Venta de banderas feria
Gamarra./ Foto: http://www.pqs.pe/
Por Milcíades Ruiz*
10 de julio, 2017.- Ya empiezan a
sonar las voces de la esquizofrenia comercial que nos inducen a festejar la
independencia del Perú que encubre cierta falacia histórica. Es el
poder de la dominación que nos convierte en zombis por reflejo condicionado haciéndonos
actuar a conveniencia de intereses ajenos. Felices Fiestas Patrias, repetirán
también los oprimidos ancestrales para beneplácito de los opresores, sin
percatarse que es una celebración del aciago día en que se perdieron las
esperanzas de recuperar la genuina patria ancestral. Esa patria era el
Tahuantinsuyo.
Felices Fiestas Patrias,
repetirán también los oprimidos ancestrales para beneplácito de los opresores,
sin percatarse que es una celebración del aciago día en que se perdieron las
esperanzas de recuperar la genuina patria ancestral. Esa patria era el
Tahuantinsuyo.
A diferencia de otros países en
que logran su libertad recuperando el dominio sobre su territorio ancestral
desalojando al invasor, ello no ocurrió con la independencia del virreinato del
Perú ni con el continente entero. Los invasores se adueñaron del territorio que
pertenecía a la población autóctona y usurparon sus derechos, suplantándola en
todo. Muchos somos los beneficiarios de esta injusticia pero el que calla
otorga. Sabemos que no es verdad lo que nos enseñan desde niños y sin embargo,
lo permitimos y hasta participamos del engaño. Eso no es honesto.
Sabemos que no es verdad lo que
nos enseñan desde niños y sin embargo, lo permitimos y hasta participamos del
engaño. Eso no es honesto.
La independencia del virreinato
del Perú no es lo mismo que la emancipación de la patria. No era que al fin de
tres siglos de dominación los opresores dejaban el Tahuantinsuyo. No, eso no.
Era la independencia de los invasores, que se separaban de España, su madre
patria. La libertad era solo para los colonialistas pero no para los nativos
que siguieron siendo sus vasallos. Los supuestos próceres de la independencia
eran los mismos opresores coloniales que se pusieron el ropaje de “patriotas”
republicanos. Estos, siguieron siendo propietarios de esclavos capturados en
África y vendidos como animales salvajes. Estos humanos también perdieron su
patria y jamás pudieron regresar a ella.
Pero los esclavistas y señores
feudales hablaban de libertad (la de ellos solamente y no de todos). Los
opresores se sentían oprimidos frente a los españoles peninsulares ignorando
cínicamente la opresión que ellos ejercían sobre la población nativa y sobre
los esclavos. Solo ellos, los colonialistas, tenían derecho a llamarse peruanos
pero no los aborígenes a los que llamaban simplemente “indios” o “naturales”.
Toda referencia a peruanos en la guerra de independencia del virreinato, se
sobreentendía que se estaba hablando de los españoles sudamericanos y no de los
nativos.
Hasta mediados del siglo XIX, en
el Perú continuaron vigentes las leyes españolas, el tributo indígena y la
esclavitud. Aun hoy, se pueden ver en Cañete, las rancherías de negros esclavos
en el fundo “Arona” de los descendientes del prócer terrateniente Hipólito
Unanue, secretario del virrey y representante de los realistas en las
tratativas de armisticio con los delegados de la Expedición Libertadora. No
obstante ser del campo enemigo, este “prócer” pasó a gobernar y presidir la
Junta Gubernativa de la República
El idioma de los colonialistas
dominadores fue declarado oficial en 1825, quedando de lado el idioma de la
mayoría de la población, el quechua. El despojo de tierras de cultivo prosiguió
con la república y las consiguientes rebeliones con derramamiento de sangre
nativa. Los esclavos no fueron liberados por decreto de la república. Su
libertad fue comprada por el Estado 33 años después de la independencia como si
se tratara de un gran negocio para los esclavistas que recibieron el precio de
cada uno de ellos, dando lugar a fraudes para obtener mayores montos de
compensación. Los súbditos yanaconas de los señores feudales (gamonales) solo
alcanzaron su independencia con la reforma agraria de Velasco.
Es verdad que no es bueno mirar
el pasado con rencor. Pero tampoco ocultar la verdad histórica ni mantener
latente las injusticias. No se pide venganza. No se pide discriminar a los
discriminadores. El racismo es denigrante. Solo se pide compartir con equidad.
El Perú es de todas las sangres se suele decir como una viveza para disimular
una situación oprobiosa. Pero hay sangres con más derecho que otras y eso
deberíamos reconocer. El derecho ancestral no debería ser sepultado.
En el Perú actual, las mayorías
están bajo el dominio de una minoría. Los cholos mestizos constituyen la
mayoría de la población, pero juntos con los que se consideran totalmente
quechuas, aimaras y nativos de la selva suman el 80% de la población peruana,
sin considerar los que han perdido el orgullo de su raza. Pero entonces, ¿por
qué no permitir una mayor participación en las decisiones de gobierno a los
peruanos ancestrales? Eso no está permitido en el régimen electoral vigente
hecho a la medida de los dominadores.
Fuente: Instituto Nacional de
Estadística e Informática (INEI) – Encuesta Nacional de Hogares.
Se ha avanzado bastante en
materia de equidad sexual, pero nos falta mucho por avanzar en cuanto a equidad
política como en equidad económica. Aún siguen gobernando y legislando los
descendientes de Juan de la Torre, uno de los trece de la “Isla del Gallo”,
como sucede en el actual Parlamento. Pero nunca es tarde para reivindicar lo
nativo, con mayor derecho. Que no nos vengan con el contrabando de que Túpac
Amaru II fue precursor de la independencia del Perú. No luchó por la
independencia de sus opresores sino por liberar a sus compatriotas de la
opresión de aquellos.
Muchos aborígenes tuvieron que
refugiarse en la cordillera para huir de la mita colonial que obligaba a
entregar la vida de un descendiente para que trabaje en la extracción mineral
que era muerte segura. Se quedaron habitando allí durante la república como
lugar seguro contra la extinción de la gente, hasta que aparecieron los
terribles “mistis” depredadores de sus recursos naturales, con la misma
ambición que los conquistadores, en complicidad con los gobernantes actuales.
Ahora luchan por su suelo, por su agua, por su ecología, por sobrevivir ante el
infortunio de una fatalidad histórica.
Entonces, es esos lugares,
resulta humillante entonar el himno nacional oficial y desearles “Felices
Fiestas Patrias” porque significa celebrar toda una historia de sufrimientos de
la opresión que no se extingue. Ya ni siquiera se puede vivir tranquilo en la
cordillera. La persecución ha llegado hasta el escondite histórico. Por su
puesto, ellos no recibirán gratificaciones monetarias por Fiestas Patrias Eso no
es para ellos dirán los dominadores.
Pero esta incomprensión está
encarnada ya en nuestra cultura y hasta los izquierdistas como los de derecha
miran al bicentenario de la independencia del virreinato del Perú, como una
hazaña para celebrar a lo grande. Todo lo que se planea y se hace es “con miras
al bicentenario”, olvidando las reivindicaciones ancestrales. ¿Por qué no
aprovechar el bicentenario para reconocer por ley las reivindicaciones
ancestrales traducidas en derechos ciudadanos? Por ejemplo: ¿Seguirá
manteniéndose el veto para que los nativos no sean oficiales ni jefes de
nuestras fuerzas armadas? ¿Seguirán sin derecho a cuotas de poder?
Demás está decir que ni aún los
más favorecidos por el sistema de dominación imperante podrá decir que somos
libres verdaderamente. El país ha perdido su soberanía, no tenemos
independencia económica y estamos sometidos a una legislación internacional arbitraria.
No podemos ayudar a Cuba y a Venezuela sin ser castigados con represalias
onerosas de facto. La lucha por la independencia real tendrá que continuar.
Es probable que lo dicho no sea
aceptable por quienes tienen una visión distinta a la mía. Me disculpo por el
atrevimiento. No siempre se tiene la razón y lo acepto. Pero mis convicciones
se mantienen firmes en cuanto a la equidad necesaria para superar injusticias.
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*Milcíades Ruiz es especialista en desarrollo rural.
*Milcíades Ruiz es especialista en desarrollo rural.
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