graduado de medicina con un interés inusualmente amplio en todo el mundo
natural.
Al estudiar sus orígenes
descubrió que la autoridad aceptada no venía de la ciencia sino de la teología.
El único texto de geología
disponible era la Biblia.
En ese tiempo había ediciones que
hasta daban la fecha exacta en la
que Dios creó la Tierra y los mares: el sábado 22 de octubre del año 4004
a.C.
Hutton creía en Dios. Pero
inusualmente para un hombre de esa época, no estaba comprometido con una
interpretación literal de la Biblia. Él creía que Dios había creado un mundo
que tenía un sistema de leyes naturales.
GRAEME MCNEE
Los errores de la juventud
¿Te acuerdas que dijimos que era
mujeriego?
Pues curiosamente eso tuvo que
ver con el desarrollo de la entonces aún no establecida ciencia de la geología.
Su
amante quedó embarazada y se desató un escándalo.
A ella se la llevaron a Londres a
dar a luz. A él lo exiliaron de Edimburgo para limitar el daño a la reputación
de su familia.
A la edad de 26 años, Hutton se
vio obligado a hacer una nueva vida en una pequeña granja familiar en desuso en
el sur de Escocia.
Pero en esa granja remota se
desencadenaron sus brillantes ideas sobre el planeta.
Lo que el agua se llevó
El agua de la lluvia arrastraba
tierra hasta los ríos que se la llevaban al mar constantemente. ¿Se iba a
gastar el suelo?
Era un lugar sombrío, lluvioso y
azotado por el viento que tuvo que convertir en una granja de trabajo rentable.
Eso implicaba tener que cavar y limpiar las zanjas de drenaje constantemente.
Por esas zanjas, la lluvia se llevaba el precioso suelo de
sus campos río abajo.
Esa incesante erosión de la
tierra preocupó seriamente a Hutton pues pensó que si la tierra constantemente
era arrastrada, eventualmente no habría nada para cultivar y, en última
instancia, la gente moriría de hambre.
Parecía que Dios había hecho un
mundo destinado a ser completamente estéril.
Pero eso no tenía sentido: Dios seguro había diseñado un planeta que
pudiera reconstruirse.
La pregunta era: ¿cómo?
El gran sistema de la tierra
Hutton observó que las rocas
tenían cientos de capas sutilmente distintas.
Las rocas expuestas al lado de
los ríos tenían capas sutilmente distintas.
Comprendió que eran bandas de
sedimentos que el agua había traído y depositado en diferentes momentos, año
tras año, y que lentamente se compactaban para hacer la roca.
Es como ir poniendo tierra de
diferentes colores en un recipiente de vidrio: la tierra que la lluvia llevaba
al río, se iba acumulando y compactando poco a poco... muy poco a poco.
Entendió que la creación y la destrucción de la tierra
no son acontecimientos repentinos y dramáticos del pasado oscuro y
bíblico, sino acciones lentas e imperceptibles que se suceden todo el tiempo.
La tierra era creada a partir de
los escombros del pasado.
El ardiente núcleo
A la edad de 41 años, su tiempo
en el exilio había terminado.
Regresó a la ciudad de su
juventud. Era la época de la Ilustración escocesa. Edimburgo era la capital
intelectual del mundo y Hutton la aprovechó al máximo.
Esta atmósfera abierta de
convivencia era perfecta para airear su gran idea.
GRAEME MCNEE
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Hutton sabía que no todas las
rocas tenían en capas de sedimento, así que debía haber otras maneras en las
que se formaban.
Le faltaba un pedazo grande del
rompecabezas y lo encontró gracias a otra gran mente de la Ilustración
escocesa: su amigo James Watt.
Era un consumado inventor, famoso
por hacer que los motores de vapor que impulsaron la Revolución Industrial
fueran más eficientes.
Hutton, fascinado por los
artefactos a vapor de Watt, empezó a preguntarse si el calor alimentaba el
planeta.
Quizás el centro de la Tierra
contenía un poderoso motor térmico.
Los científicos en el siglo XVIII
habían visto volcanes activos, pero pensaban que eran fenómenos aislados.
Hutton
fue la primera persona en imaginar que el centro de la Tierra era una bola
ardiente y que los volcanes eran respiraderos de ese horno
gigante de las profundidades.
ISTOCK La intuición y la
deducción lo llevaron a imaginar algo que no tenía manera de ver... y estaba en
lo correcto.
Ese horno tenía el poder de crear
nuevas rocas que nacían fundidas.
Hora de la verdad
Hutton había revelado dos maneras
fundamentales de crear tierra.
1. La roca
sedimentaria podía formarse cuando el tiempo - lluvia, heladas y viento -
erosionaba el suelo. Los ríos llevaban el sedimento a los océanos y éste se
comprimía y formaba una nueva roca.
2. Un núcleo
caliente en el centro de la Tierra creaba roca fundida que se enfriaba.
Además, tenía una visión clara de
que la Tierra se destruía y se reparaba en un ciclo sin fin.
Era
una teoría grande, coherente e impresionante. Sus amigos lo
persuadieron de hacerla pública y en 1785 la presentó en la Academia Real de
Edimburgo.
GETTY IMAGES Su teoría cuestionaba todo lo que
se creía saber sobre el planeta.
Hutton era muy mal orador, estaba
increíblemente nervioso y lo que iba a decir era realmente polémico: sus ideas
iban en contra de toda la ortodoxia religiosa de la época.
Le
fue terrible. Los caballeros de la Sociedad Real rechazaron su
teoría y fue acusado de ser ateo.
No se meta con el granito
Uno de los mayores problemas fue
el granito, lo que suena raro. Pero la creencia dominante era que el granito
había sido la primera parte de la Tierra que Dios creó.
GETTY IMAGES Meterse con el
granito en esa época era cosa seria.
Pero Hutton afirmaba que esa cosa
dura que parecía tan antigua e inmutable era en realidad un gran ejemplo de una
roca joven que alguna vez había sido casi líquida.
Estaba
desafiando toda la visión bíblica de la creación. Hace 220 años, eso era
herejía.
Hutton necesitaba encontrar
evidencias.
A la edad de 60 años, cuando
debería haber estado en casa con su pipa y sus zapatillas, se fue a buscarla.
Granito inyectado
Hutton eligió explorar Glen Tilt
porque dos de los grandes ríos de Escocia se encuentran aquí.
El río Dee corre sobre un lecho
rocoso de granito rosa. El río Tay tiene un lecho rocoso de arenisca gris.
Hutton esperaba que ahí, donde
los ríos se encontraban, se encontrarían también el granito y la piedra
arenisca.
Y así fue: encontró rocas estratificadas grises con
granito rosa inyectado.
Estas son las rocas que encontró:
se ve claramente cómo el granito rosado se filtró por las grietas de la roca
gris. Para que eso pudiera suceder, el granito debía haber estado casi líquido
cuando se encontraron.
Si el granito había estado
fundido, debía haber una fuente de calor potente en el centro de la Tierra,
dedujo Hutton.
Eso demostraba que el granito
había estado fundido cuando se encontró con las rocas grises, lo que a su vez
era la prueba de que había un motor de calor gigante en acción.
Además, mostraba que la Tierra no había permanecido sin cambios
desde la creación, como decía la Biblia.
Con sus observaciones en Escocia,
James Hutton había probado gran parte de su teoría de la Tierra como un
sistema.
Pero aún no estaba satisfecho:
quería saber si la Tierra tenía miles de años, como decía la Biblia, o era
mucho, mucho más antigua.
La edad del planeta
En 1788, Hutton se dirigió al
punto de Siccar en la costa de Berwickshire.
Lo que lo intrigaba eran los diferentes
ángulos de las rocas a lo largo de los acantilados.
Había visto capas verticales a lo
largo de parte de la costa pero sabía que más al norte, el ángulo cambiaba
completamente y las capas eran horizontales.
DAVE SOUZA Las rocas de Siccar
Point están en distintos ángulos. Parte de la razón es el movimiento de las
placas tectónicas. Hutton no tenía forma de saber eso, pero ello no impidió que
entendiera qué estaba viendo.
La curiosidad de Hutton le hizo
mirar más de cerca y entendió que estaba viendo el nacimiento y la muerte
de mundos enteros.
En las capas horizontales y
verticales de la roca, vio ciclos geológicos apilados unos encima de otros.
GRAEME MCNEE
No sabía exactamente qué causó
esa formación pero su brillante intuición le permitió deducir que involucraba
procesos graduales que sucedían no
en el tiempo bíblico, sino en el tiempo profundo, extendiéndose
inmensamente.
Tenía razón. Hoy sabemos que la
roca gris que examinó tiene alrededor de 425 millones de años y la roja, unos
345 millones de años. La brecha entre los dos es de 80 millones de años.
Y ese es el legado más importante
de Hutton: la apreciación del tiempo profundo, el cronograma de un planeta.
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Su frase fue: "No hay vestigio de un principio, ni
perspectiva de un fin".
En otras palabras, una
intemporalidad en la que pequeños cambios graduales pueden lograr casi
cualquier cosa.
Su reconocimiento del tiempo
profundo fue un avance
extraordinario, tan significativo como la teoría de la evolución de Darwin o la teoría de la
relatividad de Einstein.
James Hutton vio lo que nadie más
había visto antes. Fue el primero en captar la verdadera y vasta edad de la
Tierra.
Fue ese descubrimiento más que
ningún otro lo que permitió reconstruir la compleja historia de la vida de
nuestro planeta.

El
cómic sobre el tiempo profundo aparece en este artículo por cortesía de su
autor Graeme McNee, (graememcnee.com) y del Festival Internacional de Edimburgo (eif.co.uk).
El texto está basado en la serie de la BBC "The men of rock"
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