A menos de media hora en auto de la ciudad del Cusco se yergue
una figura que no tiene nada que envidiar a otras similares de México.
09 Jul 2017 | 07:10 h
Kallachaka maravilla por sus pirámides y su alarde de
ingeniería hidráulica, pero también por su fuerza energética.
Vista de la pirámide principal de Guachimontones, cerca a
Jalisco (México), que guarda gran parecido con la de Kallachaka.
La Pirámide Solar es fácilmente reconocible. Si se aguza la
vista, se puede observar un promontorio circular que sería la Pirámide Lunar,
aún inexplorada.
Redacción:
A primera vista, es difícil distinguir –en medio de la tupida
y verde andenería que cubre la quebrada
de Kallachaka– la inconfundible forma de una gran pirámide que casi llega
al borde mismo de un río Inkilltambo perfectamente canalizado desde tiempos
inmemoriales.
Cuando salta a nuestros ojos –como en esos ejercicios
tridimensionales en los que, de pronto, uno percibe formas que antes no
parecían existir–, la pregunta que acude a nosotros de inmediato es: ¿qué hace
una pirámide tan perfecta (salvo por un lado casi liso, probablemente producto
de deslizamientos pluviales) en un lugar tan cercano a la ciudad del Cusco? Y, sobre
todo, ¿por qué nunca escuchamos hablar de ella?
O de ellas. Porque, al costado y casi a la misma altura de la
pirámide que hace muy poco se ha restaurado y puesto en valor, se esboza un
promontorio circular que, según los investigadores, posiblemente sea una
pirámide gemela que aún no ha podido revelarse ni excavarse entre la maleza.
“Son ushnus, es decir, observatorios astronómicos y centros de
adoración religiosa de la época pre inca e inca”, nos dice Manuel Silva, director de Investigación
del Parque Sacsayhuamán,
donde se ubica la imponente pirámide que, vista del ángulo adecuado, no tiene
nada que envidiar a algunas visitadísimas pirámides de la Riviera Maya
mexicana.
Los ushnus –que también se encuentran en diversas culturas
peruanas, como la Nasca o
la Moche– eran lugares de
cultivo y a la vez centros ceremoniales, donde se hacían ofrendas al cosmos, a
la pachamama y a los apus, provistos de una gran fuerza energética que, aún
hoy, corta misteriosamente la señal de los teléfonos celulares.
“Eran huacas sagradas de la panaka real y se usaban como
observatorios para ciertas épocas, como los solsticios, lo que servía para
determinar las épocas de siembras y cosechas”, señala Silva y agrega que,
aunque se conocía de su existencia desde el siglo pasado, no fue sino hasta
hace una década que se comenzaron los trabajos de puesta en valor de lo que hoy
simplemente se conoce como la Pirámide
Solar, en contraposición a su gemela, que vendría a ser la Pirámide Lunar, aún no trabajada por
los arqueólogos.
Pero Kallachaka no
solo esconde su asombrosa pirámide, sino también una obra maestra de ingeniería
hidráulica, pues todo el recorrido del Inkilltambo está perfectamente
canalizado y, unos metros arriba, se yerguen casi intactos los andenes, cada
uno de los cuales representa un microclima distinto.
Obra de
Wirakocha
Según sus investigadores, las pirámides de Kallachaka habrían sido construidas
–ambas aprovechando las formas de dos cerros cercanos– alrededor del año 1400.
Es decir, durante el auge de la agricultura inca y en el reinado de Cusi
Yupanqui, después llamado Pachacútec,
el más importante de los soberanos incas.
Justamente por la ruta que va desde Kallachaka hacia Pisac se
encuentran tres lagunas, una de las cuales es Q’oricocha (q’ori: oro – cocha:
laguna), donde la leyenda cuenta que Cusi
Yupanki se bañó en oro antes de bajar al Cusco y derrotar a los
rebeldes chancas, de los que su padre Wirakocha había escapado.
Es gracias a esa victoria que Wirakocha, quien prefería a su hermano Inca Urco, reconoce como su
sucesor a Cusi Yupanqui, quien,
luego, ya convertido en Pachacútec, transforma lo que era un simple curacazgo
en el glorioso imperio del Tawantinsuyo.
Según sus investigadores, las pirámides de Kallachaka habrían
sido construidas alrededor del año 1400.
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