Técnicas y hábitos que ayudan a
la hora de afrontar un trazado revirado.
Raúl Romojaro · 25/05/2017
Cuando la carretera serpentea hay
que estar muy atentos.
Un buen conductor se identifica, entre otras cosas, por la forma
en la que toma las curvas. Circular
en recta carece, obviamente, de demasiados
secretos más allá de hacerlo con sentido común y respeto a las normas.
Cuando toca girar el volante, la
cosa es distinta… e incluso antes de hacerlo. El motivo fundamental radica en las inercias que provocan las transferencias de peso, de atrás
hacia adelante en las frenadas previas y lateralmente en las propias trazadas.
Por todo ello, negociar las curvas supone un desafío para algunos conductores. La experiencia suele ser la mejor aliada para superar el compromiso con éxito, aunque conocer y aplicar algunos sencillos trucos nos ayudará a girar con mayor eficacia y, sobre todo, seguridad. El siguiente es un decálogo que se debería tener en cuenta para mejorar la conducción en carreteras reviradas.
ANALIZAR EL TRAZADO
Para decidir de qué modo hay que
afrontar una curva, primero debemos conocer
cómo es. Suena a perogrullada, pero en ocasiones nos olvidamos de mirar lo más lejos posible, para
analizar el trazado de la carretera, descubrir el tipo de viraje que llega y adaptarnos a él.
ATENCIÓN A LA SEÑALIZACIÓN
A menudo caemos en el error de no prestar la atención necesaria a la señalización, que
puede aportar información útil sobre
lo que nos encontraremos en la curva. Además de su dirección (derecha,
izquierda o doble), la velocidad
máxima obligatoria o aconsejada es una referencia que se debe tener en
cuenta para conocer el trazado que nos espera; además, los paneles direccionales no solo
marcan el sentido de la curva, su cantidad es también una referencia sobre la velocidad
que debemos adoptar: un solo panel indica
que se debe reducir entre 15 y 30 km/ respecto a la genérica de la vía; dos suponen decelerar entre 30 y
45 km/h, mientras que tres nos
obligará a circular más de 45 km/h por debajo.
ADAPTAR LA VELOCIDAD
Una vez que sabemos el tipo de curva que hay que negociar
llega el momento de adaptar la
velocidad a sus exigencias. Por lo general las lentas suelen ser más complicadas
de gestionar que las rápidas, aunque
estas resultan más peligrosas si se llega algún error. Y hay que trazar la
curva al ritmo justo desde
el primer momento, lo que quiere decir que la frenada debe producirse antes de empezar a girar el
volante: mientras que las ruedas estén rectas la estabilidad del vehículo es
mayor. Cualquier actuación posterior sobre los frenos puede traducirse en
problemas en plena maniobra.
EN LA MARCHA JUSTA
Al hilo de lo anterior, es
igualmente obligatorio adaptar la relación de la caja de cambios a la velocidad con la que afrontemos la curva.
En una transmisión automática, con
la frenada será el propio sistema el que reduzca a la marcha adecuada aunque el conductor siempre puede intervenir
sobre la palanca secuencial o las levas del volante si así lo considera; más
atención exigen los cambios
manuales, en los que se hace necesario elegir la relación justa (ni demasiado corta
ni larga) y con un régimen de giro del motor que también ayude a controlar el
coche.
Algunas curvas son más
complicadas que otras.
COLOCACIÓN EN LA TRAZADA
Otro punto clave es el aprovechamiento del espacio que
concede el carril de circulación para realizar la trazada más efectiva posible. Como se señalaba al comienzo,
siempre que el coche esté recto será
más estable, así que minimizar el giro del volante aporta un precioso
plus de seguridad. Y para conseguirlo el secreto está en dibujar la línea más amplia posible
dentro del carril, por supuesto sin salirse nunca de él ni invadiendo el
contrario.
DE FUERA A ADENTRO
El tipo de curvas es variadísimo, sería exagerado afirmar
que no hay dos iguales… pero casi. Por su trazado, su ángulo de giro, su caída
lateral (peralte), su pendiente, el tipo de asfalto, la visibilidad que ofrecen
y otros muchos aspectos volvemos a recordar que es fundamental analizar previamente lo que nos
vamos a encontrar. A partir de ese instante, la norma general suele ser
circular de fuera a dentro del
carril, aprovechando todo el espacio disponible. Por ejemplo, en una
curva a izquierdas, al comenzar la trazada hay que ceñirse al lado derecho del carril para buscar desde ese punto
el ápice izquierdo de la curva de la forma más directa posible; una vez en este
vértice, la operación se repite a la inversa para dirigirse hacia el exterior
buscando de nuevo el lado derecho de la calzada, dándole toda la salida posible a la
trayectoria.
LAS MANOS, BIEN COLOCADAS
Para realizar con seguridad las maniobras necesarias
es imprescindible que las manos vayan bien
colocadas en el volante. Tener ambas en la parte baja o alta del volante,
agarrarlo solo con una o llevarlas juntas acompañado el giro nos impedirá una reacción rápida y precisa en
caso de que surja algún imprevisto o
cuando simplemente haya que realizar una corrección ligera en la trayectoria.
LA SUAVIDAD COMO NORMA
Un consejo aplicable a la conducción en general pero
especialmente importante en el momento delicado de gestionar una curva: suavidad máxima. La frenada
previa, el giro del volante y la aceleración posterior deben realizarse de forma progresiva, lo que ayuda a
mantener el control de la situación en todo momento. Cualquier brusquedad se traduce en
inestabilidad con el consiguiente riesgo que supone.
CURVAS ENLAZADAS
En carreteras reviradas, como por ejemplo las de montaña, la
observación y la anticipación deben ser superiores, relacionadas con la mayor
exigencia de la vía. En este caso se trazarán las curvas como un conjunto, relacionado la
anterior con la siguiente para elegir la línea más segura y efectiva. El ritmo
(frenadas, velocidad y aceleraciones) debe adaptarse a las características de
esa consecución de giros, puesto
que equivocarse en uno de ellos conducirá a un error irremisible en el consecutivo.
ANTE LA DUDA, PRUDENCIA
En una recta el control de la
situación es más natural, en
las curvas intervienen numerosos factores que pueden alterar la normalidad. Especialmente si la visibilidad es reducida por el
ángulo del giro hay que ceñirse a la norma de prudencia ante todo; en caso de duda siempre es mejor quedarse
corto en velocidad que excederse porque perder el control de un vehículo en
pleno viraje suele traducirse en un
accidente: en 2015 se produjeron en carreteras convencionales 190
salidas de la vía con 195 fallecidos y 669 heridos graves.
Artículo actualizado el 25/05/2017
| 18:37 h
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