El debate está plagado de una
gran variedad de imprecisiones y malentendidos tanto entre la derecha como
entre la izquierda. Esto es lo que muestran de verdad las investigaciones
actuales
HEIN DE HAAS
Marcha por los derechos de los
inmigrantes en el centro de Los Ángeles el 1 de mayo 2006.
JONATHAN MCINTOSH
19 DE ABRIL DE 2017
La inmigración fue el tema del
año en 2016 y probablemente seguirá siendo importante a lo largo de 2017. Sin
embargo, este asunto es objeto de debates tan acalorados como llenos de
malentendidos. La llamada “crisis de refugiados” en Europa y las omnipresentes
imágenes de embarcaciones a rebosar llegando a las costas del Mediterráneo dan
la impresión de que la inmigración amenaza con salirse de control y que
necesitamos tomar medidas drásticas para restringir el flujo incontrolable de
inmigrantes. El miedo a la inmigración en masa ha fomentado el surgimiento de
partidos nacionalistas extremistas por toda Europa y ha ayudado a que Donald
Trump ganara las elecciones presidenciales en EE.UU.
Este llamamiento a implementar
políticas migratorias más severas se suma a otra opinión, si bien algo más
débil, que manifiestan los sectores empresariales, las organizaciones en
defensa de los derechos humanos, las organizaciones religiosas y los partidos
liberales de izquierdas. Su argumento es que la inmigración tiende a beneficiar
tanto a las sociedades de origen como de destino, y que no deberíamos ver a los
refugiados como una carga, sino como una fuente potencial de recursos.
No obstante, en este debate tan
polarizado, los hechos en cierto modo más instructivos se pierden de vista. El
relato sobre la inmigración tanto de la izquierda como de la derecha está
anclado en una serie de mitos que revelan una sorprendente falta de
conocimiento acerca de la naturaleza, las causas y las consecuencias del
proceso migratorio. Este texto examina ocho de los mitos que a menudo encuentro
en mis investigaciones.
1.
No, las fronteras cerradas no conducen automáticamente a menos inmigración
No es tan fácil como simplemente
cerrar la puerta de un portazo. Las restricciones migratorias pueden tener
diversos efectos secundarios no deseados que pueden desvirtuar su efectividad.
En primer lugar, las restricciones pueden empujar a los emigrantes a buscar
canales alternativos legales o ilegales, como por ejemplo que los en realidad
inmigrantes económicos usen los canales para la reunificación familiar. En
segundo lugar, los controles fronterizos estrictos desvían a menudo los flujos
migratorios hacia otras rutas terrestres o marítimas, y por tanto expanden el
mercado para los contrabandistas. En tercer lugar, las restricciones pueden
conducir a incrementos migratorios súbitos del tipo “ahora o nunca”. Por
ejemplo, cuando Surinam consiguió independizarse de los Países Bajos en 1975,
el 40% de su población emigró a Holanda antes de que se concedieran los
visados.
Finalmente, las restricciones
tienden a interrumpir la circulación y empujar a los inmigrantes a asentarse
permanentemente. Esto es lo que sucedió, por ejemplo, con los llamados
“trabajadores visitantes” de la década de 1970-1980. Como tenían miedo de no
poder inmigrar de nuevo después de regresar temporalmente a casa, muchos
optaron por asentarse de manera permanente. Antes de 1991, cuando la
circulación era libre, muchos marroquíes iban y venían a España para trabajar
como temporeros, pero cuando se introdujo la necesidad de obtener un visado en
1991, como consecuencia del Acuerdo de Schengen, se produjo el fenómeno de la
inmigración ilegal en pateras y comenzó el asentamiento permanente de
temporeros marroquíes en España. Ellos, por su parte, trajeron consigo a sus
familias y esto condujo a un rápido crecimiento de la población marroquí en el
país que superó las 700 000 personas.
Esto no significa que los
gobiernos no puedan o no deban controlar la inmigración. Más bien, lo que
demuestra es que las políticas migratorias liberales no conducen necesariamente
a la migración en masa y que las políticas migratorias mal concebidas pueden
ser contraproducentes. La migración libre es a menudo circular, como puede
observarse con la migración en el interior de la UE. Cuanto más restrictivas
son las políticas de entrada, más desean quedarse los inmigrantes. Estos
efectos no deseados generan dilemas fundamentales para los responsables
políticos.
2.
No, las políticas migratorias no han fallado
La considerable atención mediática que recibe la continua inmigración mediante embarcaciones y los cruces irregulares de fronteras ha creado la imagen distorsionada y engañosa de que las políticas migratorias están “rotas” y que las fronteras están fuera de control. La extrema atención que recibe la “crisis de los refugiados” ha ocultado el hecho de que la mayoría de las políticas migratorias son de hecho bastante eficaces. Al fin y al cabo, gran parte de los inmigrantes, de acuerdo con los mejores cálculos disponibles, al menos nueve de cada diez, entra legalmente en Europa, y esto cuestiona la idea de que la inmigración está “fuera de control”. Propiamente dicha, la inmigración ilegal es un fenómeno relativamente limitado. Los períodos en los que se ha producido una emigración de refugiados extremadamente elevada, como sucedió en 2015 o en la década de los 90 durante los conflictos de los Balcanes, son más una excepción que la norma y no acostumbran a durar mucho.
La considerable atención mediática que recibe la continua inmigración mediante embarcaciones y los cruces irregulares de fronteras ha creado la imagen distorsionada y engañosa de que las políticas migratorias están “rotas” y que las fronteras están fuera de control. La extrema atención que recibe la “crisis de los refugiados” ha ocultado el hecho de que la mayoría de las políticas migratorias son de hecho bastante eficaces. Al fin y al cabo, gran parte de los inmigrantes, de acuerdo con los mejores cálculos disponibles, al menos nueve de cada diez, entra legalmente en Europa, y esto cuestiona la idea de que la inmigración está “fuera de control”. Propiamente dicha, la inmigración ilegal es un fenómeno relativamente limitado. Los períodos en los que se ha producido una emigración de refugiados extremadamente elevada, como sucedió en 2015 o en la década de los 90 durante los conflictos de los Balcanes, son más una excepción que la norma y no acostumbran a durar mucho.
La inmigración no es un flujo que
se pueda abrir y cerrar como un grifo. Las modernas políticas migratorias
pretenden influir en la selección y el momento de la inmigración más que los
volúmenes migratorios. Sin embargo, a menudo sobrestimamos lo que pueden
conseguir las políticas migratorias. Esto sucede porque la emigración está
motivada por procesos de desarrollo económico y de cambio social, tanto en las
sociedades de origen como de destino, que escapan al alcance de las políticas
migratorias.
Cuanto mejor está la economía,
más aumenta el número de inmigrantes
A largo plazo, el número de
inmigrantes que llegan a Alemania se corresponde con el ciclo económico /
Fuente: Oficina Federal de Estadísticas Alemana, BM
Por ejemplo, en la mayoría de los
países europeos los niveles migratorios tienden a estar directamente
relacionados con los ciclos económicos (véase el gráfico anterior para el caso
alemán). En épocas de sólido crecimiento económico, es más probable que los
inmigrantes encuentren trabajo y obtengan así permisos de trabajo. La
inmigración económica está fuertemente motivada por la demanda laboral, y
cuestiona la idea popular que afirma que se trata de un fenómeno sin control
motivado sobre todo por la pobreza y la violencia en los países de
origen.
3.
No, las políticas migratorias no son cada vez más restrictivas
Esto es lo que los políticos quieren que creamos, pero la realidad alberga numerosos matices. En un reciente estudio que realizamos en la Universidad de Oxford, examinamos 6500 leyes migratorias de 45 países diferentes entre 1945 y 2010. Concluimos que durante las últimas décadas las políticas migratorias han sido cada vez más liberales para la mayoría de grupos de inmigrantes. En Alemania, por ejemplo, un 61% de las normativas relacionadas con la inmigración que se aprobaron desde 1945 tuvieron un efecto atenuante, un 35% una naturaleza más restrictiva y un 4% fueron neutrales.
Esto es lo que los políticos quieren que creamos, pero la realidad alberga numerosos matices. En un reciente estudio que realizamos en la Universidad de Oxford, examinamos 6500 leyes migratorias de 45 países diferentes entre 1945 y 2010. Concluimos que durante las últimas décadas las políticas migratorias han sido cada vez más liberales para la mayoría de grupos de inmigrantes. En Alemania, por ejemplo, un 61% de las normativas relacionadas con la inmigración que se aprobaron desde 1945 tuvieron un efecto atenuante, un 35% una naturaleza más restrictiva y un 4% fueron neutrales.
La principal excepción a esta
regla son los llamativos controles fronterizos y las políticas de visado cuyo
objetivo es evitar que los solicitantes de asilo y los inmigrantes irregulares
accedan al territorio europeo. Sin embargo, estos grupos solo representan una
minoría dentro del número total de inmigrantes. Si observamos las tendencias a
largo plazo relacionadas con las políticas de admisión, la mayoría de los demás
grupos de inmigrantes (incluida la mano de obra inmigrante, las familias y los
estudiantes) han sido recibidos de manera cada vez más favorable. Hace solo 20
años, los políticos alemanes y holandeses afirmaban que sus países no eran
“países de inmigración”. Hoy en día, estas opiniones se han convertido en la
excepción o han quedado confinadas a una periferia de extrema derecha. Esto
también es una prueba de que cada vez se acepta mejor la inmigración, a pesar
de que exista una retórica que sugiera lo contrario.
4.
No, la ayuda al desarrollo en los países de origen no evita la inmigración
Muchos gobiernos y muchas agencias de desarrollo ven la ayuda al desarrollo como una herramienta para reducir la inmigración. Esta visión se basa en la idea equívoca de que los motores principales de la emigración sur-norte son la violencia y la pobreza. Sin embargo, en realidad, el desarrollo da pie al principio a niveles más elevados de emigración.
Desarrollo humano y migración
Diferencia en el índice de
desarrollo humano (IDH) entre emigrantes e inmigrantes / Fuente: Banco Mundial,
2010.
Esto confirma la “paradoja de la
inmigración”, puesto que las investigaciones demuestran que los países más
pobres presentan un nivel de emigración mucho menor que las naciones más desarrolladas.
Al fin y al cabo, para emigrar hace falta disponer de recursos considerables.
La pobreza extrema inmoviliza a las personas, que quedan atrapadas porque no se
pueden permitir abandonar su tierra natal. Esta también es la razón de por qué
la idea de que el cambio climático dará como resultado una emigración en masa
hacia occidente es poco realista. Los cambios medioambientales negativos podrán
aumentar las intenciones de desplazarse, pero también limitarán la capacidad
para poder hacerlo.
El crecimiento económico y una
mejor educación tradicionalmente aumentan la facultad y las aspiraciones de la
gente para emigrar. En este sentido, no es ninguna coincidencia que países
eminentemente emigrantes, como México, Marruecos o Turquía, sean países de renta
media. El desarrollo de los países más pobres, como los que se encuentran en el
África subsahariana, conducirá a un aumento casi inevitable de la inmigración
proveniente de esos países. Por tanto, los futuros inmigrantes de Europa
vendrán del África subsahariana en lugar de Turquía y el norte de África.
5. No, la inmigración no conduce a una “fuga de cerebros”
Un argumento que se repite a menudo sostiene que la emigración provoca una “fuga de cerebros”, es decir, que se vayan los que disponen de un mayor nivel educativo, y por tanto debilita el potencial de desarrollo de los países de origen. En este caso también, los niveles de emigración son por lo general sencillamente demasiado bajos como para causar este efecto. Las investigaciones demuestran que sería en líneas generales poco razonable culpar a la emigración (la salida de doctores, por ejemplo) de los problemas de desarrollo estructurales como la falta de instalaciones sanitarias en las zonas rurales.
En segundo lugar, muchos países en vías de desarrollo se enfrentan a mayores niveles de desempleo entre los graduados universitarios.
En tercer lugar, el argumento de la “fuga de cerebros” ignora el hecho de que a menudo los emigrantes invierten grandes sumas de dinero en sus países de origen. En 2015, los emigrantes de países en vías de desarrollo enviaron unos 410 000 millones de dólares de regreso a casa, y eso representa solo las remesas registradas de manera oficial. Este montante supera en más de 2,5 puntos el total mundial de ayuda al desarrollo de ese mismo año (161 000 millones de dólares).
Más remesas que ayuda al
desarrollo
Remesas de emigrantes a sus
países natales en miles de millones de dólares / Fuente: Oficina Federal
de Estadísticas Alemana, BM
Estas remesas mejoran los
estándares de vida y disminuyen los niveles de pobreza entre las familias y las
comunidades de los países de origen. Sin embargo, al mismo tiempo, sería
equívoco pensar que los migrantes pueden resolver problemas fundamentales de
desarrollo como la corrupción o la desigualdad.
6.
No, los inmigrantes no quitan trabajos, ni debilitan el estado de bienestar
Las investigaciones demuestran que la mayoría de los inmigrantes realiza trabajos que las poblaciones locales rechazan o para los que carecen de las habilidades necesarias. Además, diversos estudios muestran que mientras que el efecto de la inmigración en el crecimiento económico tiende a ser positivo, es bastante reducido.
También, las afirmaciones en el
sentido de que los sistemas del bienestar avanzados, como los que existen en
Alemania y Holanda, atraen a un mayor número de inmigrantes que los países con
redes de asistencia social menos generosas, como el Reino Unido o los EE.UU.,
tampoco han sido nunca demostradas.
No obstante, lo que sí muestran los estudios es que las empresas, los ricos y las clases medias-altas son los que más se benefician de la inmigración (aparte de los inmigrantes mismos). Por lo general, las personas con ingresos bajos tienen menos que ganar, y hasta puede que salgan perdiendo en algunos casos, mientras que irónicamente los exmigrantes son lo que más tienen que temer de los nuevos inmigrantes en términos de competencia laboral. Los que abogan por establecer fronteras abiertas a menudo obvian el potencial que tiene la inmigración de aumentar la desigualdad.
7. No, la inmigración no puede resolver los problemas asociados al envejecimiento de las sociedades
No obstante, lo que sí muestran los estudios es que las empresas, los ricos y las clases medias-altas son los que más se benefician de la inmigración (aparte de los inmigrantes mismos). Por lo general, las personas con ingresos bajos tienen menos que ganar, y hasta puede que salgan perdiendo en algunos casos, mientras que irónicamente los exmigrantes son lo que más tienen que temer de los nuevos inmigrantes en términos de competencia laboral. Los que abogan por establecer fronteras abiertas a menudo obvian el potencial que tiene la inmigración de aumentar la desigualdad.
7. No, la inmigración no puede resolver los problemas asociados al envejecimiento de las sociedades
La magnitud de la inmigración es demasiado reducida para contrarrestar los efectos del envejecimiento de la población. Un estudio de la ONU ha demostrado que, para conseguir ese resultado, la inmigración tendría que alcanzar niveles que son tanto indeseables como poco realistas. Para poder contrarrestar el envejecimiento de la población, este estudio comprobó que Alemania, por ejemplo, necesitaría una inmigración neta de 3,5 millones de personas al año (12 veces por encima de la media nacional de 280 000 entre los años 1991 y 2015).
Además, este argumento no tiene
en cuenta que el envejecimiento de la población se está convirtiendo en un
fenómeno mundial y que algunas sociedades en proceso de envejecimiento como
China han empezado a convertirse en destinos migratorios internacionales por
méritos propios. La pregunta que nos haremos en el futuro no será tanto cómo
evitar que vengan los inmigrantes, sino como conseguir atraerlos.
8. No, no vivimos una época de migración sin precedentes
8. No, no vivimos una época de migración sin precedentes
Y finalmente, una visión de conjunto. Durante más de medio siglo, el número de migrantes, tomado como porcentaje de la población mundial, ha permanecido notablemente estable en torno a un 3% desde 1960. Incluso cuando el número de migrantes internacionales ha aumentado de los 93 millones de 1960 a los 244 millones de 2015, la población mundial ha aumentado aproximadamente al mismo ritmo, de 3000 a 7000 millones.
Ningún aumento en migración
mundial
Porcentaje de migrantes en el
total de la población mundial. / Hein de Haas
Asimismo, la idea de que existe
una “crisis de refugiados” mundial no tiene ningún fundamento. A escala global,
los refugiados representan un porcentaje relativamente menor dentro del número
total de migrantes. Mientras que el número de refugiados disminuyó de 18,5
millones a 16,3 millones entre 1990 y 2010, el número total repuntó en 2016 y
subió a 21,3 millones, principalmente por la guerra en Siria. Aun así, los
refugiados solo representan entre el 7% y el 8% de la población migratoria
mundial, y cerca del 86% de todos los refugiados vive en países en vías de
desarrollo.
Actualmente, países como Turquía,
Pakistán, Líbano, Irán, Etiopía y Jordania albergan las poblaciones más
numerosas de refugiados. En cambio, las sociedades occidentales, reciben
comparativamente un número muy bajo de refugiados, y los números actuales no son
precisamente inauditos. Actualmente, cerca de un 0,4% de la población total de
la UE son refugiados, entre 1992 y 1995, esta cifra se situó en torno al
0,5%.
El cambio más significativo en los patrones migratorios mundiales ha sido la dirección de los movimientos de población. Mientras que en los siglos anteriores eran sobre todo los europeos quienes emigraban a territorios extranjeros (o los conquistaban), desde finales de la 2ª Guerra Mundial esta tendencia se ha invertido.
El cambio más significativo en los patrones migratorios mundiales ha sido la dirección de los movimientos de población. Mientras que en los siglos anteriores eran sobre todo los europeos quienes emigraban a territorios extranjeros (o los conquistaban), desde finales de la 2ª Guerra Mundial esta tendencia se ha invertido.
Como consecuencia de una sólida economía y de una población cada vez más envejecida, la UE se ha convertido en un destino migratorio mundial, y ha atraído entre 1,5 y 2,5 millones al año de inmigrantes de fuera de la UE. Aunque esto puede parecer considerable, supone solo entre el 0,3% y el 0,5 % de la población total de la UE (508 millones).
Además, entre 1 y 1,5 millones de personas abandonan la UE cada año. La inmigración neta en países europeos como Francia o Alemania tiende a fluctuar de forma paralela a los ciclos económicos, como ilustra el gráfico anterior, aunque la tendencia a largo plazo no denota ningún aumento.
Existe una necesidad urgente de ver la inmigración como una parte intrínseca del crecimiento económico y del cambio social en lugar de tomarla como un problema que hay que resolver. Es inevitable que las sociedades ricas y abiertas experimenten en el futuro incrementos sustanciales en los números de inmigrantes que reciben, les guste o no.
Esto pone de manifiesto una de las paradojas de la liberalización: el deseo político de reducir la inmigración es fundamentalmente incompatible con la tendencia hacia la liberalización económica y el deseo de maximizar el crecimiento económico. En las últimas décadas, la erosión de los derechos laborales, el aumento de la flexibilidad laboral y la privatización de las empresas anteriormente estatales han aumentado considerablemente la demanda de mano de obra inmigrante en Europa. Los acalorados debates sobre inmigración en el Reino Unido y EE.UU. (dos economías de mercado extensamente liberalizadas que se enfrentan constantemente a elevados niveles de inmigración) son ejemplos claros de esta paradoja de la liberalización.
Por lo tanto, la única manera de reducir la inmigración supone invertir la liberalización económica y regular los mercados laborales de manera rigurosa. Aunque eso podría también reducir los niveles de riqueza de manera general. En ese caso, la pregunta es: ¿realmente es eso lo que queremos?
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Traducción de Álvaro San
José.
Hein de Haas es profesor de
Sociología en la Universidad de Ámsterdam. Fue miembro fundador y anterior
codirector del Instituto de Inmigración Internacional (IMI, por sus siglas en
inglés) de la Universidad de Oxford. Para obtener más información acerca de los
resultados de las investigaciones que sustentan este artículo,
véase www.heindehaas.org y www.imi.ox.ac.uk
Este texto, publicado en la web del autor, es una versión editada del artículo publicado originalmente en alemán por Der Spiegel con el título Mythen der Migration y en inglés con el título Myths of Migration.
Este texto, publicado en la web del autor, es una versión editada del artículo publicado originalmente en alemán por Der Spiegel con el título Mythen der Migration y en inglés con el título Myths of Migration.
AUTOR
Hein de Haas
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