Daniel Raventós 27/06/2017
A finales de junio, se conoció
algo realmente fantástico para los defensores de una de las muchas variantes
del obscurantismo: en Turquía no se enseñará la teoría de la evolución
por selección natural. El viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus,
calificó la teoría de Charles Darwin como “científicamente anticuada y podrida”
(sic). “Ninguna regla dice que se debe enseñar esta teoría”, añadió Kurtulmus,
que es catedrático de Economía en la Universidad de Estambul y miembro del
partido islamista Justicia y Desarrollo (AKP), que gobierna Turquía desde 2002.
La evolución por selección natural está tan ampliamente contrastada, es tan
potente −consigue explicar
muchas cosas a partir de poquísimos supuestos− que algunos autores,
como Richard
Dawkins o David N. Stamos o Jerry A. Coyne prefieren
hablar de "hecho" al referirse a ella. La evolución por
selección natural o “la supervivencia no aleatoria de variantes aleatorias”, en
magistral expresión de Richard Dawkins, vuelve a ser puesta en cuestión por el
oscurantismo. Hemos creído que podía ser útil reproducir un artículo que
apareció en el núm. 1 de Sin Permiso en
papel, en mayo de 2006, dedicado a la lucha del “diseño inteligente” contra la
razón, contra la ciencia y, especialmente, contra la evolución por selección
natural. Cuando John
Milton, enfrentándose al censor del Estado, proclamaba hace más de tres
siglos que en la medida que la verdad aparezca en campo abierto se la debe
dejar lidiar con la falsedad, ya que nadie nunca había visto la verdad vencida
en liza libre y abierta, quizás hubiera sentido alguna duda ante este nuevo
ataque a la verdad. Curiosidad negra aparte: los más influyentes enemigos de la
selección natural no están en Turquía ni en Arabia Saudita, donde también está
prohibida la enseñanza de la selección natural, sino en EEUU, como a
continuación se explica. SP
El
diseño inteligente, dios y la tetera de Russell
Fue el clérigo anglicano William Paley (1743-1805) quien ya hace
más de dos siglos, en 1802, escribió en el libro que tanto influyó en el
pensamiento biológico de su tiempo, Natural
Theology: or, Evidences of the Existence and Attributes of the Deity, Collected
from the Appearances of Nature, que de un reloj de bolsillo encontrado
en un campo, podemos inferir que no han sido procesos naturales los causantes
de su existencia sino un intelecto humano. Por analogía, dijo Paley: “Las
huellas del diseño son demasiado fuertes para ser superadas. El diseño debe
haber tenido un diseñador. Este diseñador debe haber sido una persona. Esta
persona es DIOS.”[1] El ojo de los vertebrados era el
ejemplo favorito de Paley. Mal ejemplo, según sabemos desde hace algunos años.
El ojo humano es el resultado tosco de muchas contingencias evolutivas,
resultando algunas, desde una perspectiva de ingeniería, una auténtica chapuza.
Y no es ni mucho menos la única.[2] Pero el argumento de Paley se aceptó
como la explicación del mundo natural hasta la publicación del Origen de las Especies en 1859. Por
ejemplo, tan sólo 5 años antes de la publicación del libro de Darwin, el gran
geólogo Roderick Impey Murchison escribía:
“…mientras
el geólogo reconoce un comienzo, puede ver en las innumerables facetas del ojo
del crustáceo más primitivo las mismas evidencias de Omnisciencia que en la
consumación de la forma de los vertebrados.”[3]
Con Darwin y como es bien
conocido, las concepciones del “diseño” se batieron en retirada, aunque
lentamente y no sin algún rebrote temporal, en el campo de la ciencia.
Pero Paley vuelve a aparecer a
finales del siglo XX y a principios del actual en las escuelas de algunos
estados de los Estados Unidos de América. El 8 de noviembre de 2005 el Consejo
de Educación de Kansas aprobó una resolución, por seis votos a favor y cuatro
en contra, por la que los institutos de aquel lugar podrán impartir la teoría,
por cualificarla generosamente, conocida por “diseño inteligente”. Pocas
semanas después, el 20 de diciembre de 2005, el juez federal John E. Jones III
emitió sentencia por la que se declaraba inconstitucional la intención de un
consejo escolar de Dover (Pennsylvania) de que los alumnos de noveno curso de
una escuela pública secundaria estudiasen el “diseño inteligente”, al lado de
la teoría evolucionista de Darwin, en la clase de Biología. Podemos leer en
esta larga sentencia: “el hecho de que una teoría científica no pueda dar aún
una explicación sobre todos los detalles no debería servir como un pretexto
para dar alas, en la clase de ciencias, a una hipótesis alternativa no
verificable cimentada en la religión, o para tergiversar las proposiciones
científicas bien establecidas.”[4] Dover, una zona rural con
20.000 habitantes, ya en octubre de 2004 se convirtió en la primera escuela de
distrito de todo el país en introducir la doctrina del “diseño inteligente” en
su programa de ciencias. Es decir, desde aquella fecha, los alumnos de noveno grado
debían estudiar que la teoría de la evolución “deja muchas cosas sin explicar”
y que “no se trata de un hecho”; por lo que se les enseñaba “otras teorías” del
origen de la vida como la que ofrece el “diseño inteligente”. Este episodio
judicial es uno más de los muchos en que está implicada la enseñanza de la
selección natural. Desde 1925, cuando el profesor John Scopes fue condenado por
la Corte Suprema de Tenesee a pagar 100 dólares por defender una teoría (la de
Darwin según la cual los humanos evolucionamos a partir de los primates) que
negaba la creación divina de nuestra especie, se han entablado muchas batallas
judiciales contra la selección natural darwinista. Los grupos religiosos que
están detrás del “diseño inteligente” son poderosos y aunque esta vez han
sufrido un revés judicial, la guerra es larga. Hay otros consejos escolares que
tienen pretensiones como las de Dover, en Pennsylvania, en muchos otros
estados: Nuevo México, Wisconsin, Georgia, Maryland, Montana, Indiana,
Illinois… La plaga se extiende.
El núcleo fundamental del
darwinismo contemporáneo, para una legión de científicos es incuestionable. En
palabras de Daniel Dennett: “está hoy más allá de cualquier disputa científica”[5]. Y añade, por si no se había dicho con
suficiente contundencia: “Es concebible que nuevos descubrimientos puedan
conducir a cambios llamativos e incluso ‘revolucionarios’ en la teoría de
Darwin, pero la esperanza de que sea refutada por algunos progresos fulgurantes
sería casi tan poco razonable como la esperanza de retornar a la visión
geocéntrica y rechazar a Copérnico”. O, en la famosa formulación de Theodosius
Dobzhansky, “Nada tiene sentido en biología si no es bajo el prisma de la
evolución”.[6] Pues bien, no hace muchos años a la
teoría darwinista[7] le ha salido este competidor al que
se aludía un poco más arriba, el llamado “diseño inteligente”. En realidad, el
“diseño inteligente” es la relativamente reciente coartada recubierta de
lenguaje pseudocientífico utilizada por la muy vieja, incansable y poderosa
legión de creacionistas. Los representantes menos estrafalarios de los
creacionistas son plenamente conscientes de que meter a dios en las
explicaciones científicas de la delirante forma que algunos fundamentalistas
bíblicos han venido haciéndolo a lo largo de mucho tiempo, tiene poco futuro. Se
impone una nueva táctica, se trata ahora de introducir a dios de tapadillo. El
“diseño inteligente” introduce un diseñador fantástico, no siempre
explícitamente a dios. Pero tan solo alguien permanentemente en Babia no
establecería la conexión entre el diseñador fantástico y dios. El juez federal
John E. Jones III no se despistó, para desgracia de los defensores del “diseño
inteligente”.
El “diseño inteligente” es
táctica política. Por escasamente perspicaz que se pueda llegar a ser,
está visto que el creacionismo tradicional (el Génesis, Adán, la creación del
mundo en 6 días…) no tiene ningún futuro en el campo de la ciencia. Por lo que
hay que cambiar el envoltorio y pasar a la ofensiva. Lo que no evita que
algunos campeones del criterio según el cual la Biblia debe tomarse al pie de
la letra, vean a los partidarios del “diseño inteligente” como demasiado
desviados de la verdad, demasiado proclives a coquetear fuera de las bridas
estrictas de la palabra bíblica. Así, por ejemplo, Mark Looy, uno de los representantes
del grupo cuyo nombre ya es toda una declaración sin ambigüedades (“sosteniendo
la Biblia desde el primer versículo”) escribe[8]:
“El
movimiento llamado ‘Diseño Inteligente’, está dirigido por académicos que
sostienen que el diseño de los sistemas vivos — e incluso el de los elementos
no vivos del universo — señala hacia un Diseñador. Mientras que estos
defensores del ‘diseño inteligente’ han tenido éxito retando a la teoría de la
evolución, y pueden de hecho estar haciendo algunos progresos en el mundo
académico secular, nosotros no estamos seguros de cuán efectivo será este
movimiento a largo plazo en lo que respecta a cambiar los corazones de las
personas o de hecho en restaurar los fundamentos de nuestra cultura decadente.
Dado que la mayoría de los líderes del movimiento del diseño inteligente no son
científicos e investigadores completamente creyentes en la Biblia, su principal
motivación no es convencer a la gente de que la Biblia es completamente cierta
desde su primer versículo, incluyendo el mensaje del evangelio. Por otro lado,
aunque es difícil juzgar las motivaciones de cada uno, no hay mucha evidencia
de que estos académicos bien intencionados estén usando sus habilidades para
dirigir a las personas al aspecto más importante de quién es el Creador del
universo: que es Jesucristo, El Salvador.”
Pero los partidarios del “diseño
inteligente”, aunque hayan perdido por el camino a no pocos creacionistas
esperpénticos tipo Mark Looy, han pasado a la ofensiva. Así, los evolucionistas
darwinianos, los partidarios de la selección natural son, para los defensores
del “diseño inteligente”, unos dogmáticos que están completamente cerrados a
otros puntos de vista. Tan cerrados que no aceptan “teorías alternativas”. Ahí
aparece la nueva táctica creacionista del “diseño inteligente”. Se trata de
presentarse a ellos mismos como partidarios de un punto de vista “científico”
abierto y no dogmático. Presentación propia que va acompañada de una hábil
forma de presentar a los científicos darwinistas normal y corrientes como si de
una pandilla de “cientifistas” y de carcamales sectarios se tratara. Es significativa
y recurrente la acusación de “cientifismo” a los que confían en que la ciencia
nos puede aportar cada vez más respuestas a muchas preguntas. Y plantear nuevas
preguntas. “Aquellos que temen los hechos tratarán siempre de desacreditar a
los que los encuentran”, como ha dejado escrito con mucha retranca el ya citado
Daniel Dennett.[9]
El creador o más bien
revitalizador de este movimiento del “diseño inteligente” es Phillip Johnson[10], un abogado y profesor retirado de
Berkeley. En 1991 escribió un libro, Darwin
on Trial, por medio del cual sus ideas se empezaron a propagar.
Phillip Johnson propone trocar la ciencia normal y corriente, que investiga los
mecanismos de los procesos naturales sin referencia a seres sobrenaturales, por
una “ciencia” teísta. Es decir, una “ciencia” que incorpore la idea de dios en
el proceso científico. Porque como la “vida es muy compleja”, no puede ser
explicada mediante mecanismos exclusivamente naturales. Hay que introducir al
diseñador inteligente, a dios. Ni más, ni menos.
No fue hasta 1996 que estos
“creacionistas de los últimos días” empezaron a contabilizar algunos éxitos
propagandísticos con la obtención de becas concedidas por el Centro para la
Renovación de la Ciencia y la Cultura, un centro que busca “derrocar el
materialismo y a sus condenatorios legados culturales”. Este centro tiene un
“programa agresivo de relaciones públicas, el cual incluye conferencias que
ellos o sus seguidores organizan, libros o artículos populares, reclutamiento
de estudiantes universitarios a través de charlas auspiciadas por los grupos
religiosos de las universidades, y el cultivo de alianzas con cristianos
conservadores y con figuras políticas de influencia”. [11] Porque, como declara de sí mismo
Jonathan Wells, otro de los más conocidos predicadores del “diseño inteligente”,
su objetivo es “dedicar mi vida a destruir el darwinismo”. Intenciones claras y
contundentes. Wells no camina sólo: hay mucha gente que “desea desesperadamente
que el darwinismo sea falso”.[12]
Stephen Jay Gould murió el 20 de
mayo de 2002, antes de poder acordar el contenido preciso de una carta que le
había propuesto escribir y firmar conjuntamente Richard Dawkins, dirigida
a The New York Review of Books, contra
la patraña del “diseño inteligente”. Estos dos científicos, tan enfrentados en
otras cuestiones, acordaron hacer un frente común para evitar en lo posible la
extensión fraudulenta de esta nueva “teoría”. La primera expresión pública de
este acuerdo sería la publicación de la mencionada carta. En el borrador de la
carta que habían dispuesto que escribiría Dawkins para la posterior discusión
entre ambos, y al que Gould ya no pudo hacer comentarios, se puede leer:
“…ningún
científico calificado duda de que la evolución es un hecho, en el sentido
normalmente aceptado en el cual es un hecho que la Tierra gira alrededor del
Sol. (…)
En
el improbable caso de que un argumento significativo surgiese alguna vez de las
filas del creacionismo/”diseño inteligente”, estaríamos contentos de debatirlo.
Mientras tanto, cultivaremos nuestros jardines evolutivos, dedicándonos
ocasionalmente a la más exigente y valiosa tarea de debatir entre nosotros. Lo
que no haremos es apoyar a los creacionistas en su deshonesta búsqueda de
publicidad gratuita e inmerecido respeto académico”.[13]
En Estados Unidos, actualmente
poco más o menos de la mitad de la población cree que el hombre (y la mujer)
fue creado directamente por dios a su imagen hace unos 10.000 años. Aunque el
“diseño inteligente” no tiene el menor apoyo por parte de la comunidad
científica, dispone de simpatías en algunos sectores populares. Si bien el dato
mencionado sobre la enorme proporción de la ciudadanía estadounidense que tiene
unas creencias tan descabelladas sobre el origen de nuestra especie es una
parte de la explicación de estas simpatías, otros factores deben ser tenidos en
cuenta. Uno de ellos es la demagogia más grotesca acerca de “la falta de
evidencias absolutas de la selección natural”. Millones de dólares son puestos
generosamente al servicio de esta cantinela. El “diseño inteligente” tiene
complicidades de altísimo nivel en la Administración de aquel país. El mismo
Presidente actual de los Estados Unidos, como recordaba Noam Chomsky en “El
‘diseño inteligente’ y sus consecuencias”, artículo reproducido a finales de
noviembre de 2005 en www.sinpermiso.info,
es un militante a favor de poner al “diseño inteligente” en pie de igualdad con
la selección natural en la enseñanza de las escuelas de aquel país. Pero
tampoco este dato acaba de explicar las enormes simpatías por el “diseño
inteligente” entre algunos sectores populares estadounidenses. Entendámonos:
los sectores populares tienen más antipatías por la selección natural
darvinista que simpatías directas por el “diseño inteligente”, pero como éste
aparece como un enemigo de aquélla, ya tiene mucha puntuación favorable de
partida. Y en este último punto reside otra parte importante de la explicación.
Ron Carlson y Ed Decker, un par de predicadores muy populares, absolutamente
partidarios del “diseño inteligente”, presentan dos historias y preguntan a su
audiencia con cuál están de acuerdo. La primera dice así:
En
la historia secular tú eres un descendiente de una célula minúscula del
protoplasma primordial depositado en una playa vacía hace 3.500 millones de
años. Tú eres un mero saco de partículas atómicas, un conglomerado de sustancia
genética. Existes en un insignificante planeta en un diminuto sistema solar… en
un rincón vacío de un universo sin sentido. Vienes de nada e irás a ninguna
parte.
La segunda, en cambio, dice así:
En
la visión cristiana tú eres la creación especial de un Dios bueno y
todopoderoso. Tú eres el clímax de Su creación… No solamente en su única clase,
sino que eres único entre tu clase…Tu Creador te quiere tanto y tan
intensamente desea tu compañía y afecto que… Él dio la vida de Su único Hijo
para que puedas pasar la eternidad con Él.[14]
Poca duda puede haber sobre lo
gratificante, aliviadora y hasta estimulante psicológicamente que puede
resultar la segunda historia para aquellos cuya vida cotidiana está llena de
fatiga, angustia y fracaso.
Esta explicación, digamos
“sedante”, es psicológicamente comprensible. Pero muy diferente es el intento,
digamos “científicamente tolerante”, de justificar lo que no pasa de ser una
patraña recubierta de alguna farfolla técnica. Especial mención merece una idea
terca y ampliamente repetida por todos los viejos creacionistas y su actual
rama del “diseño inteligente”: “la ciencia no puede probar que no existe un ser
superior”.
Es completamente cierto que la
ciencia no puede demostrar (ni le debe ocupar) que no existe un ser superior.
Pero aceptar este punto no supone aceptar también este otro: “las evidencias
para apoyar la creencia en un ser superior merecen el mismo estatus
epistemológico que las evidencias para apoyar la no creencia en un ser
superior”. La creencia en la existencia de una tetera de porcelana china
girando elípticamente alrededor del Sol, como sugirió Bertrand Russell[15], aunque la técnica actual no permita
“demostrar” que “no existe”, no merece el mismo estatus epistemológico que la
creencia en su no existencia. Obsérvese que no corresponde al que niega sino al
que afirma la entidad de determinados seres, eventos, materias o majaderías el
tener que demostrar su existencia. Si se tuviera que utilizar el tiempo
mostrando que no existen el conjunto de cosas que visionarios, impostores o
desequilibrados aseguran que existen, no podría invertirse en otras ocupaciones
a buen seguro más fructíferas. Solamente hay un límite a ir proponiendo
existencias estrambóticas: la imaginación. Y hay personas que tienen una
imaginación desbocada que, desgraciadamente, está ocupada en delirios
bienintencionados, en el mejor de los casos morales, o en proyectos
embaucadores, en el peor de todos los casos. Una tetera de porcelana china en
órbita (elíptica) alrededor del Sol, o una asamblea anual de gnomos en la
ladera norte del pico Aneto a 3.100 metros sobre el nivel del mar en la primera
quincena de febrero, o un complot de seres tan diminutos que el ojo humano no
puede percibir que conspiran contra nuestra especie de acuerdo a determinadas
señales cósmicas las noches (sin nubes) de luna llena o… dios. ¿Por qué a
algunos “dios” les merece más estatus de razonabilidad que la tetera china, los
gnomos asamblearios o vaya usted a saber qué sandez se le pase por la cabeza a
cualquier charlatán o embaucador? Supuestamente podría responderse: “existen
las razones A, B, C y D que hacen más plausible la existencia de dios que la de
los gnomos asamblearios”. En este caso, estas razones A, B, C y D deberían
mostrase, explicarse con detenimiento, porque, de ser así, estaríamos ante
argumentos científicos propiamente dichos. Y en este caso estos argumentos
deberían ser tratados, como todos los demás que merezcan tal nombre, por sus
méritos. Pero con dios ocurre algo diferente. Como graciosamente apunta Richard
Dawkins, “todos somos ateos con respecto a la mayoría de los dioses [Baal,
Thor, Odín, Poseidón, Apolo, Amón Ra…] en los cuales la humanidad ha creído
alguna vez. Algunos de nosotros, simplemente, vamos un dios más allá que el
resto.” [16]
La táctica del poderosísimo grupo
de presión que apoya el “diseño inteligente” argumenta de la siguiente forma:
como no puede demostrarse la no existencia de un diseñador inteligente, esta
teoría debe gozar en las escuelas del mismo estatus que la teoría de la
selección natural. El “diseño inteligente” como una posibilidad ni más ni menos
que en pie de igualdad con la selección natural darwinista. Dicho con las propias
palabras nada ambiguas de uno de sus conocidos defensores: “Los estudiantes
deben aprender junto con los argumentos de Darwin, que el diseño permanece como
una posibilidad.” [17]Como también existe “una posibilidad” de
la asamblea de gnomos en una ladera del Aneto o de la viajera tetera china,
enseñemos estas “teorías” en las escuelas.
Y esto es lo que un avispado
licenciado en física de Oregón, Bobby Henderson, ha propuesto para parodiar de
forma inteligente a los nuevos creacionistas. La página web que, a finales de
2005, creó este físico logró en pocos días más de 20 millones de visitas. Según
Henderson existe un dios con forma de espaguetis en un plato con dos albóndigas
en la zona en donde, en el caso de los humanos, acostumbran a haber los ojos.
Esta divinidad se llama exactamente Flying
Spaghetti Monster. Podemos leer en la carta abierta al Consejo de Educación
de Kansas (con copia a otros consejos escolares de pueblos o Estados que
defienden el “diseño inteligente”): “Quiero recordar que hay muchas teorías de
‘diseño inteligente’. Yo y otros muchos a lo largo del mundo estamos firmemente
convencidos que el universo fue creado por un Flying Spaghetti Monster. Fue Él quien creo todo lo que vemos y
todo lo que sentimos.” Como Henderson proclama de forma provocativa en la misma
carta abierta: en las escuelas debe emplearse “un tercio del tiempo para el
diseño inteligente, un tercio para el Flying
Spaghetti Monsterism, y el otro tercio para las conjeturas lógicas basadas
en las insoportables evidencias observables.”[18]
Bajo el creacionismo o el
eufemismo del “diseño inteligente” se han dicho muchas barbaridades, y
probablemente acabará derrumbándose, pero en su camino no sabemos “cuánto daño
más va a provocar esa negación [de la selección natural] a la educación
científica y a la investigación biomédica antes de irse a pique.”[19] Epistemológicamente, los gnomos
asamblearios, la tetera orbitante de Bertrand Russell, el Flying Spaghetti Monsterism de
Bobby Henderson… o el dios de tantos otros, merecen el mismo estatus. Muy
seriamente: hasta que se demuestre lo contrario.
[1] http://www.ucmp.berkeley.edu/history/paley.html.
“The marks of design are too strong to be got over. Design must have had a
designer. That designer must have been a person. That person is GOD.”
[2] El largo e innecesario recorrido en los
mamíferos machos que tiene que recorrer el semen, y el propio cerebro humano,
serían dos casos más de chapuza, como proyecto de ingeniería. Para una breve
selección de otros casos véase Jesús Mosterín (2001): Ciencia viva, Espasa
Calpe, Madrid, p. 202-203.
[4] La sentencia puede leerse íntegramente
en http://www.aclu.org/images/asset_upload_file179_23137.pdf.
La cita corresponde a las páginas 136-137: “the fact that a scientific theory
cannot yet render an explanation on every point should not be used as a pretext
to thrust an untestable alternative hypothesis grounded in religion into the
science classroom or to misrepresent well-established scientific propositions.”
[6] Theodosius Dobzhansky (1973):
"Nothing in biology makes sense except in the light of
evolution." The American Biology Teacher.
[7] Muy rápidamente, se recordará aquí que
la selección natural darwinista puede definirse por tres principios: el de
variación, el de eficacia biológica diferencial y el de herencia. El primero
nos dice que las entidades o elementos de la población no son todos iguales, es
decir, podemos establecer al menos para un carácter o atributo de las
entidades, diferencias entre las entidades dentro de la población. El de la
eficacia biológica diferencial nos informa de que algunas de las variantes
establecidas por el primer principio tienen como promedio mayor número de
descendientes y/o mayor supervivencia lo que, dicho de otra forma, significa
que las entidades que posean ciertas variantes estarán asociadas a una mayor
descendencia y/o longevidad (aptitud y eficacia biológica, aunque
conceptualmente diferenciadas, están correlacionadas puesto que las entidades
mejor adaptadas tenderán a tener una descendencia mayor que la media de la
población respectiva). Por el principio de la herencia, se entiende
sencillamente que las entidades tienden a transmitir sus características a la
descendencia.
[10] Otras cabezas visibles del “diseño
inteligente” son, entre otros: Michael J. Behe, William A. Dembski, Stephen
Meyer , Paul Nelson... y Leon Kass, presidente del Consejo de Bioética de
George W. Bush. Quizás esto sea lo que explique la toma de partido por el
“diseño inteligente” del actual Presidente de los Estados Unidos y conocido
fundamentalista cristiano. Irving Kristol, un reputado ideólogo del
neoconservadurismo, es también partidario del “diseño inteligente”.
Kristol escribió hace menos de 10 años: “Si existe un hecho indiscutible sobre
la condición humana es que ninguna comunidad puede sobrevivir si está
convencida de que sus miembros llevan una vida carente de sentido en un mundo
sin sentido, o aunque sólo lo sospeche”. Citado en Steven Pinker (2003): La
tabla rasa, Paidós, Barcelona, p. 203.
[11] Barbara Forrest (2002): La nueva
evolución del creacionismo, en http://www.actionbioscience.org/esp/evolution/nhmag.html.
[14] Reproducido de Richard Lewontin (2005):
“The Wars Over Evolution”, The New York Review of Books, 20-10-2005.
Obsérvese la similitud de estas citas con la del neoconsevador Irving Kristol
que he transcrito en la nota 11.
[15] Véase http://www.positiveatheism.org/hist/quotes/russell.htm.
En esta página web se explica brevemente de dónde procede esta cita.
[17] Jonathan Wells (2002): Los
elusivos iconos de la evolución, en http://www.actionbioscience.org/esp/evolution/nhmag.html.
[18] Véase la divertidísima http://www.venganza.org. Entre otras
maravillas burlescas se podrá encontrar una sesuda explicación “científica” del
calentamiento global del planeta a partir de la disminución observada del
número de piratas (aproximado) desde el año 1820 hasta la actualidad.
Delirante, pero da igual. Hay que ofrecer “explicaciones” de todo tipo porque,
como el mismo Henderson asegura continuando su parodia, “a los estudiantes hay
que darles muchos puntos de vista para que así puedan elegir por ellos mismos
la teoría que tiene más sentido para ellos”.
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es profesor de la Facultad de
Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de
Redacción de SinPermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es miembro del
comité científico de ATTAC. Su último libro es "Renta Básica contra la incertidumbre"
(Ed. RBA, julio 2017).
Fuente:www.sinpermiso.info, 2-7-17
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