Escribe: Christian Reynoso | Opinión - 11:16h
¿Acaso creía la hoy congresista
Alejandra Aramayo que en algún momento no se traería a la memoria aquel ominoso
pasado pseudoperiodístico que ejerció en la ciudad de Puno, junto a su padre,
en el programa “Acontecimientos”?
En Puno, nada de lo denunciado era
novedad.
Esa fue la razón por la que los
Aramayo eran intocables y temidos. Fue así como construyeron su imperio. Esto
siempre fue de conocimiento público en la Ciudad del Lago, antes y ahora. Al
mismo tiempo, cundía la desesperanza entre aquellos estudiantes universitarios
de comunicación que tenían que hacer sus prácticas de periodismo en
“Acontecimientos”. Significaba, en el argot periodístico, quemarse.
El club Bahía, en las afueras de
Puno, a orillas del lago Titicaca y con una vista privilegiada, de propiedad de
los Aramayo, fue por algún tiempo el espacio de moda para las fiestas sociales.
La burbuja VIP provinciana. ¿De dónde salió el dinero para su costosa construcción
de curiosa arquitectura? Pues eran los tiempos del esplendor de
“Acontecimientos”. Hoy el club Bahía no es más que escombros.
Alejandra Aramayo, antes que
victimizarse y ensayar defensas absurdas (léase “sicariato mediático”) debería
hacer un mea culpa ante la abundancia de las pruebas que demuestran su
indecoroso pasado profesional. Y es probable que aparezcan más acusaciones.
¿Acaso la Comisión de Ética del Congreso debería tomar cartas en el asunto?
Porque más allá de las denuncias periodísticas, esto debería tener por lo menos
un correlato legal o disciplinario.
(*)
Escritor y periodista.
Publicado
en La República.
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