La equidad de género atraviesa
por un momento decisivo en América Latina y el Caribe. Estamos ante lo que
puede ser un empujón definitivo
Mujeres
piloto de EE UU en la Segunda Guerra
Mundial. DEPARTAMENTO DE DEFENSA EE UU.
La
equidad de género atraviesa por un momento decisivo en América Latina y el
Caribe. Estamos ante lo que puede ser un empujón definitivo para nuestros
países o, ante la falta de acción, la condena a una inercia interminable.
¿Parece que estoy exagerando? Los datos dicen que no.
Hoy, más del 25% de los escaños
parlamentarios de la región pertenecen a mujeres, lo que nos sitúa en el
segundo lugar en el mundo (solamente detrás de los países nórdicos) y muy por
encima de los Estados Unidos y Europa Oriental. Y en educación superior, en
menos de una generación hemos avanzado hasta contar un 25% más de mujeres
matriculadas en las universidades que varones.
Sin embargo, esto aún no se ha
traducido en oportunidades de empleo equitativas para nosotras. Argentina, por
ejemplo, donde las mujeres superan a los hombres en la matrícula de educación
secundaria y terciaria, ocupa el lugar 101 entre 144 países en términos de
participación económica de las mujeres y sus oportunidades de empleo, según
datos del índice de
brecha salarial del Foro Económico Mundial.
Sabemos que uno de los factores
para lograr esa competitividad plena y deseada por muchos reside en la equidad
de género: sin embargo, no se puede ser
competitivo si se aprovecha el talento de sólo la mitad de la
población.
Los beneficios de incorporar en
condiciones equitativas a más mujeres al mercado laboral son muchos. Según un reciente
estudio, si se incrementa la participación femenina en el mercado de
trabajo latinoamericano, esto podría conducir al aumento de un nada
despreciable 14% del PIB de la región, equivalente a 1,1 billones de dólares
más en nuestras economías. En el mismo estudio se señala que si se lograran
superar las diversas brechas de género podrían agregarse 12 billones de dólares
en todo el mundo para el 2025. ¡En solo ocho años!
Pero como decía, no basta con
incorporar a las mujeres a la población económicamente activa, hay que empujar
un poco más allá y aspirar a la ruptura de lo que se conoce como el techo
de cristal. Otro estudio que
cubrió 345 compañías que cotizan en las bolsas de América Latina, encontró que
aquellas que contaban al menos con una mujer entre sus directivos principales,
tenían un retorno sobre el capital (ROE) 44% mayor.
Es obvio que estimular la
inclusión de las mujeres en el mercado laboral en condiciones equitativas es
sumamente beneficioso, pero ¿cómo hacerlo? Comparto tres maneras diferentes:
1.
Identificar, participar y conseguir Certificaciones en Equidad de Género
Hace solo unos días, fue la misma
exsecretaria de Estado de EE UU y excandidata presidencial Hillary Clinton
quien al participar en una conferencia hablaba
de la importancia de certificaciones como EDGE,
una metodología de evaluación y estándar internacional para la equidad de
género que permite a las organizaciones medir su progreso en la búsqueda y
consolidación de un lugar de trabajo más igualitario. Aquí, en América Latina,
el cambio comienza a darse. Por ejemplo, el BID se
convirtió en el primer banco de desarrollo regional en obtener esta
certificación a nivel mundial.
Otro ejemplo de este tipo de certificación
está en México, donde se gestó el Modelo de Equidad de Género 2003-2015 o
MEG. Desarrollado por el
Instituto Nacional de las Mujeres, se trata de un sistema de gestión que
proporciona un marco referencial y herramientas a empresas, instituciones
públicas y organizaciones diversas para asumir un compromiso con la igualdad de género en
el trabajo y en sus estructuras.
2. Incentivar
iniciativas de paridad de género a nivel nacional
En diciembre pasado, Chile se
convertía en el primer país de la región en lanzar una iniciativa a
nivel presidencial con medidas concretas para cerrar la brecha de género en el
mercado laboral. Lo ha conseguido a través de la formación de una alianza
público-privada que persigue tres objetivos principales: aumentar la
participación económica de las chilenas, reducir las brechas salariales entre
hombres y mujeres, y aumentar la presencia de mujeres en altos cargos
gerenciales y directivos.
Con esta misma idea, en Argentina
se ha creado un grupo de trabajo para el diseño e implementación de su propia
iniciativa nacional, que esperan lanzar en algunos meses.
3. Continuar
movilizando a la opinión pública para influir en las agendas nacionales
Recientes movimientos sociales
contra la violencia machista y en favor de la equidad de género y la inclusión
han encontrado una nueva y poderosa voz en las redes sociales. Gracias a su eco
y resonancia, han conseguido influenciar la opinión pública de sus países y,
por lo tanto, moldear la agenda pública. Movimientos como por ejemplo #NiUnaMenos,
han alcanzado una relevancia e impacto hasta ahora insospechados, por lo que es
importante continuar uniendo nuestras voces a este tipo de iniciativas y
empoderarnos como ciudadanos activos e informados.
Seguir trabajando no sólo por una
mayor inclusión en condiciones equitativas de la mujer en el mercado laboral,
sino por ir un poco más allá y romper el techo de cristal es, sin duda, una
herramienta poderosa para impulsar la economía regional y, por lo tanto,
nuestra competitividad y desarrollo.
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Valeria
Pacheco es especialista en comunicación del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID).
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